Eras más, muchísimo más
que un lucido cuerpo en desarrollo,
eras… el continente soñado.
Eras mucho más que una boca prudente
en pavoroso incendio
del que resbalaba una sonrisa de jade
del tamaño de una estocada inocente
encarnada en mujer.
En ti estaba todo el balance
en condiciones óptimas de cotejo.
Y así fue. Y así sigue siendo
más de medio siglo después.
Ahora, agotados los bríos,
cuando ni tu cuerpo ni el mío
se ajustan a patrones y estereotipos
con los que alardear sino de mermas,
sigue incorrupta esa imagen primera,
y con el broche de oro de esta pertenencia
que ni la perpetuidad eterna podrá con ella.
Si, pero pese a ello, se hace lo que se puede y te dejan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es lo que era, pero mucho mejor.
ResponderEliminarAbrazo para dos.