Una falda de rumbosos
vuelos,
larga, desmayada hasta los
tobillos,
una ola viva enroscada a
la cintura,
un vals espera en un salón
de antaño
y música de violines
desencadenando compases
de sobria tonalidad
imperial.
Se saben damas, quieren
serlo
y respetan el orden jerárquico
de apertura,
cuando se sientan
solicitadas con la mirada
y algún gesto cortés.
Entre todas las poses,
una sonrisa singular,
apenas una mueca,
el punto de encuentro de
todas las miradas
y de las apetencias en
competencia.
Rigor en el vestir
exuberante,
rigor en los ademanes
estrictamente estudiados.
Nada se improvisa.
La música impone silencio,
tan solo leves cuchicheos
imposibles de adivinar y
transcribir.
Tejidos generosos para
generosos escotes,
como osados balcones
anunciando el despertar de
la apetencia
y escaparate de joyeros.
Comienza el vals,
una bandada de aves con
faltas
se hace a la pista:
se ha abierto la veda.
Hoy la veda se abre antes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Todo un espectáculo.
ResponderEliminarBesos.
He sentido ese vals a medida que iba leyendo tu poema y esque me encanta escucharlo y bailarlo aunque ya hace mucho que no bailo.Saludos
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