El agua, junto con el aire que respiramos, es el elemento vital para la vida. Recuerdo mi niñez siempre cercana al agua. En la plaza, Los Chorros, donde las familias se surtían de agua para el consumo humano, y El Pilar —del que junto a Los Chorros ya hablé otro día— o abrevadero de los animales. Entonces el agua era gratuita, pero más valorada que la que hoy tenemos al alcance de medio giro de muñeca y factura trimestral.
En el río, hoy cubierto y ofreciendo su espacio como aparcamiento, estaba centrada gran parte de la actividad de aquella agricultura de subsistencia que tanta hambre mitigó y que hoy está prácticamente abandonada. Caudaloso en invierno y fuerza motriz de los molinos a orillas de su cauce, seco y casi desapercibido en verano por la sangría venosa hacia las acequias que regaban los campos y la merma natural de la estación seca.
Durante buena parte de la primavera y el verano, las acequias tomaban un protagonismo de vida que hoy difícilmente se comprende. El campo tenía sed y las cosechas dependían del buen aprovechamiento del agua. De igual modo que heredamos de nuestros antecesores una mezquita sobre la que construir una iglesia encima de sus mismos cimientos, la canalización del agua en acequias era también herencia del tiempo anterior a la Reconquista, como la disposición del terreno en terrazas y bancales acoplándose a lo escarpado del terreno.
Las madres metían sus restregadores de madera en las acequias para hacer la colada, mientras los niños jugábamos con el agua y veíamos cómo se alejaban las flotas de papel o corcho que hacíamos navegar por el canal. Un sistema de tornas conducía el agua de propiedad en propiedad, por riguroso orden, del que se ocupaba el alcalde agua, y todos apreciaban y respetaban la generosa naturaleza y sus dones. Antes de comenzar la temporada de riegos, los vecinos fijaban un día para comunalmente limpiar las acequias, de modo que no hubiera escapes que menguaran el caudal. Arrancaban malezas, reparaban los posibles derrumbes, y los niños éramos educados en la valía y el respeto al elemento primordial de la vida. Eran riegos por inundación, los cuales los tiempos modernos han ido transformando en goteos más aprovechables, pero eran tiempos en el que a muy tierna edad se aprendía la lección del sistema venoso para el vergel de las huertas y la importancia del agua para la supervivencia.
Al final habrá que volver, más por necesidad que por vocación, a una forma más natural y primitiva de subsistencia. Creo que la humanidad se ha alejado demasiado de su original forma de vida. Me veo con el cántaro ante el caño de la plaza.
ResponderEliminarUn saludo.
Recuerdo a las mujeres con sus cántaros, llenándolos en la fuente de la plaza, como dice Cayetano. ¿ Volveremos a eso ? Quizás, pero yo no o veré. Feliz día del padre y un beso a Pepita
ResponderEliminarEn mi entrada "La merienda" también aparecen las acequias como lugar de juego preferido por los niños. Me ha gustado la entrada.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Estupenda evocación. Saludos desde Gran Canaria. Ángel
ResponderEliminarMaravilloso Francisco.
ResponderEliminarCuánta nostalgia por aquellos maravillosos años.
Me devuelve detalles finísimos olvidados y siempre me voy emocionada y sonriendo tras leerle.
Muchas gracias.
P.D. Las ilustraciones y fotografías que escoje... ¡siempre cuidadas!
una imagen perfecta del recuerdo, gracias Francisco. Bellamente descripto
ResponderEliminarbesos!!
Durante la estancia de los árabes en España el agua, junto con la leña del monte eran bienes comunes que nadie podía privatizar. La ideología medieval hispana desvirtuó ese sistema. Yo también tengo mis recuerdos de infancia mezclados con acequias, pero a partir de agua de pozos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bonitos recuerdos los tuyos tan lejanos de los mios. Yo siempre he conocido los grifos:) que poco romático.
ResponderEliminarUn beso
Una preciosidad como siempre y tu forma de expresarlo es tan relajante como el agua que fluye despacito, poquito a poco.
ResponderEliminarHermosa tu imagen también.
Muchos besos Francisco.
En la provincia de Granada se están ahora tratando de recobrar muchas acequias que estaban abandonadas y rindiendo homenaje a los acequieros que con su trabajo han hecho posible esa forma de riego tan ecológica.
ResponderEliminarQue momentos y ratos maravillosos de la niñez, ahora nuestros niños estos no los tienen. Teníamos menos, se nos daba disciplina y una buena educación, a cambio de pequeños recuerdos totalmente preciosos. Esos ríos en medio del bosque, la búsqueda de agua al chorro del manantial, limpia y cristalina, su sabor, el valor que se le daba y le doy, la familia, los juegos infantiles con ellos y el correteo por la hierba..Que recuerdos, de los pocos.
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