Si bien el mundo de las cofradías no descansa a lo largo del año, en cuaresma la actividad se hace casi frenética, llegando a ser mayor el número de actos que se celebran que el de días y no queda más remedio que seleccionar. Anoche acudí a una mesa redonda con motivo del cincuentenario de la corona a la Virgen de los Dolores de la hermandad de Las Penas. Organizada por el grupo joven, se trataba de escuchar de boca de aquellos jóvenes de hace cincuenta años los pormenores y peripecias para llevar a cabo el proyecto.
Intervinieron José Luis Caballero, Cristóbal Alba y Carlos D'Herbe. Tras la apertura del acto, con apenas una semblanza del motivo de la convocatoria, tomó la palabra el diputado de juventud actual y trató de presentar a los ponentes. Digo que trató, porque desde el instante mismo que mencionó el nombre de uno de ellos éste tomó le interrumpió, completó, adornó, justificó y entró en los prolijos detalles de lo que de su prodigiosa memoria octogenaria iba surtiendo. Usurpada la palabra, o mejor dicho, entendiendo el presentador que su concurso no era necesario, renunció a seguir intentándolo y el acto discurrió por los terrenos que los borbotones memorísticos de aquellos tres nobles ancianos fueron sacando, al tiempo que interrumpiéndose, del arca de sus vivencias.
Como marcaba el guión se habló de la corona y de las vicisitudes para lograrla, pero también y fundamentalmente de lo que los ponentes quisieron en cada momento o sus memorias volcaban en esos instantes: aquellos primeros acuerdos tomados en la frágil servilleta de un bar, las rifas y sorteos para conseguir el dinero necesario para pagar al orfebre, el ruego al Señor de que el premio recayera sobre las papeletas no vendidas para que no resultara un fiasco, la recolecta de plata, casa por casa, de aquellas joyas rotas o deterioradas o no pero entregadas con generosidad, el sometimiento posterior de los acuerdos de los jóvenes a la junta de gobierno y las múltiples anécdotas vividas, siempre en la capilla profana de un bar cercano.
Estos ancianos hablaron de lo que quisieron; habían retomado el protagonismo y aprovecharon el momento para ser de nuevo historia viva de la hermandad. En el auditorio, junto a mí, otro octogenario que había participado en aquellas aventuras afirmaba o les contradecía en voz baja, cuando no les apuntaba cargado de la impaciencia que no le permite mayor demora. En suma, una delicia de charla que tenía más de historietas de abuelos que de acto riguroso, donde el guión supuestamente establecido quedó arrinconado en favor de los borbolleos memorísticos y de los buenos ratos vividos en aquel menester.
Cuando quien presidía la mesa, tras agradecerles la participación, leyó el nombre de todos aquellos que cincuenta años atrás formaron el grupo joven, Cristóbal iba diciendo: ese ya se fue; ese está, pero muy pachuco… Como todo buen acto cofrade, acabó con “un pescao”. Otro día hablaré de las freidurías de pescado, tan andaluzas, tan sevillanas, y de la estrecha relación entre una noche cofrade y su remate en “un pescao”.
Eso el lo más hermoso, el reconocimiento a los pioneros porque ellos es lo único que necesitan para mantener la ilusión: recuerdo.
ResponderEliminarNos haces ver con todo detalle, el mérito y satisfacción de quienes empezaron una tarea y pueden contemplar el fruto de sus empeños. Para una antología costumbrista. ¿Por qué no recopilas tus recuerdos y les pones tapa de cartón? Un beso
ResponderEliminarSólo lo comprenden bien los que lo han vivido. Te lo dice un sevillano afincado en Madrid que pasaba todas las semanas santas en la casa de sus abuelos de la calle Sierpes.
ResponderEliminarUn saludo.
Como la curiosidad es un vicio humano y de tanto verle comentarios en blogs amigos, como el de Cayetano y otros, como humano que soy, he pasado por su espacio y me alegro de encontrar vivencias y reflexiones que me tocan tan de cerca, como andaluz de huelva y sevillano de residencia. No soy muy semanasantero, pero entiendo y comprendo ese sentimiento. Volveré a leer otras entradas tan interesantes como hay. Un abrazo desde ArteTorreherberos.
ResponderEliminarNos haces compartir contigo tus vivencias con tantos detalles, que es una delicia leerte. Un beso
ResponderEliminarQue curioso, todo ese mundo de las cofradias y de la semana santa, vivirlo así en directo, yo generalmente veo las procesiones, y si estoy en pueblo voy a la procesión, pero nada mas.
ResponderEliminarGracias por contarnos estas vivencias.
Un beso
Nunca he logrado asistir a la semana santa andaluza y la verdad es que me gustaría, pero por aquí también tenemos esas obligaciones aunque se viva de manera distinta a la vuestra.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué bonito! Parece que lo estoy presenciando.Tu relato breve y descriptivo me pareció enternecedor. Serías tú también uno de ellos? No dejes de deleitarnos con el pescao. Beso
ResponderEliminarMi agradecimiento a todos por tan amables comentarios. Especialmente a las nuevas incorporaciones, Trimbolera y Paco Hidalgo: sean bienvenidos.
ResponderEliminarFelipe: Cuando quieras hacer realidad el sueño de vivir la Semana Santa de Sevilla, yo seré tu lazarillo, mi esposa tu anfitriona y mi casa tu casa.