Era septiembre cuando vi
rasgarse el velo
de un telón que más que de
acero
parecía morar en las
antípodas.
En mi infancia llegué a
creer
en un pueblo de posibles
humanoides
con rasgos bien diferenciados
a los nuestros.
En el control de entrada,
las maletas se echaron una
larga siesta
ante la minuciosidad del
funcionariado,
con gorras de plato que
miraban al cielo.
Mereció la pena. La
grandiosidad general
lleva la misma proporción de
la Plaza Roja;
aunque lo ostentoso no está
dirigido a los sencillos,
salvo los signos
ornamentales
y un significativo número de
estaciones de metro.
Pueblo disciplinado y
respetuoso,
cuya clase social única se
ha disociado
entre usuarios de toscos
utilitarios
y las grandes marcas
automovilísticas europeas.
Como la religiosidad,
larvada durante décadas,
también un capitalismo
prepotente
que se queda anillado en los
dos o tres
cinturones de la ciudad y de
ningún modo lleva
a los colmenados bloques de pisos del extrarradio.
Así y todo, veinte años
después de la Perestroika,
el museo de la Historia del
Gulag,
con la narración gráfica de
las masacres estalinistas
que se tragó el frío
siberiano,
mientras nosotros no podemos
o queremos
mirar hacia nuestras
denostadas cunetas.
No, no solo no quieren que se miren a esas cunetas, es que nos dicen que ahí no hay nada y, con el tiempo, se lo creerán las futuras generaciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya va siendo hora de acabar por completo con el fratricidio y dejar a los muertos descansar en paz, pero con todos sus honores.
EliminarUn abrazo.
El ruso es un pueblo habituado a las crisis, a las guerras, a las privaciones, a los zares de turno, sean blancos, negros o rojos. Eso imprime carácter.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Seguramente será así, Cayetano, pero a mí me impresionó la existencia de dicho museo cuando el régimen no había cambiado tanto.
EliminarUn abrazo.
Francisco, un pueblo que no reconoce, que no pone en orden los desordenes de otros tiempos, es posible que vuelva a cumplir los mismos atropellos a la ciudadanía. Esperemos que se urge y se puedan sacar tantos cuerpos aun sin declarar que fueron tirados al ser asesinados.
ResponderEliminarAbrazos
Ese es el peligro, Isa, esas reticencias que no me explico bien a dónde conducen. Espero que estés mejor.
EliminarUn abrazo.
Hay que buscar la paz...la guerra no conduce nada más que a la destrucción.
ResponderEliminarBesos
Y una guerra civil es el mayor de los desastres con verdaderas atrocidades por ambos lados. Ojalá no volvamos a esas nunca más.
EliminarBesos.
Qué buena descripción de Moscú has hecho, Francisco...Yo si que admiro tu riqueza de vocabulario y los giros expresivos, que enriquecen tus poemas.Salta a la vista tu ingenio y poso cultural, amigo.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo entrañable.
Esas gafas tuyas de amor me favorecen mucho, María Jesús, pero en el fondo sabes que soy corriente y moliente. Un mayor que ha vivido y tiene la suerte de recordar.
EliminarUn fuerte abrazo.
Me encanta ir leyendo tus viajes, recuerdos, sensaciones... teñidos de tu mirada inteligente. Es un gusto.
ResponderEliminarBuen poema-crítico
Un fuerte abrazo
Me ha gustado ea descripción de un pais que me hubiera gustado mucho conocer.De poner un Museo en España de esas características tendría que ser de las atrocidades de ambas partes pero conociendo a los españoles seguro que sería para separar todavía mucho más a las dos Españas.Saludos
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