Cae la tarde por el
rebosadero del poniente
como por un difuso camino
de dudas
en la obstinación de una
meta,
pero incierta, tampoco
salva.
Una mirada reflexiva
hacia la mochila de las
culpas
que todo lo colma y
sobrepasa.
Apenas un hálito
y el peso del pasado
sobreabundando
y haciendo alero hacia el
futuro.
La vida desplegada al
viento,
las certezas en
cuarentena,
sin una mecha de luz
con la que acariciar la
esperanza.
El dedo índice en sus
labios
es suspiro aplastado,
un grito de auxilio que
muere
sin subrayados ni ecos,
sin la más remota
posibilidad
de hacerse espuma en las
alas del viento.
La mochila cada vez más
pesada,
todo un lastre,
una sangría que lleva al
exterminio
sin despojarse de la
esperanza.
¿Quien no lleva su maleta cargada?, una maleta que de vez en cuando hay que vaciarla, de no hacerlo no puedes seguir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay!!! esas mochilas, que llenas suelen estar, a veces cuesta vaciarlas, pero hay que hacerlo y seguir creciendo. Precioso el poema, algo muy humano Francisco. Buen día. Un abrazo
ResponderEliminarTodo o ser humano carrega uma mala com coisas muito suas. Acontece é que essa mala pode ser visível e/ou invisível. Belo poema.
ResponderEliminar.
Poéticos e cordiais cumprimentos.
.
Mientras más años se va teniendo, la carga se hace más pesada.
ResponderEliminarQue tengas un bonito día.
Besos.
Y cómo pesa esa mochila de las culpas y que difícil resulta despojarse de ellas por más que se desee. Es verdad que en muchas ocasiones nos culpamos de algo que igual no nos correspondía porque pensamos que podíamos haber hecho más y no lo hicimos... Siempre nos quedará esa esperanza.Saludos
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