Fotografía de María del Pilar Ferrari Díaz |
Y en la brisa se columpia
la impaciente primavera:
el verdor de los naranjos,
las golondrinas primeras,
el azahar, nieve radiante
y el vuelo de los insectos
de flor en flor banquetean.
Hasta la orilla del río,
corriente mansa que espeja,
se asoman para mirarse,
desbordante juventud, él y
ella.
Y construyen sus castillos
de ensoñaciones extremas,
de cálculos infinitos
y de futuras promesas.
Y los besos y arrumacos,
─adocenada cosecha─
de gestos y de miradas,
de caricias que son fiesta.
En el crepúsculo huye
naranja que fuego era,
y pone tintes dorados
en una y otra ribera.
El sol, como ensimismado,
hacia el Conquero se aleja
y va dejando en su estela
endechas, glosas y rimas,
liras y octavas reales,
fibras de sin par madeja,
que a los jóvenes envuelven
mientras se juran promesas.
Una imagen de amor y primavera en forma de romance.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Romance de valentía. Solo le ha faltado la voz de Juanita Reina.
EliminarFeliz domingo.
La primavera transcurre como todos los años, sin embargo los seres humanos, no la podemos recibir igual.
ResponderEliminarBesos
La mayor parte de las cosas que apreciamos están en nuestra sensibilidad.
EliminarBesos.
Una imagen preciosa y un poema que nos muestra la destreza y belleza de tus versos primaverales, Francisco. Un placer leerlos y cargarnos de esperanza.
ResponderEliminarMi abrazo y mi ánimo, amigo.