Han pasado veinte siglo,
Herodes ha cambiado de nombre,
pero la hiel fermentada y putrefacta,
siempre está sedienta,
siempre aderezada con nuevo aliños y alianzas,
siempre vil en sus vilezas,
cual alimaña.
Se nutre de la ternura de la infancia,
donde adoba su mala inquina
y el desprecio más absoluto
por el género humano.
Han debido pensar que está en Gaza
el Divino Niño
y la fórmula inequívoca es el exterminio.
Ni siquiera mirar de soslayo
a los habitante de los escombros,
sino interrupción definitiva
que nunca jamás puedan germinar.
Han pasado veinte siglos,
pero el longevo Herodes tiene su sangre envenenada
y el genocidio lo asume
como mal menor,
como un viejo remedio.
Ayer como hoy, otros nombres,
distintas circunstancias, pero el mismo ideal,
idéntica obstinación:
acabar con la semilla para siempre.
La semilla del mal está inoculada en el ser humano desde que aparece sobre la tierra, será por eso que tenemos tan mala sangre, especialmente con los más debiles.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quizás en otras épocas hubiera menos información, pero ahora que las noticias salen en tiempo presente, resulta más indignante que no hagamos nada por evitar estas catástrofes. ¡Qué poco hemos evolucionado, Emilio!
EliminarUn abrazo.
A pesar de todo, lo que sucedía antes era peor. Pero como respondes al comentario anterior, no había la comunicación que hoy tenemos. Lo malo, es que entre muchas otras cosas adversas, hoy se difunden muchas mentiras, para mantenernos con miedo y cargo de conciencia.
ResponderEliminarHemos evolucionado y mucho, tristemente no todos por igual. Pues todavía toman las decisiones personas muy desequilibradas.
Recibe un gran abrazo.
Tristemente tienes mucha razón, Sara.
EliminarUn abrazo.