Venía abatido, derrotado. Tiraba
de un carrito de la compra semivacío, aunque muy pesadamente, como sin fuerzas
o con los ánimos en la reserva. “Me han quitado la mitad de la mercancía y ni
siquiera me han pedido el carné de identidad o me han multado; no llegará al
decomiso, sino a ellos mismos y a sus familiares”. En el carrito el resto de
los abanicos. “Me pongo donde no hay tiendas de souvenirs, pero a pesar de todo, no nos dejan buscarnos la vida”.
Antonio está enfermo. A sus cincuenta y tantos años respira con dificultad por
su único pulmón, pero ahora se encuentra especialmente asfixiado por la presión
policial que no sólo le impide vender la mercadería, sino que se la requisa.
Hace unos meses le tramitaron la
ayuda en Asuntos Sociales, en la que había cifrado sus esperanzas; luego
vinieron los recortes y con ellos se esfumaron las posibilidades. Va a un
comedor social, medio día, de lunes a viernes; el resto de las horas y los
fines de semana se tiene que buscar la vida, pero no se lo ponen fácil. A final
y comienzos de año vende almanaques con las imágenes más devotas o de los
equipos de fútbol de la ciudad, pero el invierno es aun peor que las requisas;
la humedad y el frío son sus enemigos. Ha tenido enemigos más graves, pero
cuando la salud le puso al borde del abismo optó por seguir viviendo y haciendo
por buscarse la vida.
Como él hay otros muchos. Ellos
se conocen y suelen respetarse, al menos en los espacios urbanos que una ley
secreta les ha asignado; por lo general no se ayudan, pero me consta que
Antonio ha sido maestro de muchos. Vive en una habitación alquilada a una
viuda, a la que a duras penas puede hacer frente y con frecuencia tiene que
pedir auxilio. Húmeda y oscura, muy húmeda en invierno, pero a su edad ya no se
soporta el manto estrellado por cabecera. Tiene una tos bastante fea y se
limpia en un pañuelo que vuelve a meter arrugado en el bolsillo de su pantalón.
No va sucio, pero lleva ropa que vistió otros cuerpos y la mirada perdida de
desesperanza. En breve migrará a la aldea del Rocío y más adelante a la playa.
La ciudad se queda desierta y hay que seguir buscándose la vida, lo mismo que
hacen Luis, José, Juan, Rodolfo, Edgar, Ángel…
Le han quitado la mitad de los abanicos y este invierno se quedó colgado
con un montón de calendarios, pero tiene que seguir buscándose la vida y
desaparece arrastrando su carrito con desaliento.
Hola Paco!!!! Esta realidad tan dura, que nos sirva para valorar mucho más la cama en la que dormimos, el techo que nos cobija, el plato que nos alimenta!!!!! Besos de buenas noches primo!!!
ResponderEliminarHola, Francisco:
ResponderEliminarPor estos lares es una historia cotidiana, el rebusque de la vida es un camino muy difícil y encima de todo no existe una verdadera política social que nos permita trabajar y ganar el sustento.
Un abrazo.
Hola Francisco, esta historia es la historia de muchas personas que com el se tienen que buscar la vida a toda costa de cualquer modo y es triste ver que mientras otros mucho tienen son los mas humildes los que tienen poco o nada. Un gusto leerte amigo, cuidate.
ResponderEliminarLos que tenemos años y algo de memoria, volveremos a ver en las calles al igual que en los años 60 y 70, ciudadanos españoles, a los que se sumarán de otros países, tratarán de vendernos cualquier producto, o pidiendo en las puertas de las Iglesias, o en cualquier punto turístico de la ciudad, estos recortes nos van a hacer daño a todos y aún más a los que ya se encuentran en la cuerda floja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo mio ,tu historia es real como la vida misma en esta época de crisis esto es y será el pan nuestro de cada día.
ResponderEliminarLas personas que no tienen medios , tienen que salir a buscarse la vida, mal viviendo como pueden siendo honrados...se ven así y así se puede ver hoy día cualquier persona por la situación de pobreza que existe en nuestro país para las clases sociales más desfavorecidas de personas...
Un abrazo y feliz día...
Mil gracias mil por tu huella bloguera en El blog de MA.
Aquí somos muy puntillosos cuando aplicamos las normativas sobre los pobres. Con los grandes estafadores y sinvergüenzas se tiene mucha consideración.
ResponderEliminarUn saludo.
Y pensar que no se permite la venta ambulante por que hagan competencia desleal al comercio, no, nada de eso, la venta ambulante no está permitida simple y llanamente, porque no pagan imuestos de ningún tipo y ya se sabe el afan recaudatorio que invade a los ayuntamientos.
ResponderEliminarUn fuerte y calido abrazo
Probablemente el desaliento pese más que el propio carrito. La desesperanza ante un futuro tan negro como las fauces de un lobo que se acercan voraces dispuesto a comerse la última gota de ilusión que pueda quedarle,si es que la tiene.
ResponderEliminarCada vez habrá más gente, más carritos,más crueldad y desesperación si esto continúa y probablemente acentuándose la picaresca de la manera más cruenta.
Sí, yo también llevo en cierta manera mi carrito de desilusión...
Besos.
Una triste historia que parece no tener fin.
ResponderEliminarSiempre he visto gente vendiendo en las calles, pero la cosa se recrudece en estos tiempos que vivimos.
Saludos Francisco.
Hola Francisco, en un día de aplomo como el mío y sin desdeñar su entramada y humana historia; paso a decirle que nuestro blog ha sido designado BLOG DEL AÑO 2012 con el premio Diamante. Me siento feliz, pues el premio es de todos , sin ustedes ,yo no hago nada
ResponderEliminarCon ternura
Sor.Cecilia
A nosotros nos puede pasar lo mismo, y ser una sombra en la calle, alguien en quien nadie repara, a quien nadie mira, como si no existiera. ¿Puede pasar algo peor que estar casi muerto en vida?
ResponderEliminarSaludos
Deshumanización es la palabra, de los policias que en lugar de ayudar empeoran la situación, de las autoridades que consienten que haya gente sin ayudas, de los que pasando por su lado ni reparan en él, todos tenemos un poco de culpa de éstas cosas, quizá nos merecemos lo que está pasando? a veces pienso que si
ResponderEliminarBsss
Esta es la cruda realidad que esta asolando a muchos seres...
ResponderEliminarNo hace muchos días paseando por el Palacio Real fui testigo de estas apropaciones de materiales por no darse cuenta que aparecian de improviso los gendarmes, sin darles tiempo a esconder la mercancia entre el cesped y por ese motivo fui yo la que me quede de guardiana salvando el pellejo de los dichosos abanicos en un día que las temperaturas ya iban dejando marcas en la piel...
Lo pasan mal pero aun guardan la esperanza por herramienta intentando luchar por un plato de comida caliente...
Un abrazo de vida
María del Carmen