A
Esther Margarit
La amistad es un amor con
minúsculas
que sabe mucho de
desinterés,
de entrega gratuita,
y también de espacios
libres de impuestos
sobre los que sostenerse.
Una zona franca
donde dos interactúan
con la transparencia de
las aguas cristalinas
que tanto sacian la sed
como son espejo
en el que verse con cierto
tintineo reflejados.
Una mano traza caminos,
desbroza las malezas
y sostiene en equilibrio
los desvaríos
por los que desbocarse.
Otra mano es lámpara,
luz inagotable,
inspiración no trasgresora
que sabe darse,
y sabe del equilibrio de
cada ojerosa hoja
antes de caer ingrávida.
Es un amor despojado de
codicia
donde el físico es solo un
hombro
que sostiene
y un amable olvido
para cada traspiés en el
camino.
Se oxida el hierro,
al cobre le sale
cardenillo
y a la plata le patina una
niebla oscura
y envolvente
que le arrincona en la
ceguera.
Tú y yo,
mero devotos en
reciprocidad,
ilusionados en la nueva
luz que asoma
cada amanecer,
para incendiar el día
con el imán de la voluntad
en radiante interés
recíproco.
Esas amistades de toda la vida, nunca se pueden olvidar.
ResponderEliminarBesos.
Tengo la fortuna de tener pocas pero grandes amigas de años y se lo importante que es nuestra amistad y todo lo que nos queremos. Me ha encantado tu poema a esa amistad de la buena.Saludos
ResponderEliminarSi, la amistad es ese amor con minúscula, pero equilibrado y transparente, capaz de aliviar, perdonar y apoyar en todo momento...Tus letras son cristalinas, inspiradas y siempre generosas, Francisco. Muy bueno, amigo.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y admirado por ese amor a las letras.