A José Gorría Ramos
Había trabajado desde la muy tierna juventud; se le atravesaron los estudios y tuvo que hacer frente a su vida al dejar los pantalones cortos. Primero fue chico de los recados entregando a domicilio los pedidos del pequeño comercio en el que trabajaba, más tarde lo hizo en un gran almacén a escasos metros de la Puerta del Sol. De haber tenido una oportunidad, de haber trabajado como meritorio o como mozo entre las bambalinas de un teatro, seguro que hubiera sido una estrella de la dramatización, a juzgar por sus grandes dotes interpretativas. Tenía una memoria portentosa y recordaba los diálogos de La Verbena de la Paloma con toda fidelidad; le hubiera gustado ser cantante en la Zarzuela, pero no pasó del coro de la Fundación Caldeiro y de hacer gorgoritos en las tardes festivas familiares.
Ahora estaba en Long Grove Hospital. Epsom era un lugar apacible en el condado de Surrey al que llegó, después de haber sido artillero en Ceuta, buscando mayores horizontes que el dependiente experto en tejidos. Se le había hecho pequeño Madrid; las distancias que recorría a pie entregando mercadería cuando aún no se afeitaba eran excesivas, pero ahora añoraba aquel callejeo mientras se perdía entre the fog, tan espesa como el olor a anatomía de aquellas salas a las que los nativos no querían ni acercarse. Se ensancharon sus perspectivas cuando a poco de comenzar las clases ya se atrevía a establecer diálogo con los internos. Era una vida chata, pero llena de esperanza. Cada semana, además de unas libras, tomaba conciencia de su progreso en el idioma y soñaba. En verdad soñaba siempre y nunca ha dejado de soñar.
Cuando la nostalgia le arrugaba el alma se imaginaba boy del teatro Martín; de hecho solía ensayar pasos de claqué —tan en boga en la época—, admiraba la destreza de Paquito Cano y vivía la mágica presencia de Celia Gámez en el centro de la escena y dirigiéndole con la mirada. Todo su contacto con España era un aparato de radio, además de las cartas frecuentes a sus padres; Radio Exterior era su confidente, el cordón umbilical que le mantenía en España mientras pilotaba la nave de su porvenir. La noche estaba fría, muy fría; la niebla, siempre espesa, le hizo refugiarse bajo el abrigo de las sábanas y conectó la radio mientras llegaba el sueño: cantaba Estrellita Castro Suspiros de España. La noche fue larga, insomne. Se hicieron presentes los paisajes de Ventas, San Emilio, la calle Toledo, Preciados, las playas y el tranvía de Vigo, la niñez en Alcázar de San Juan y Madrid; siempre Madrid y el teatro; siempre el teatro.
La nostalgia no es ya lo que era.
ResponderEliminarSimone Signoret
La nostalgia es un sentimiento que no tiene fecha de caducidad.
ResponderEliminarSaludos
:) Que maravilla de texto que ni siquiera es un viaje sino muchos viajes... Un abazo, Francisco
ResponderEliminarPerdón, corona soy yo, jaja...me hice un nick diferente con una cuenta difente para otro proyecto diferente que al final se quedó en proyecto sólo y ahora tenía abierto ese correo y por eso ha salido esa firma...lo siento
ResponderEliminarQue bonito lo has contado, retratas muy bien la morriña del emigrante, lindo homenaje
ResponderEliminarfeliz fin de semana
Siempre hablando de sus defectos pero siempre echándala de menos cuando estamos lejos.
ResponderEliminarUn texto formidable.
Un beso Fcº.
Un relato precioso, y un personaje con el que me siento identificada en muchos puntos, aun en otra epoca.
ResponderEliminarFeliz dia
Bisous
Qué triste el estar lejos de lo que uno quiere y recuerda. La añoranza que siempre viene a visitarnos en forma de copla o en forma de paisaje rememorado.
ResponderEliminarUn saludo.
Nostalgía , añoranza , llamala como quieras, pero siempre nos suele visitar cuando estamos lejos de lo que amamos.
ResponderEliminarBonito relato . Un beso
Los sueños trasladan a lugares lejanos, es fácil cerrar los ojos y volar a sitios añorados del pasado. Se logra vivir en dos sitios a la vez.
ResponderEliminarUna bella historia.
Un beso.
La historia que relatas en este momento ha cambiado de bando. Están en este país llamado España los miles que sienten la nostalgia de su tierra de origen. Y la mismas dificultades para rehacer la vida y habitualmente el mismo rechazo.
ResponderEliminarUn saludo
Yo he vivido muchos años fuera de España y se lo que es sentir nostalgia y morriña.
ResponderEliminarUn precioso escrito Paco, como todos los tuyos.
Un fuerte y calido abrazo
Recuerdos y nostalgia, dulce y amarga esencia de lo que somos y lo que fuimos.
ResponderEliminarSaludos
Nunca hay que dejar de soñar pero la vida nos lo pone difícil muchas veces.
ResponderEliminarGracias por este excelente relato Francisco.
Siempre me dieron pena los teatros cerrados, siempre pienso que hay fantasmas dormidos en las butacas esperando a que empiece el espectáculo.
Vidas duras, desangeladas.
Un abrazo alma sabia.
La soledad y la falta, o el recuerdo de los buenos ratos y sensaciones es el desenlace de la nostalgia. Nostalgia que no es otra cosa que un pequeño dolor de lo que se desea y no se tiene. En este caso su Tierra.
ResponderEliminarBonito homenaje.
Recibe un saludo de lo + cordial.