Si de alguna forma más o menos acertada
se puede definir la corrupción, esa que como el agua encuentra siempre algún
resquicio por el que filtrarse, es con las mismas características del agua. Como
el agua, se expande por derramamiento; luego siempre parte de arriba, de donde
mana, y se va repartiendo en extensión a capas cada vez más alejadas y
populares y en menores proporciones; una cascada imposible de detener y cuya
fuerza radica en la fortaleza de la cabecera. Es cierto que también existen
filtraciones por capilaridad, pero estas, aunque constantes, son de menor
cuantía; se trata de aquellas que en camino inverso, parten de los sótanos de los
dirigidos para llegar a las capas superiores. Es una humedad que no llega a
satisfacer plenamente, un menudeo, pero con la que se justifican las inundaciones
que proceden de donde se suele gestar todo. Es esa misma humedad que permite
que crezcan juncos y aneas en las riberas del río, de cuyo caudal sólo reciben
el beneficio del tráfico camino de la desembocadura.
Como el agua, la corrupción es
incolora; no por ausencia de color, sino porque se da en toda la gama de la
paleta del arco —véanse las hemerotecas—
Unos y otros, con más descaro o con
menos, derivan las aguas hacia sus labranzas con la mayor desfachatez
imaginable. Como el agua es inodora, pues no se entiende de otra forma que no
trascienda ni alarme desde los inicios, a pesar de la abundancia con la que se
ha generalizado. Y también la corrupción es insípida, aunque este último
aspecto no está probado científicamente. Dudo mucho que desde los inicios de un
caso hasta su conocimiento público —de
aquellos que llegan a descubrirse—, no de margen de saborear a los distintos
eslabones de esa cadena de ocultamiento los saporíferos fluidos de lo ajeno
cuando se adentran en lo propio. Todavía es un postulado, pero se trabaja con
cierto afán y es muy probable que pronto pueda alcanzar la categoría de tesis;
así que desde ya, podemos adelantar que la corrupción es incolora, inodora e
insípida, como el agua.
Una buena comparación. Por eso ahora lo que vivimos no son infiltraciones sino una auténtica riada que ha arrasado todo. Habrá que buscar la manera de edificar diques para que no vuelva ocurrir, aunque como dices siempre hay algún resquicio.
ResponderEliminarBss y buena semana
Gracias, Katy, veo que has captado muy bien lo que quise decir.
EliminarBesos
Decimos que "todos y todo tiene un precio", parece que solo es aquí donde tenemos instalada la lacra de la corrupción, que todos nuestros políticos y menos políticos son unos corruptos, lo que debemos de hacer es mirarnos a la cara y preguntarnos ¿he defraudado yo en algo?, ¿he pedido factura con iva?, ¿he retraído algo a hacienda?, en cierta medida, en España, tenemos una cultura del engaño, faltan controles, nunca los ha habido y de existir ya están preparados para eludirlos. ¿Que ocurre en otros países?, la corrupción que es universal, solo que tienen fuertes controles, una educación menos permisiva del engaño y sus leyes ya te avisan "si la haces la pagas", bajo ese miedo el corrupto se acojona y no corrompe, por aquí, hasta se le ríe la gracia, claro que tanto llega el cántaro a la fuente que al final se rompe y nos "jode" a todos.
ResponderEliminarUn abrazo.
No me he referido a la corrupción que sufrimos aquí, sino en general en cualquier lugar del mundo. Por lo general no es una única persona la que se llena los bolsillos, sino que éste "derrama" por donde pasa.
EliminarUn abrazo
Perdona Francisco pero esta vez no estoy de acuerdo. El agua es limpia, sacia nuestra sed y es el origen de la vida. Comparar la corrupción con este elemento, origen de todo, me parece poco acertado.
ResponderEliminarPero pasa el tiempo, el agua recibe los residuos que crea el hombre, la mugre no deja libre el camino al caudal y el agua se estanca. Ahí sí, ahí sí cabe la comparación. La corrupción es agua estancada contaminada.
Un abrazo.
Temí que no me hubieras entendido, pero en el segundo párrafo creo que sí. Por supuesto que no hablo del agua potable, ni siquiera de las aguas fecales, sino del método de filtración.
EliminarUn abrazo
Hay diferencias "torrenciales" si me lo permites, o así lo veo yo:
ResponderEliminarEl agua sacia la sed, da vida,limpia y purifica, no así la corrupción.
Besos.
No tendría sentido comparar la corrupción con el agua potable, tal vez con las residuales, pero ni siquiera eso. Lo que desde mi punto de vista es comparable es cuando el agua, sucia o limpia, se derrama; siempre lo hace hacia abajo o en menor cuantía por capilaridad en sentido ascendente. Seguramente haya sido por mi parte una torpeza que pocos han entendido.
EliminarUn beso.
Quizá la corrupción, como el agua, sea incolora, inodora e insípida. Quizá, pero te puedo asegurar, Paco, que hiede, y mucho. Y el hedor no es a ambar precisamente. Un saludo desde mi mejana
ResponderEliminarHiede cuando se descubre, pero no mientras se mantiene oculto, por eso le aplicaba las mismas características del agua.
EliminarUn abrazo
Lo único que no es transparente, sino más bien opaca. Todo el mundo intenta ocultar sus porquerías.
ResponderEliminarUn saludo.
Tampoco son transparentes las aguas fecales, Cayetano, pero el derramamiento lleva siempre el sentido descendente en todo caso.
EliminarUn abrazo
No sé, para mí la corrupción huele a podrido, siempre.
ResponderEliminarNo me lamento de que no me hayan entendido mis lectores, sino de no haber escogido una metáfora más clara. Gracias, Alicia.
EliminarUn abrazo
Creo entender que la corrupción es como el agua de una cañería rota en la manera de filtrarse y se va escondiendo por recovecos impensables, en cimientos de edificios ves la mancha pero es difícil de encontrar el origen principal y mientras tanto daña y se apodera de todo lo que encuentra a su paso corrompiendo y pudriendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Magnífica interpretación, Rafaela.
EliminarUn abrazo
Es incolora .. y es insípida .. pero muy dolorosa para los que padecemos las continuadas y descaradas manipulaciones de todos los "impresentables" que tenemos por gobernantes....
ResponderEliminarMi cálido abrazo
Tienes toda la razón; muy muy dolorosa.
EliminarUn abrazo
Se ha perdido la verguenza torera que se decia antes, no la hay, ni tan siquiera en la casa de abolengo, que pena amigo, que pena...
ResponderEliminarBsss
Sí, Rita, todo esto es muy penoso.
EliminarBesos
Hola Paco. Cierto, hasta que el agua que se filtra da la cara, pasa un tiempo en el que se puede haber derramado mucho.
ResponderEliminarEso sí, cuando sale a la superficie y se ve por donde está la rotura y por ende la infiltración, se descubre el pastel.
Buena comparación.
Saludos y besos
Interesante reflexión amigo. El problema es que se sabe de dónde viene pero es muy difícil de detener y lo peor: corrompe a los influenciables y débiles a su paso y más y más agua. Hacemos agua por varios lados.
ResponderEliminarUn gran abrazo.