“Muy agradecido por la ayuda prestada, señorita”. La joven, muy
diligente, es un servicio gratuito de Renfe que cargó con mi equipaje y nos
condujo al compartimento correspondiente. Estaba repleto. Me toca ventanilla,
pero en sentido inverso a la marcha. Al poco llegó el reparto de auriculares
para oír música o escuchar la banda sonora de la película Blancanieves, de Tarsem Singh, protagonizada por Julia Roberts y en
versión original con subtítulos en español. No me interesa demasiado y presto
más atención a lo que veo en los semblantes de quienes me rodean que a la
pantalla. Nuestros asientos, de espaldas a la marcha como decía, tienen una
mesita que separa de quienes viajan enfrente. Sobre la mesita los cuatro
teléfonos inteligentes. Todo el mundo guarda silencio, cada quien con sus
auriculares y cada quien en su mundo. Una chica de falsa melena rubia, al otro
lado del pasillo, desentendida de todo, lleva los ojos cerrados tras sus gafas
de pasta y la cabeza caída sobre su hombro derecho; respira de manera
acompasada y suave, lo cual invita a pensar que ni siquiera sueña. En el
asiento detrás de ella, una mujer madura lee un libro con un lápiz en la mano con el que subraya de vez en cuando y
se pasa, de tanto en tanto, un paquete de frutos secos con la persona que le
acompaña, de quien no puedo ver la figura, sólo la mano que pasa o recoge. De
repente, por la ventanilla, el campo reverdece con el cereal y a lo lejos
ofrece un tono más intenso el monte bajo. El que viaja frente a mí oye música
de su propio teléfono, a la vez que manipula el táctil de la manzana mordida
como quien juega. La lectora subraya en este instante y me siembra de dudas. En
la mesa del otro lado del pasillo, un señor de mediana edad no se ha interesado
por los auriculares y lee con fruición las páginas deportivas del periódico. Mi
esposa me ofrece un caramelo, el de enfrente, con aspecto de yupi, se ha
cansado de manipular el celular y ha apoyado la cabeza sobre la estructura metálica
del vagón. A la derecha e izquierda del tren, veo por las ventanillas
extensiones de olivos en perfecta alineación que parecen evolucionar con el
deslizamiento del tren; de repente son viñas, todavía cepas sin brotes como
gruesos puntos ennegrecidos sobre el terreno rojizo. La lectora ha marcado la
página y cerrado el libro al tiempo que devora con fruición una chocolatina. Mi
vecina de enfrente ha abandonado el móvil, también de la manzana, y reclina la
cabeza para dormitar; él se mueve de forma compulsiva y me pisa los zapatos una
vez más; me hace una mueca de disculpa y vuelve a tomar posición sobre el
respaldo. El cielo gris que había a la salida abre claros azules y el sol
pronuncia un todavía es pleno día. Comento con Pepita que el campo está ahíto
de agua y son numerosos los charcos; en
la pantalla, Julia Roberts luce su sonrisa maravillosa. A la lectora le asoma
un hermoso flotador bajo la camisa por encima de la cintura y se hace evidente
cuando se levanta del asiento para ir al servicio o al coche cafetería. Del
portaequipajes cae una prenda de abrigo sobre la cabeza y hombro derecho de
Pepita; se levanta a colocarla y nadie se da por aludido ni le da las gracias.
El de la ventanilla del otro lado del pasillo se ha cansado de leer los
subtítulos de la película y mira por la ventanilla, mientras frente a él sigue
el devorador del periódico. Por la ventanilla se alternan viñedos y olivos y
algún que otro almendro como lindero de parcelas. En la distancia corta, a
causa de la velocidad, sólo veo una mancha verde y deforme; el verdadero
paisaje está a lo lejos. Otro pisotón de mi vecino mientras dormita y se
incorpora pidiendo perdón y se pone de nuevo a manipular el teléfono. El del
periódico ha acabado con los deportes y ahora puedo leer el titular de un artículo
de Martín Prieto, Juan sin tierra. En
los barbechos amarillea la hierba en contraste con el verde intenso del cereal.
Le pido otro caramelo a mi mujer y vuelve la lectora a su asiento con una lata
de coca cola. Se levanta el que manipulaba el teléfono frente a mí y emprende
el camino que antes recorrió la lectora; no sé si volverá con un refresco o se
tomará allí una copa. Nos acercamos a Puertollano y ya no quiero continuar el
relato. El tren va lleno: alguien lee, alguien manipula el teléfono, alguien va
pendiente de la película y posiblemente sueña con ser Blancanieves, yo escribo… El tren va lleno de individualidades.
te estaba esperando. Siempre merece la pena esperarte.
ResponderEliminarMe ha encantado este viaje, he ido atenta a todo y todos, a ese campo cambiante, a la lectora del "flotador" y lápiz marcador, al del MArca, al yupi pisoteador, a lso caramelos que te pasa Pepita, a los frutos secos de los otros, a Blanca Nieves, a esas individualidades...
Y ya me puedo ir a la cama tranquila. Mañana reencuentro con la Santa Infancia, el último empujón!
Que ustedes descansen!
Un besote enorme, y gracias!
;)
Yo también te espero siempre, Edurne, y siempre me satisfaces plenamente. Regresaba muy cansado, con sueño, y no tenía nada para subir al blog a la llegada. La película no me agradaba demasiado y saqué bloc y bolígrafo: la gente hizo el resto. He usado el punto y seguido, la coma y el punto y como porque aquello iba a toda velocidad sin interrupción alguna, más o menos tal como iba sucediendo. Tengo lectores que me aprecian y de ahí el resultado en número de comentarios. Gracias.
EliminarBesos
Se nota que eres muy observador, me rió, y pienso la de veces que voy en metro mirando a los viajeros. Alguna vez me hubiera gustado hacer lo que tu has hecho, dejarlo escrito.
ResponderEliminarHe disfrutado al leer este relato.
Un abrazo.
Sólo cuando me lo propongo. A veces me pregunta mi mujer: ¿te diste cuenta los zapatos que llevaba...? Ni idea, yo no me fijo en esas cosas.
EliminarUn abrazo
Me alegra saber que el regreso ha sido "entretenido" ... Me ha encantado lo de los olivos y las viñas... y tu excelente relato del vagón.. casi he podido ver a los viajeros ...
ResponderEliminarUn inmenso abrazo querido observador ... y otro enorme a Pepita
No me extraña que te sintieras en el vagón: yo te llevaba en mi mente, ya sabes.
EliminarUn abrazo
Escribes muy bien , con dulzura, sensibilidad y ves lo que otros no ven...besos azules
ResponderEliminarEs cuestión de prestar atención a lo que sucede. Sólo lo hago cuando quiero plasmarlo por escrito, de lo contrario sería una lata y un tío muy pesado.
EliminarAzuleando.
hice el viaje a tu lado. Una descrpción perfecta
ResponderEliminarHe llegado a destino. Me bajo.
Un enorme abrazo..
Te presentía, María del Carmen. A la llegada, como bajé de los últimos, ya te habías alejado.
EliminarUn abrazo
Me has recordado mi regreso, hace ahora un año, de Valencia. Había tanta variedad de personas y cada uno con su historia... La ida fue menos entretenida, de hecho hasta me aburrí, y eso que leí, vi la película, escuché música... pero llega un momento en que no sabes qué más hacer mientras los demás duermen. A la vuelta fue diferente, porque nos tocó asiento junto a la puerta que daba al bar y vimos pasar a todo el personal por allí... Hubo quien estuvo las 7 horas y media que duró el viaje, mandando watsaps sin parar y podías ver sus gestos antes de escribir (sorpresa, alegría, risas...), una familia parece que tenía experiencia en aguantar el trayecto, porque durante el mismo se hicieron hasta bocadillos: "Niño, ¿tú de qué lo quieres?".
ResponderEliminarSon curiosas las cosas que somos capaces de ver cuando nos paramos a mirar... Normalmente no lo hacemos.
Espero que hayáis tenido un buen viaje.
Besos
Mi primer viaje en tren de unas cuantas horas, fue Málaga Sevilla. Tenía 15 años y aquello fue una delicia: asientos de listones de madera, uno sacaba el bocadillo, otra señora la tartera, el de la gorra la navaja del bolsillo para cortar el pan y el chorizo... Paraba en todas las estaciones y si te bajabas corrías un poco y podías subirte. El maquinista pitaba sin parar y la locomotora dejaba una bocanada de humo negro que en los túneles entraba por las ventanillas. Al llegar al destino se sabía uno la vida y milagros de cada uno de los pasajeros del vagón. Lo de ahora es otra cosa: individualidades que conforman el pasaje, cada uno a lo suyo.
EliminarBesos
En estos nuevos trenes ya no hay ni traqueteo, un traqueteo que hace que rozaras a tu vecino, hoy los trenes son bancos estancos en los que te encuentras solo y nadie ocupa tu espacio, un claro ejemplo de la soledad en la que vivimos.
ResponderEliminarUn abrazo, magnífico relato.
El chacachá del tren. Como hemos eliminado la sociabilidad, la inventamos con teleaparatos y seguimos ignorando el contacto o cercanía física. Puede ser miedo al tacto.
EliminarUn abrazo
Ahora se viaja de manera diferente, Francisco: música, películas, móviles que se pueden cargar, wifi... Cada vez más ensimismados todos, menos comunicación, y cómo la velocidad es de vértigo en el AVE, tampoco se puede disfrutar del paisaje. Es lo que hay. Me gustó la narración de tu viaje y tus acompañantes. Buen lunes.
ResponderEliminarMuchas gracias, Paco. la verdad que el inconveniente no es sólo ir en sentido inverso al de la marcha, sino que a esa velocidad el paisaje sólo existe a lo lejos y el cercano está como desenfocado.
EliminarUn abrazo
La individualidad que rodea los viajes en transporte público tiene una ventaja y es que permite vivir el trayecto con todos sus detalles. Observar no sólo el paisaje y sus particularidades en cada zona sino también las personas y sus momentos.
ResponderEliminarUn beso
Es cierto, en todos sus detalles físicos y gestuales, pero no bajamos en silencio e ignorándonos tal como entramos.
EliminarBesos
La vida es movimiento y cambio y así lo vas expresando en tus letras...Mientras escribes miras,vives y sientes el paisaje de fuera y dentro,sintiéndote parte de él...Somos todo y a veces nada.La mente elige compartir y ser o bien vivir la soledad y el silencio para recuperarse del mundanal ruido...
ResponderEliminarMi gratitud por tus letras,que nos dejan constancia de la vida,que fluye acunada en el tren.
Mi abrazo grande por esta entrega generosa.
Feliz día,amigo.
M.Jesús
Tal cual, así lo fui haciendo, tal como dices. Siempre intento dejar constancia de la vida, ¿para qué inventar si es suficiente con poner un espejo, aunque éste esté un tanto deformado como aquellos de feria.
EliminarUn fuerte abrazo, María Jesús.
Mira que me gusta a mí hacer eso que has hecho tú:
ResponderEliminarInmiscuirme visualmente en esas otras particularidades que como yo, pueblan el mundo.
Dejarme guiar por la intuición, la inventiva, la imaginación y lo evidente, hacen que forme algo así como una bolita de nieve que aumenta en la medida que voy inspeccionando a la persona en cuestión.
Es algo mágico, atrevido por lo de mirar-sin darnos cuenta-fijamente y fructífero para alejar el tedio de las horas.
:)
Besos.
¡Pues qué bien, Marinel, seguro que no te aburres! Yo sólo lo practico en ocasiones.
EliminarBesos
Cada uno en su mundo y ensimismado en sus propios pensamientos.... individualismo puro y duro pero luego con internet parece que nos socializamos.
ResponderEliminarQué diferentes a esos viajes en los trenes con asientos de madera que yo todavía conocí.... la gente se comunicaba, compartían contigo hasta el chorizo que llevaban envuelto en papel de estraza o de periódico. Besos primo, y feliz viaje.
Eso que planteas es merecedor de estudio: nos mostramos sociales en la distancia y a veces bajo el anonimato o el fingimiento, pero en las distancias cortas no entramos en juego. Ya he dicho algo más arriba, ¿tal vez miedo al tacto? ¿Al compromiso?
Eliminar¡Qué linda eres, prima! Besos
Igual que aquí...cada quien viaja en este tren a sy manera..unos escriben poemas..otros se quejan de los vecinos...otros cuentos para niños y el que menos puja lanza una lombriz...como decimos por aqui....y es que este medio es así..va lleno de singulares individualidades...verdad que es maravilloso?
ResponderEliminarLo de lanzar una lombriz lo interpreto como cebo en la caña de pesacar, ¿no es cierto? No somos muy distintos de unos lugares a otros.
EliminarUn beso singular.
Como dice Liova, que distintos estos viajes a aquellos en el exprés a Madrid desde Granada en los que pasabas 12 horas en un departamento de 6 personas y hasta terminabas haciendo amistades para toda la vida.
ResponderEliminarEs cierto, aquellos viajes, lentos e incómodos, sin otro medio tecnológico que los que proporciona la naturaleza a cada quien, daba para intercambiar ideas, opiniones y hasta para trabar amistades, como ya se ha dicho.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hola Francisco, me encanta que las personas vivan el momento y lo cuenten. Realmente en los viajes cada cual va su rollo. En un viaje en transportes colectivos se comparte el oxigeno del habitáculo, los olores y el sonido que pueda haber, pero ya no se forman conversaciones ni se comparte comida como antaño. Creo que la gran mayoría de las personas se han vuelto, nos hemos vuelto muy prudentes y no interfieren en la conversación ajenam que por otra parte la gran mayoría de las personas tratan de hablar bajo para que no puedan escuchar la conversación. Nos hemos vuelto como más esquivos y cada cual vive en su mundo.
ResponderEliminarAl menos tú te has comunicado y nos has contado de forma muy agradable la vivencia dentro de ese AVE.
Saludos y besos
Todas esas cosas compartidas son ciertas; ahora no lo son ni los auriculares de un solo uso. Gracias por tus comentarios, Isa.
EliminarBesos
Individualidades aparentemente educadas y eso es de agradecer tal como esta el asunto en el transporte público, sin escuchar la música del de eenfrente que la escucha del telefonillo sin auriculares ni nada, a escape libre.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco
No te falta razón, dentro del encierro en el que viajamos cada uno, al menos no incordiamos al otro, pero a mi parecer le falta la sal de la vida.
EliminarUn abrazo.
Y eso que ahora los viajes son cortos, temporalmente hablando. Este panorama durante 10 horas sólo se aguantaba en aquellos días del "correo", el "exprés" o el "rápido" (que era poco rápido: de Madrid a Sevilla unas 9 o 10 horas, parando en todas partes)
ResponderEliminarUn saludo.
En aquellos viajes no hacía falta romper el hielo porque se deshacía solito entre traqueteos, paradas en estaciones y apeaderos, visitas al servicio y un par de comidas en el que siempre ofrecías y te ofrecían.
EliminarRecuerdo algunos viajes cortos entre Madrid y Alcalá de Henares en aquel cercanías de fuerte sonido ferroso, en el que viajaba constantemente un señor que se las ganaba haciendo rifas en el tren. Hace tanto que no recuerdo los detalles, pero resultaba muy curioso.
Un abrazo.
Monsieur, convierte usted en maravilloso y hasta apetecible un trivial trayecto lleno de molestos pisotones e inconvenientes. Su forma de ver las cosas las embellece.
ResponderEliminarFeliz comienzo de semana
Bisous
Eso es su elegante forma de mirarme, Madame. Sois encantadora con este villano.
EliminarBisous.
En estos tiempos en los que hay tantos medios para comunicarse, encierras a unas cuantas personas en un sitio cerrado y cuando salen ni se conocen. Somos como planetas que se cruzan en el espacio pero nunca se acercan lo suficiente.
ResponderEliminar¡Qué bien lo has descrito, Leodegundia! Así es, un extraño sistema planetario.
EliminarUn fuerte abrazo.
Me ha encantado compartir viaje contigo. He sentido todo lo que has contado de forma tan maravillosa.
ResponderEliminarUn abrazo Fco.
La maravillosa vive en el Califato de Córdoba; yo sólo soy tu admirador, Elena.
EliminarBesos
Sabías que tenías pendiente un viaje a Madrid y esperaba que lo hicises a mitad de junio pero después de esta urgencia me imagino que el deseo de ver a tu familia se ha cumplido y la economía no está par repetir viajes, lo siento.
ResponderEliminarYo tengo guardada la descripcion de nuestro viaje en el AVE y entre unas cosas y otra no la he publicado y después de leer la tuya, me parece que no verá la luz.
Un abrazo y me alegro de que estés en casa.
Ah!!! Buen día mañana.
Un abrazo
¡No te reprimas, enfréntate a mí! No puede ser que guardes tu relato por causa de este, no es justo.
EliminarComo dices, no está la vida para dispendios y tan cerca de las vacaciones, donde nos encontraremos en el pueblo, no podré ir nuevamente a Madrid. Otra vez será.
Esta noche me pienso ir muy rápido a la cama. Besos.
SOMOS SERES SOLITARIOS, VAMOS Y VENIMOS EN SOLEDAD PERMANENTE... PORQUE NADIE ESTÁ DENTRO DE UNO, NADIE SABE LO QUE SIENTES, CÓMO AMAS... LO QUE SUFRES...
ResponderEliminarBESOS FRANCISCO.
Creo que no somos solitarios, sino que nos da miedo las cortas distancias. ¿Qué sentido tiene que nosotros compartamos escritos y te los martes y que no salude a las personas que viven junto a mí?
EliminarBesos
Además de viajante, eres un magnífico escritor y detallista. Desde luego, a pesar de la velocidad del AVE, eres capaz de dominar con tu pluma el delicioso paisaje, que nos presentas. Enhorabuena y mis mejores deseos de felicidad, para mañana dia NUEVE, ¿vale?. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarTe agradezco el cumplido, Olegario. En este caso tuve claro que tenía que darle la misma forma al texto de lo que iba a contar, donde no existen las pausas, por eso lo máximo punto y seguido. Todo como una bala y todo al mismo tiempo, sin respiración, para terminar hablando de las individualidades, como en el fondo es todo el texto. Me interesa elegir el formato según lo que voy a comunicar, ya que las formas también cuentan.
EliminarGracias por tu anticipo, Olegario.
Un abrazo
Creo que no es que seámos seres solitarios sino que como bien tu dices nos dan miedo las distancias cortas , el acercamiento . Me ha encantado todo lo que has podído observar durante tu viaje en el AVE , la verdad es que en los trenes hay mucha más oportunidad de observar el movimiento , las relaciones , las actitudes , el comportamiento , las distracciones ...de los demás , sobre todo si es un viaje largo , y te das cuenta de la variedad de gustos , costumbres etc que hay en este mundo y que lo que para mi o para ti no tiene importancia , la tiene para otros . Yo cuando voy a Ronda ( mi casa) lo hago en tren porque no hay otra forma de ir de aquí hasta allí , el viaje dura unas dos horas y es alucinante la cantidad de cosas que se observan y los paisajes tan maravillosos que se ven . Normalmente yo voy y vengo haciendo Fotos y seguramente a algunos les pareceré un " bicho raro" .
ResponderEliminarUn abrazo
Lo que he relatado no ha sido todo el viaje, sino apenas la distancia entre Madrid y Puertollano, como un tercio del camino más o menos. Era todo fugaz como un disparo y repetitivo como los pisotones que me llevé; lo cierto es que el individuo que iba enfrente era muy grandote y tenía unos pies descomunales que no le cabían bajo la mesa.
EliminarUn fuerte abrazo, Charo.
Ya ni el viajar es igual que antes. Mientras no te haya tocado uno que ponga los pies en el otro asiento y hable a voces por el móvil no ha estado nada mal. Con tantas individualidades es imposible ponerse de acuerdo.
ResponderEliminarBss
Ni viajar, ni el pan sabe a pan, ni el chorizo sabe a pueblo. En esta ocasión he tenido la suerte que no he llevado cerca al fantoche que habla a voz en grito dando instrucciones telefónicas o se pavonea de una situación que tal vez no le corresponda.
EliminarBesos
jajaja, podías estar contando cualquiera de mis viajes en tren jejejeje, parecía que estaba allí dentro. Un besazo.
ResponderEliminar¿Entonces eras tú la rubia de bote? Jajaja. Yo no cuento nada extraordinario nunca, sino lo que vemos todos, lo que pasa es que a veces no nos fijamos.
EliminarBesos, Tamara.
Me ha encantado, Paco, tu narración de ese regreso en el que anotas punto por punto lo que tus ojos e imaginación perciben. Creo recordar una entrada similar a esta que hiciste sobre un viaje en autobús y que también me gustó mucho. este tipo de relatos me van. Un abrazo desde mi mejana
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