Queridos Reyes Magos:
no puedo reprimir mis ampulosos deseos,
por tanto, para ser menos gravoso
a cada una de sus Majestades,
me inclino por repartir mis peticiones.
A su Majestad Melchor:
me atrevo a pedirle un áureo rayo de luz,
y también de mesura,
para poder evaluar el costo de las cosas,
en especial cuando las obras son ajenas
y mi reconocimiento más esquivo
que cuando me miro a mí mismo
o a mis intrascendente obras.
A su Majestad Gaspar:
una perfumada “fumata” de incienso,
aunque contenido en márgenes permisibles,
de forma que no desvirtúe el aroma
de quienes se me aproximan
y pudieran pasarme desapercibidos.
A su Majestad Baltasar:
quiero pedirle mirra abundante,
que sea generoso a manos llenas,
no tanto para embalsamar
a quienes pasaron por el tránsito,
sino para evitar
que mueran tantas criaturas
de entre los descartados de los arrabales,
como esos que están siendo expulsados,
también de la periferia,
porque la propiedad inmobiliaria
tiene hambre endémica de bienes
y se ha instalado en la escalada
de alquileres infinitos
e incomprensibles candados externos.
Le quiero pedir también un poco de calor
con el que tapar los harapos
y pan de la multiplicación que nunca se agote,
para mitigar el sonido de órgano
a tripas vacías.
Y un mucho fecundo de solidaridad y comprensión,
y unas manos abiertas en recepción de acogida
y que reparta ampulosamente la esperanza.
En sus majestades pongo mi fe,
en el milagro en el que creo desde la infancia,
la materialización de lo imposible.
Los Reyes Magos ofrecian regalos, oro incienso y mirra, ¿pero que pedian a cambio?, la historia no lo cuenta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los magos siempre llevan una carta oculta en la manga.
EliminarUn abrazo.
Hago mía esa carta a los Reyes Magos y a vosotros os envío un fuerte abrazo
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