Iba cabizbajo, pero más que
pensativo se lamentaba de que el suelo estuviera tan limpio. “¿Me compra un
paquete de tabaco?, lo barren todo y no encuentro colillas; no me diga que no lo
haga o que el tabaco mata. De todas formas yo me quiero ir, no encuentro
sentido a mi vida” Estaba muy triste porque su mejor amigo había tirado la
toalla de la calle y había rubricado su ingreso en un centro. “Echo de menos a
Alonso”. Se habían conocido en la calle, compartiendo lo poco que pillaban dando
toques a diestro y siniestro; algo de chatarra; lo suficiente para unas litronas
y unos cigarrillos.
“Mi padre murió de cirrosis antes
de que yo tuviera edad para recordarlo y mi madre me llevó al orfanato”. Desde
entonces había dado tumbos por la vida sin unos brazos que le dieran calor en
donde refugiarse. “Me crié en la calle; saliendo y entrando de los
reformatorios”. Cuando no te educa la familia y la escuela, las personas
desarrollan cuerpos de cárcel y las penurias son las maestras en el oficio de
sobrevivir. Cuenta Miguel que ha pagado varias condenas y que quiere morir
antes de volver a prisión.
“¡Qué bueno el café”! Miguel es
un niño de sesenta años con alguna enfermedad mental no diagnosticada ni
tratada, sino abrigada con el sofoco y el relente de las madrugadas inhóspitas;
sin fondo de armario, con calor o con frío. El café le hace soltar la lengua. “Yo
no soy malo; ¿piensa usted que soy malo?” Miguel no es malo, pero la vida ha
sido muy mala con él. Dice que ahora no consume, que lo dejó todo y sólo le
queda la cerveza, cuando se puede, y los cigarrillos o las colillas cuando no
queda otra cosa. “¿Me compra un paquete de tabaco?” Sus apetencias no están
nunca satisfechas; se contenta con poco, pero de inmediato pide otra cosa más.
Ahora come en otro comedor social porque del anterior le echaron por agarrar
por el cuello al vigilante de seguridad, como también le han echado de varios
centros de acogida por violento. Miguel necesita un centro psiquiátrico y
también la luz suficiente como para entender que necesita ayuda. Duerme en el
talud del río y cualquier día se dormirá o se provocará el sueño y nadie lo
echará de menos. No sabe que ha tocado fondo, porque en verdad ese ha sido su
lugar durante toda su durísima vida.
Un relato estremecedor.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo.
Tan estremecedor como la vida misma. Gracias, Alicia.
EliminarQue tristeza saber que estos casos no son cuentos ni es pura ficción..cantidad de niños y jóvenes han tocado fondo y no esperan mas de la vida sino la muerte...Si todo tiene una razón de ser y un porque, cual es la que lleva encerrada esta situación? ..´porque hay tanto para muchos y poco menos que nada para otros?..un abrazo desde mi orilla...besitos Francisco
ResponderEliminarAsí es y aún más duro: la mayoría de las personas "Sin Techo" (homeless) padecen graves trastornos psicológicos y no tienen tratamiento alguno.
EliminarEncontré su blog.... saludos
ResponderEliminarNos habíamos perdido el uno al otro, Ángela, pero nos hemos seguido mutuamente y lo seguiremos haciendo.
EliminarCariños.
Hola Francisco, que triste historia amigo, realidad de muchos por la vida. Cuidate mucho.
ResponderEliminarGracias, Poetiza. Ya lo he dicho antes. Aunque ficción, se ajusta al modelo de lo que hay en la calle, si nos atrevemos a mirar.
Eliminar¿Relato?, es la vida misma, estoy convencido que si los actuales recortes en educación duran una década veremos en un futuro próximo muchos con este hombre que nos has relatado.
ResponderEliminarUn abrazo
Creo que el perfil de persona que aquí describo no se crea por las malas condiciones económicas, si bien no les favorece. Mejor dicho, una larga estancia en la calle, unidad a consumos insanos, arrastra a las personas a perder la cabeza y con ello a todo lo demás.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUffffffffff "Un relato estremecedor" Es una pena pero casos como los de Miguel hay a miles. Pero somos tan necios que miramos para otro lado.
ResponderEliminar"Cuando no te educa la familia y la escuela, las personas desarrollan cuerpos de cárcel y las penurias son las maestras en el oficio de sobrevivir. Cuenta Miguel que ha pagado varias condenas y que quiere morir antes de volver a prisión."
Debería ser obligatorio para las familias que tuvieran que visitar al menos cada 15 días a estos chicos y chicas que están en reformatorios o internados.
Yo me he criado en un asilo para huérfan@s o niñ@s pobres, así lo llamaban, y no es nada agradable saber que estas ahí, no porque hayas sido mala, si no, porque la vida fue mala contigo y te arrebató a tu madre cuando tenía cuatro años.
Afortunadamente he tenido más suerte que Miguel. Mi padre nos visitaba y nos fuimos desarrollando como personas normales. Con carencias afectivas, pero dentro de eso de lo más normal. No nos ha dado por la droga, ni por la bebida,...
Un abrazo para Migues.
Saludos, Francisco
¡Hola, Isa!
EliminarMe gustaría poder escribirte personal y directamente, hablar contigo y que me conozcas; si aceptas, mándame tu dirección a mi correo: fespadav@gmail.com
Un abrazo.
Más que un relato es un retrato fiel de lo que está pasando.
ResponderEliminarSaludos
Tú lo has dicho, Antorelo. Gracias.
EliminarHola Paco!!!! madre mía que pena!!!! Casos como éste hay muchos por desgracia y creo que poco se puede hacer por ellos porque resulta tan difícil y costosa este tipo de ayudas!!!! En la medida de lo que cada uno puede se van haciendo cosas pero solucionar el tema... un poco complicado!!! Besos primo, desde un Cáceres frío y lluvioso!!!
ResponderEliminarTodos estos casos son dignos de lástima, comprensión y ayuda. También en Sevilla se nos ha presentado el día de hoy con lluvia y bajada de las temperaturas.
EliminarBesos, prima.
Y con la crisis aumentan estos casos de gente marginal y marginada. Una pena. Y lo malo es que muchos "gorrillas" que sacaban para sus cosas ayudando en los aparcamientos, ven aumentar la competencia y disminuir las propinas porque hay menos dinero.
ResponderEliminarUn saludo.
Ahora están siendo perseguidos todos aquellos que viven en la calle y no se les permite buscarse la vida (vease la entrada del 14 de mayo, Buscavidas) y además se les retira las ayudas...
EliminarUn abrazo, Cayetano.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarLa vida es dura de vivir para muchos seres del planeta tierra ... cada día más miseria pobreza...esto esta empezando a ser cotidiano y rutinario, vivir o sobre vivir o mal vivir...
ResponderEliminarUn abrazo de MA.
Bien dicho MA. Dura de vivir para los excluidos del primer mundo; si aplicáramos un simple regla de tres, nos daremos cuenta que en el mundo del Sur la vida es un milagro.
EliminarTriste, estremecedor y desgraciadamente una muestra fiel de la realidad.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco.
Gracias, Elena, por tu fidelidad y tu olfato lector.
EliminarBesos
Cuanta vida vivida en el sufrimiento, ojala Dios contenga a Miguel como no ha podido la sociedad ni el afecto de alguien.Me siento ingrata con Dios cuando me quejo de algo y luego leo la historia de Miguel.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco y gracias por estar ahí.
Yo también me pregunto, ¿por qué yo no? Si queremos mirar, debemos vernos afortunados de nuestra situación y, en la medida de lo posible, ser buen samaritano.
EliminarUn abrazo.
Los centros psiquiátricos se han cerrado o hay pocos, lo cierto es que no se está atendiendo a todas éstas personas como se debe, al igual que tantas y tantas deficiencias que tenemos en la sanidad. Una vida desgraciada la de Miguel y no es el único desgraciadamente, no puedo evitar sentir culpa cuando veo tanto desemparo
ResponderEliminarfeliz fin de semana amigo Francisco
Cuando las medidas se hacen extremas, cuando por decreto se decide que no hay necesidad de centros psiquiátricos... de aquellos barros, estos lodos.
EliminarUn abrazo, Rita.
Un amigo mio dice “a algo tendremos derecho ¿no?” y es que por unas razone u otras cuando la mente degenera o el cuerpo se convierte en una piltrafa humana y necesita un centro que no existe, los “Migueles” del mundo tienen derecho a provocarse el sueño, y que luego no le venga nadie con cargos de conciencia, que eso lo deben de tener otros.
ResponderEliminarUn abrazo
Aunque sea un relato, esto no es ficción, esto pasa, esto es así, desgraciadamente...
ResponderEliminarY una casi no sabe ni qué decir.
Por mi trabajo he visto y veo casos y cosas, y con el paso de los años, de los pocos años en los que unos avanzan hasta esta maldita realidad, me quedo perpleja y terriblemente triste.
Todos los días me encuentro con uno de estos chavales, Javier, que fue alumno nuestro, ahora no tendrá más de veintipocos años y anda como un zombie. Me rehuye la mirada, pero merodea la zona, la escuela, el parque, sé de sus andanzas, contadas por otros que, lamentabelmente, van a terminar igual... y en el tiempo que estuvieron con nosotros tuvieron todos los recursos de la escuela para ellos, en dedicación humana a todos los niveles y en adaptaciones de todo tipo.
Y aun así... como sociedad hemos fracasado con estos chavales!
Pero son los casos "especiales", extremos, con situaciones familiares de echar a correr los que prosperan hasta este límite entre la vida y la no vida, donde se ven abocados a todo...
En fin, Francisco, que esto me entristece y me enfada muchísimo. Siento mi parte de responsabilidad en todo ello y me pesa, me pesa como no veas...!
Un abrazo, querido amigo!
;)
Gente así la hay por todos los rincones,para su desgracia y nuestra vergüenza...
ResponderEliminarEs triste nacer para no salir de un pozo negro y sin fondo,para no tener más aspiración que dejarse ir por la mala y embravecida corriente de la vida,la mala vida que les ha tocado ¿vivir?
A mí estas cosas me agarrotan los sentidos y me sacan la culpabilidad de todos los bolsillos dejándome hecha trizas.
Besos.
Ayer al final no tuve tiempo de pasarme y comentar esta triste y real historia que por desgracia, es cada vez más frecuente ver en nuestras calles. Gente deambulando entre la soledad y la tragedia, unas veces por elección propia, otras por haber sido empujados por la sociedad a vivir de esta forma.
ResponderEliminarUn fuerte y calido abrazo
Una historia única entre muchas, que a veces hay gente que no las quiere ver ni entender, pero no por ello dejan de ser, gracias por tu relato, Francisco. Un abrazo para ti y tu señora.
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