A
mi cuñado Juan B. García
Hubo un antes a este
presente
con síntomas de haber
sobrepasado el ecuador,
de haberse ajado entre
aquella aurora
de candidez presidida por
los juegos
y este día a día entre el
claustro
y las infinitas
correcciones.
Entonces bebía el
cristalino
fulgor de la inocencia;
ahora, ya no es inocente
ni siquiera su
descendencia.
Su mirada era dulce,
detrás del espesor de sus
cejas profusas.
Nada escondía. Nada
ocultaba
bajo su acaracolada cabellera,
pero un día apareció con
una rosa en la solapa,
que por contagio había
conocido en secundaria
y descubrimos que también
hubiera acertado
estudiando botánica.
Conocía la técnica de los
bancales
y plantó una vara de
nardos;
algo después, animado por
el éxito,
probó con otra semilla al
azar
y le salieron dos delicadas
gardenias
como esquejes del Jardín
del Edén.
Hubo un antes a este
presente.
Ha pasado el tiempo a la
velocidad de la luz,
de ese fluido cuyas
fórmulas manipula
y con el que parte el pan.
Y ha derivado a su casa
tres torrentes musicales
de bellas promesas y mejor
ejecutoria.
Desde la melancolía de mi bajada
al valle,
miro hacia tu cúspide,
despejada de nubes,
y doy gracias por estar
hoy presente
con ocasión de tu sesenta
cumpleaños.
Me lo has puesto facil para decir que luego, hay un después.
ResponderEliminarUn abrazo.