Hubo un tiempo en el que tenía una carta manuscrita al día: los lunes dos y el domingo ninguna. Se hizo tan cotidiana la carta diaria como el panuestro y al igual que éste, tampoco podía pasar sin su ritual; solía abrirla rasgando el sobre con un cortaplumas y aspirando el aroma de la personada amada. Entonces aún no recibía cartas del banco y ni siquiera tenía cuenta corriente. Cobraba en metálico, en un sobre color paja con el que de inmediato acudía a pagar a la patrona. Vivía en el entorno de Tirso de Molina, detrás del teatro Calderón, en un ambiente de jóvenes trabajadores y estudiantes al cincuenta por ciento. Tenía el corazón enamorado.
Soñaba. Madrid no era todavía una ciudad enloquecida, sino chispera y entrañable, con mucho de pueblo y todos los acicates de la ciudad: una cartelera interminable de teatros, cines… aún había sesiones en el Price, donde tuvo ocasión de ver volar a Pinito del Oro y aquellos espectáculos de ópera flamenca y variedades tan del momento. La entrada al museo del Prado, por la puerta de Goya, la avecindada con el Ritz, era casi instantánea. Allí acudía muchos días y se olvidaba del tiempo en sus salas y galerías nutriéndose de colorido, de arte y de historia. Cuando regresaba, encontraba sobre su mesita de noche la carta del día, si bien no perfumada sí con el aroma característico e inconfundible. La abría con mimo, se la llevaba a la cara para olerla profundamente y la leía con delectación. Venía cargada de los besos y abrazos no materializados, mas también de la carga energética para esperar a la siguiente.
Con frecuencia, cuando los turnos de trabajo o el descuido impedían que la respuesta llegara puntual, enfilaba desde Antón Martín la calle Atocha con la mano apretada camino de la estación. Disfrutaba viendo salir los trenes y la música férrea que hacían en el traqueteo de la lenta arrancada. Calculaba las fechas que le faltaban para subir al tren en lugar de la carta. Antes había localizado la vía de salida y el vagón correo y así se cercioraba de que al día siguiente estaría en destino. El papel soporta todas las promesas, todos los idilios y hasta las torpes rimas de los jóvenes enamorados; aquellas eran cartas llenas de promesas y de besos de tinta a falta de arrumacos. Hoy sólo recibe cartas del banco y publicidad, pero aquellas promesas se hicieron firmes y tantos años después sigue igualmente enamorado de su chica, de la única chica de su vida.
Muy bonito Francisco, el Amor verdadero es lo que tiene. PRECIOSO.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estupenda crónica-relato de diferente modo de vivir. ¿Cómo hemos cambiado tanto? menos mal que los sentimientos perduran, al ser sinceros resisten las pruebas del tiempo. Beso
ResponderEliminarPrecioso Francisco!! Lástima que casi se hayan perdido ya esas cartas de amor en papel tan añoradas. Un abrazo!
ResponderEliminarNo es que la ciudad haya cambiado tanto, sino que somos nosotros los que la vamos viendo de otra manera con el paso del tiempo, porque ya no tenemos esos años ni aquellos pálpitos del primer amor ni la ilusión de empezar una vida como adultos. Ahora tenemos la época del "mantenimiento", del equilibrio, de la madurez... otra cosa.
ResponderEliminarUn saludo.
que magna belleza nos regalas en este texto, esta asturiana te da inmensas gracias por acariciar nuestos sentidos con tus sublimes letras y te manda un besin muy grande.
ResponderEliminarMenos mal que acabó bien la historia, por un momento pensé en uno de esos amores imposibles.
ResponderEliminarEscribes muy, muy bien.
Brillante.
Besos Francisco y feliz domingo.
Hace 35 años, cuando me vine a vivir a este piso, rompí cientos de cartas que había enviado diariamente en otro tiempo y que me fueron devueltas al terminar aquella relación. Y me costó trabajo, porque reviví lo bueno y lo malo de entonces.
ResponderEliminarQué belleza :)
ResponderEliminarLe diré que yo aún escribo esas cartas. Pour plaisir, porque son tan románticas, porque adoro la tinta y el papel, y los viejos sellos y el buzón de correos. Cartas sin prisas, mensajes que tienen el dulce sabor de la nostalgia.
Feliz domingo
Bisous
Que bello escrito, esperar al cartero con las cartas soñadas es un placer que no nos da internet, aunque muchas veces pienso que la rápidez y la facilidad de contacto que nos da la red quizás habría cambiado el final de muchas historias de amor.
ResponderEliminarUn saludo.
Precioso y lleno de ternura. Una pena que las cosas bellas se hayan quedado arrinconadas. Esperemos que no pase igual con los sentimientos.
ResponderEliminarUn beso Francisco.
¿Donde habrán ido a parar las cartas de amor que escribí?, ¿y donde están las cartas que me escribieron?,irremediablemente perdidas, pero aún perduran en mi recuerdo y las revivo de vez en cuando.
ResponderEliminarPreciosa entrada Paco.
Un fuerte y calido abrazo
Desde hace tiempo solo recibimos correspondencia comercial y publicitaria.
ResponderEliminarMe gustó la entrada.
Una carta, un papel con letras,
ResponderEliminarsignifica tanto para mí
cuando es tuya,
que si me falta
es como si me faltase parte de mí.
Todos los que hemos escrito y recibido cartas de amor sentimos cierta añoranza al recordarlas.
Bonita entrada. Besos
Una auténtica delicia.
ResponderEliminarGracias, Francisco. Yyyy ¡Enhorabuena! ;)
lindísimo, y tan tierno
ResponderEliminarbesotes Francisco
Eso es lo más hermoso Francisco, seguir tan enamorado de tu chica como al principio.
ResponderEliminarMi aita le dice a mi ama todos los días que es su reina, y muchas cosas más... ella se ríe y se sigue ruborizando, como imagino que lo haría de jóven. Y a mí estas cosas me encantan, me llenan el corazón de ternura, me reblandecen (que no me hace falta nada)...
Y todo ello a pesar de las cartas del banco, eh!
;)
Me ha gustado muchísimo tu relato, muchísimo!
Además, es que escribes condenadamente bien!
Un abrazote!
Que bonito :) Ningún e-mail, ningún post, ningún sms podrán nunca competir con el tacto del papel donde el puño y la letra de los que querermos dejaron sus huellas.
ResponderEliminarUn beso, Francisco
Hace tiempo que no te comento nada, pero no por eso te tengo olvidado. Para mi se ha convertido tambien en ritual el leerte, y por las magnanas me conecto para ver con que sorpresa me deleitas.
ResponderEliminarDale un fuerte abrazo a la enamorada de mi parte.
Que lindo Francisco, en un deleite leerte y disfrutar de tus entregas, un abrazo cálido.
ResponderEliminarAl descubrir la mañana se inicia un sendero de sueños donde el alma goza desnuda, al lado de la humildad. Y al reclinar la tarde, medita bajo la atenta mirada de la sensación reconfortada.
ResponderEliminarSoy un caminante que inicia el vuelo en busca de un sueño...
Viajando por el mundo, en cada uno de los pilares que se van forjando con el paso del tiempo llamados amistad.
Un día te conocí por obra del destino, percibiendo en el fondo de tus pupilas el mudo silencio de la soledad y el sentimiento ajenos a ti, para ser consolados con tus rimas en las horas de sombras inciertas.
Razón por la que descanso en los laureles de la colina del ruiseñor, al verme reflejada en el haz de luz que de tu alma vas desprendiendo...
Buen comienzo de semana!!
María del Carmen
Cartas de amor,del verdadero; del sentimiento
ResponderEliminarsembrando aromas, acelerando los latidos del corazón, tanto al escribirlas como al recibirlas, con el juvenil alborozo y el ecanto del tiempo en que soñar era la constante y el impulo de vivir amando.
Tiempo pasado pero inolvidable.
Muy buen texto ¡FELICITACIONES FRANCISCO!
Un beso para tí y tu chica de Juliana
Tiempo en espera.
ResponderEliminarMisivas anheladas.
Amor soñado.
Gracias, Francisco.
Inmejorable el texto.
Cordial saludo.
Citas rincones comunes, y yo también escribía a diario esas cartas, y las recibia, y las conservo. Me encanta haberte leído aunque con retraso:)
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