22 diciembre 2010

SIN TECHO

Vivía en la calle; se tapaba con cartones y de cartones libaba el néctar con el que entrar en calor; nadie consideraba vida a su vida, pero él le hacía frente cada día con el ansia inmediata de la supervivencia. Su coche tenía abolladuras, pero no tenía matrícula: siempre estaba estacionado en el mismo lugar, hasta que un mal día le adhirieron al cristal delantero un ultimátum con grandes caracteres en rojo;  tres semanas más tarde lo retiró la grúa y su techo volvió a ser el firmamento. Pasaban junto a él y no le veían; para entonces ya estaba acostumbrado a no ser nada para nadie. Pero llegó él, le tendió la mano y le respondió con una  mirada huraña; otro día, volvió a tendérsela y lo miró con desconfianza; lo hizo de nuevo más adelante y le respondió con gesto interrogante: estaba acostumbrado a pasar desapercibido, a no ser visto; le insistió otro día y le dibujo una tenue sonrisa que hablaba mudamente de esperanza.

Jamás pedía nada, pero aceptaba lo que voluntariamente se le ofrecía; aquella primera mirada desconfiada se tornó dulce y acogedora; le adivinó el ritmo y cada visita estaba como precedida de un presagio de larga espera. Estaba enfermo, pero no sabía que lo estaba y desconocía su derecho a curación y aceptaba como un sino su final certero y no distante. La ventaja de los pobres es que ya tienen asumida su fragilidad desde la humildad y la desposesión, así que no tienen tentaciones que vencer ni nada a lo que aferrarse; tal vez por eso resistan con cierta dignidad el abandono. Pudo convencerle y lo acompañó al médico, éste lo derivó a la unidad de dependencias y escapó como de estampida para no ser recluido. Días más tarde reconoció al desconocido samaritano como el único que hacía por ayudarle y le pidió perdón por la escapada. "¿Puedo volver a consulta? –le preguntó con el miedo de un niño que ha hecho una travesura-, nadie me había dicho nunca que me quiere”. Desde ayer está interno, ahora recibe tratamiento de desintoxicación, confiado en que para ese transeúnte anónimo sí que existe. 

8 comentarios:

  1. Ojala lo consiga, pero ¿después podrá llevar una vida digna?.

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  2. Ay qué hermoso, monsieur. Late la esperanza en esa decisión, y cuando menos ya ha conocido lo que es sentirse querido y que alguien se preocupe por él.
    Ojala salga adelante.

    Feliz dia

    Bisous

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  3. Siempre que se cierran todas las puertas, queda una rendija en alguna ventana por la que escapar. Dicen que por ella entra una luz color verde y su nombre es esperanza.

    Tierno texto Francisco.
    Un abrazo.

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  4. Bendita sea la fecha que une a todo el mundo en una conspiración de amor.
    (Hamilton Wright Mabi)
    .

    Francisco Espada:
    Deseandote una Nochebuena y Navidad poblada de buenos sentires, recibe mi cariño.

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  5. La Navidad. aunque llegue, para muchos no significa más que unos días de frío en el que la gente parece acordarse de uno, aunque nunca hayan reparado en ti. Este caso es muy distinto, porque no había premeditación festiva; mucho mejor.

    Saludos

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  6. Hacemos que no vemos nada, pero están ahí y estas fechas son terribles para ellos. Muchos mueren de frío en la calle, a nadie le importa, estamos demasiado preocupados comiendo mazapán.
    Perdona mi tono.
    Me gustó muchísimo la entrada.
    Besos miles y mucha felicidad para ti y para toda tu gente.

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  7. Pero alguien estaba ahí, atento, consciente de que necesitaba ayuda, le ayudó. Gracias a él, ha tenido la atención médica necesaria, y sobre todo una gran muestra de amor de un desconocido, hecho que le ha llenado de alegría y de esperanza por un mañama mejor.

    Un beso y un fuerte y calido abrazo

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  8. Descubro tu blog, y me quedo en él, me gusta mucho los temas que tratas.

    Feliz navidad.

    Saludos.

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