El pasado viernes acudí a una
charla coloquio organizada por la Hermandad de la Soledad, que se presentaba
como una ocasión única de conocer algunas anécdotas y sucedidos de dos personas
amigas y divertidísimas que desarrollan una labor muy seria. Desde el mismo
instante de la presentación surgieron las primeras sonrisas cuando se detallaba
el currículo escolar y personal de cada uno de ellos: Miguel, capillé de la
Basília del Gran Poder, y Paco, sacristán de la Parroquia de San Lorenzo.
El mantenedor iba desgranado
preguntas más o menos genéricas y los dos contertulios se iban pasando la
palabra, cada quien con sus ocurrencias. Sería muy largo e hilarante ser
prolijo en detalles, además de muy extenso para mi memoria, sin haber tomado
notas, tampoco es el caso de volcar aquí
el acto al completo. Sirvan como ejemplo una anécdota de cada uno de ellos.
Contó Miguel que, una mañana,
sobre las 7,45 horas, se presentó en la Basílica una señora solicitándole una
tirita. Acostumbrado a servir, en lo posible, a las muchas personas que a
diario pasan por el templo, le hizo que se sentara y fue al botiquín para
proporcionarle lo solicitado. Como quiera que no quedara tiritas en el mismo,
regresó provisto de esparadrapo, betadine, algodón y unas tijeras. “Señora —le
dijo—, como no tengo tiritas, voy a desinfectarle la herida y arreglármelas con
esparadrapo y algodón”; a lo que ella repuso: “No, si lo que yo quiero es una
tirita”. “Ya le he dicho, señora, que no tenemos”. “¡Cómo no van a tener aquí
tiritas!”. “Señora, tenemos un botiquín de emergencias, pero tampoco somos una
farmacia”. “Lo que yo quiero es una tirita del Señor”. “¿Cómo?”. “Sí, una
tirita morada que se prende con un
alfiler a la solapa”.
Paco, por su parte, hizo
referencia a esta última Semana Santa. La Mañana del Viernes Santo, dormía a
pierna suelta después de una “madrugá” intensa y a las ocho de la mañana tocan
al timbre de su casa sobresaltándole: “Soy de Lora del Río, anoche salí de
penitente y me he dejado las sandalias en el templo; no me puedo ir descalzo
para mi pueblo”. Más dormido que despierto, Paco abrió las puertas al descalzo
y se encontró con un hombretón de dos metros preguntando si había encontrado
unas sandalias del número 46. Buscaron por donde él indicó pero no aparecían, y justo antes de desistir encontraron en otro lugar unas sandalias y unos
calcetines. “No son las mías, pero sí de mi mismo número, así que no puedo irme
a Lora descalzo”. El sacristán accedió y se volvió a la cama para retomar el
sueño. Unos días después, llega a la sacristía otro individuo de talla tal como
para calzar un cuarenta y seis y le pregunta por unas sandalias que se dejó en
el templo en la “madrugá”, a lo que el bueno de Paco le responde: “Sí, con unos
calcetines, efectivamente, pero va usted a tener que ir a buscar las sandalias
a Lora del Río, si quiere recuperarlas una semana después.”
Anécdotas que amenizan el día a día y ponen una sonrisa,que gracioso lo de las sandalias...
ResponderEliminarfeliz domingo
¿Qué les pasa a los de la talla XL que pierden las sandalias con lo grandes que son (ellos y las sandalias)?
ResponderEliminarUn saludo.
Cuando terminan las celebraciones, quedan las anécdotas para arrancar una sonrisa.
ResponderEliminarPero oiga, qué casualidad encontrarse en una sacristía otro calzado precisamente del 46!
Feliz domingo
Bisous
Que pena que en la mayoría de las iglesias ya no hay sacristanes, pues eran toda una institución.
ResponderEliminarBuenos días Paco!!!! jajajajajajajaja!!! Me has hecho reir con estas anécdotas!!! Desde luego, en todas las profesiones pasan cosas y éstas merece la pena contarlas pues aunque su labor sea difícil además de vocacional siempre hay momentos para echar unas risas y quizá motive para seguir hacia adelante. Besos primo!!!!
ResponderEliminarBuen comienzo de día de la madre con una sonrisa. Y eso se agradece, no todo van a ser desgracias.
ResponderEliminarUn abrazo paco.
La de la tirita me ha parecido genial.
ResponderEliminarEs muy entretenido escuchar anécdotas, sobre todo cuando los que las cuentan tienen gracia para ello. Coincide también que hay personas que aprovechan casi todo lo que sucede en su entron, y se sale de lo cotidiano, para contarlo con gracia y distraer a los demás, lo cual es muy de agradecer. Da gusto estar con personas amenas.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Jajajaaa buenas anécdotas nos cuentas amigo Fracisco...un post simpático y chistoso para alegrar el primer domingo de mayo ...día de la madre en nuestra tierra.
ResponderEliminarUn abrazo de MA y feliz día.
El blog de MA.
Una felicidad poder compartir con los amigoa y contarse estas anécdotas que demuestran que las cosas serías también se llevan bien con las sonrisas.
ResponderEliminarbss y buena semana
La anécdota de la tirita es genial, pero la de las sandalias tiene su aquel: nos es muy habitual que dos personas que calcen el 46 pierdan las sandalias en mismo día y en el mismo lugar. ¡Que suerte tuvo el de Lora! Y el otro ¿cómo anduvo los dos días, descalzo?
ResponderEliminarUn saludo desde mi mejana
Lo de la tirita,que ignoraba que existían,ha sido genial.
ResponderEliminarY lo de las sandalias,también,que imagino ocurrirá si no lo mismo,muchas anécdotas parecidas en esas madrugás.
Menudos piececitos,¿eh?
Mi hijo usa un 46/47 también y yo siempre le digo que podría dormir de pie sin caerse,ja,ja,ja
Besos.