El autobús iba a hacer su
recorrido habitual, lo que significa un trayecto que ya he hecho en múltiples
ocasiones, así que, a pesar del día soleado y radiante, en lugar de mirar por
la ventanilla saqué un libro del bolsillo y me entregué a la lectura, algo que
no duró mucho, ya que en la siguiente parada se subió un señor que portaba un
bastón con empuñadura de plata y a quien no le apetecía dejarme enfrascado en
el libro. “¿Qué le parece? —me dijo
mostrándome el bastón en cuanto tomó asiento— fue de mi madre y por eso le
tengo un cariño especial”. No supe que responderle y simplemente le puse cara
de sorpresa. “Es de Lisboa, ¿no ve la madera tan valiosa que tiene? La
empuñadura es de plata maciza” Se ve que es bueno —le respondí. Tenía una
abolladura por un extremo y a través de ella se dejaba ver su interior
blanquecino que delataba que no era maciza, lo que también me hizo dudar que
fuera de plata.
“¿Sabe qué?” Usted dirá. “En una
ocasión, estando sentado en una lujosa cafetería, tenía frente a mí a una
señora que no dejaba de mirarme. Eso sucedió en Granada. Me miraba con tanta
insistencia que tuve que mirar hacia otro lado porque me estaba inquietando
aquella forma de observarme. Me levanté, fui al servicio, y en cuanto regresé a
mi asiento, seguía la señora sin dejar de mirarme con bastante descaro. No
pudiendo más con aquella situación, me levanté, me acerqué a ella y le dije:
¿Se puede saber por qué me está mirando usted de esa forma? ¿Es que quiere
usted algo conmigo? Era muy guapa, gitana, pero muy guapa; iba muy bien vestida
y llevaba unos zarcillos de coral de gran tamaño. “Pues verá usted —me dijo— mi
marido es anticuario y me he fijado que lleva usted un bastón muy bonito, ¿no
estará usted interesado en vendérmelo? ¿Cuánto pide por él?” Y le contesté a la
señora: Pues no está en venta, señora. Este bastón es de Lisboa y perteneció a
mi madre, así que no lo vendería por nada; pero de calé a calé, si llegamos a
un acuerdo, nos damos la mano y el bastón es suyo. A lo que ella me contestó:
¿No me estará usted proponiendo…? Lo que le propongo —le dije— es cambiarlo por
esos zarcillos de coral que usted lleva. “Pero, ¿sabe usted lo mucho que valen
estos zarcillos?” ¿Y usted sabe lo que vale este bastón?”
“Yo sé mucho; he sido funcionario
y a mí no me la pegan así como así.” No iba mal vestido pero hacía varios días
que no se afeitaba y tenía un cierto aspecto de dejadez. “¿Qué le parece, amigo?”
Pues que cada uno da el valor que cree oportuno a lo suyo. “No, no me refería
al bastón. De mis cinco hijos, tengo dos parados y se me han colado en casa con
sus mujeres e hijos”. Pues sí, está la cosa muy mal. “Pero yo he sido
funcionario, y en cuanto veo a uno llegar le pregunto: ¿qué me traes, hijo? Y
ya no me pide nada. Yo he sido funcionario.”
Así fue saltando de un tema al
siguiente como se ensartan en la radio las noticias a la música y la publicidad,
sin el menor nexo. No pude hacer en todo el trayecto ademán de sacar el libro
del bolsillo y ponerme a leer, pero tampoco creo que en tan corto espacio de
tiempo pudiera haber asimilado tantas historias tan fantásticas como inconexas
de la novela que había abandonado en el bolsillo.
Un viaje entretenido. Y quien sabe si has hecho la buena obra del día. Tal ves ese caballero necesitaba hablar con alguien, que alguien le escuchara sus historias inconexas.
ResponderEliminarBss y buen finde
Has dado en el clavo: me tomó por víctima propiciatoria y yo me dejé. Se conoce que el hombre necesitaba hablar y lo hizo, ¡vaya si lo hizo!
EliminarFantastico, un viaje productivo, tienes un buen relato y también como dice Katy seguramente has hecho una buena obra, ya la gente no habla ni escucha y hay mucha gente que vive sola y desea comunicarse, el autobus es un buen sitio para ello y ya ves tu, te mantuvo en vilo con sus historias
ResponderEliminarBsss
Pues es cierto, Rita, me fue productivo a juzgar por el relato. No lo hice por eso, sino porque necesitaba a alguien que le escuchara y viajábamos uno al lado del otro, pero cuando bajé del autobús me dije: voy a intentar contar algunas de las muchas cosas que me ha contado y ya tengo artículo para hoy.
EliminarBesos
Paco, Paco, ¿estás seguro de no haberte quedado traspuesto durante el viaje? Un saludo desde mi mejana
ResponderEliminarFelipe, estoy contigo, no solo se ha quedado traspuesto, si no que también ha tenido un mal sueño.
EliminarUn abrazo.
Ya que os habéis puesto de acuerdo en dormirme, os contestaré a los dos a un tiempo:
EliminarNo me dormí ni él lo hubiera consentido; no todos los días se encuentro uno a alguien capaz de tragarse tus batallitas y tus soledades como para dejarme en paz. En el fondo me pasé un rato divertido y no he contado nada más que aquello que he conseguido recordar. Pegó la hebra y no me dejó hasta que no llegó el momento de bajarme.
Dos abrazos
Hola Francisco. Según iba leyendo me decía: "Éste le quiere vender el bastón... Seguro que le va a timar". Y sentía un nudo en el estómago. Menos mal todo acabó bien. Cuídate, Ángel
ResponderEliminarComo sabéis mis lectores, yo camino con una muleta en el brazo derecho y doy gracias porque pude soltar la otra. Íbamos en los asientos reservados para minusválidos y mi primera impresión fue también que quiso venderme el bastón o hacer un trueque para no quedarse desaviado, pero ¡qué va! Salta de una historia a otra sin parar ni darme tan siquiera una entrada.
EliminarGracias, Ángel.
Me acabas de dar una idea. Cuando aparezca uno de mis hijos por la puerta les preguntaré... ¿Qué me traes, hijo? Como buen funcionario que soy. Jejeje.
ResponderEliminarUn saludo.
No creo que lo hagas, pero si acaso te atreves, disponte a recibir la bronca de su mamá.
EliminarUn abrazo
Esas son palabras mayores.
EliminarCon la Iglesia hemos dado, amigo Sancho.
Saludos.
Pues sí, a veces se te sienta alguien al lado y te cuenta su vida. Yo también creí que te querían vender el bastón.
ResponderEliminarAl menos no te hablaron de enfermedades.
Un abrazo Fco.
¡Es cierto, no me habló de enfermedades! En otra ocasión me preguntó una señora: "¿Qué, de la rodilla?" No señora, de la columna. "¡Yo sí que estoy mal de la columna! Me ha dicho el médico que me opere, pero yo no quiero operarme" Podrá pasar sin ello, señora, (le contesté) yo me he operado de columna cuatro veces. Ahí acabó la conversación.
EliminarBesos, Elena
Hay que ver Paco , las cosas que te pasan....
ResponderEliminar¡Pozí, soy así! Me alegra mucho que hayas entrado. Besos a todos.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarHe suprimido el segundo comentario porque te ha salido repetido.
EliminarCon todos mis respetos, estimado Francisco: Te enfrentaste a un coñazo de tío de los muchos que andan por ahí sin dar descanso a la sin hueso. Aunque posiblemente el del bastón, funcionario o no, estaba más sólo que la una y andaba a la caza del oyente.
ResponderEliminarA mi alguna que otra vez me ha sucedido algo por el estilo, pero conmigo no pueden despacharse a gusto pegando la hebra, porque les corto por la vía rápida llevándome la mano a la oreja:
-Disculpe, soy sordo.
Un abrazo, estimado Francisco.
Al parecer, José Luis, tengo bastante más correa que tú y me dio pena cortarle y chafarle lo que necesitaba.
EliminarUn abrazo
El del bastón hizo algo muy corriente, pues el que más y el que menos habremos hecho lo mismo alguna vez. ¿O no?
ResponderEliminarNo recuerdo haberlo hecho, pero nunca sabemos en qué situación podemos vernos en cualquier momento.
EliminarUn abrazo
Es que hoy en día estamos todos deseando hablar con alguien.
ResponderEliminarUn abrazo amigo Francisco.
Hay mucha gente que vive sola y otras que viven juntas guardan silencio enganchados a los programas de televisión, y cada una a su bola. ¿Si supiéramos lo mucho que nos necesitamos?
EliminarUn abrazo
¿ Pero te ha ocurrido de verdad Francisco? ¡Vaya parrafada, es que de veras que estamos en crisis, y tan en crisis, que a veces las palabras han muerto en nuestra boca sin tener a nadie que nos escuche... y esa persona encontró en tí un ángel comprensivo... y tú hiciste tu buena acción del día.
ResponderEliminar¿Qué pensará de los bastones que tiene Antonio Gala? Esos sí que molan.
Un abrazo con brisas e felicidad
Se me escapaba tu comentario, Ángeles, espero que no te hayas molestado, pues no ha sido intencionado. Con frecuencia escribo pura ficción, pero no en este caso. Precisamente lo que he querido destacar es esa soledad que sienten muchas personas en medio de la multitud. Necesitamos comunicarnos, pero no todo el mundo tiene con quién hacerlo. Los bastones de Gala tal vez no le interesaran nada más que para compararlos con el de su madre, pero tal vez a la granadina, a la mujer del anticuario le interesarán mucho todos ellos.
EliminarUn fuerte abrazo
Primoooooo!!!! una de las grandes virtudes es saber escuchar!!!! Besos mil.
ResponderEliminarEscuchar y hacer al otro entender que te interesas por todo lo que dice.
EliminarUn beso, prima.
Pobre hombre, no sabia de Internet y nuestros blog para poder despacharnos a gusto en contar nuestras batallitas sin cansar al compañero.
ResponderEliminarEntiendo tu paciencia de escucharle, a mi me ha pasado muchas veces.
Un abrazo.
Ya lo sé, ya sé que no soy una excepción. La verdad es que me sentí bien al verle satisfecho.
EliminarUn abrazo
jajaja... viaje largo o corto? Un suplicio pero que ha dado pie a este encantador relato. Gracias.
ResponderEliminarGracias por ese adjetivo, Rosa María.
EliminarBesos