Alguien que nos había
imaginado
ha prendido una fanal
luminoso,
colgándolo en lugar
inaccesible,
y su luz se ha esparcido
por el valle
borrando las sombras,
como a mí me apetece
borrar de tu rostro
todo rastro de dudas y
pesares.
Sigo siendo residuos de
aquel joven
que un día se vio
reflejado
en el espejo inmaculado de
tus ojos
y buscó los grilletes incorruptos
con los que encadenarse
a tus dóciles maneras para
siempre.
Montaña abajo, tras la alegoría
de piedras,
y cuando ya se agota el
valle,
y los arroyos se remansan,
y la arboleda se convierte
en vega fértil,
un relato fabuloso sobre el
que improvisar
el vivir apacible del cada
día.
Así, recostado el uno en
el otro,
en el equilibrio del
amparo ajeno,
este tránsito
contemplativo
por el que discurren
nuestras vidas
en la realidad diaria de
lo soñado,
lo vivido, amado y
compartido.
qué bonito
ResponderEliminarsaludos desde Miami
Aunque el tiempo pasa factura, siempre queda algo del joven que unos años atrás eras.
ResponderEliminarBesos.
Una preciosidad de poema y tu siempre romántico.Saludos
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