La indiferencia es esa
estatua
que ni se frota las manos
las crudas noches de
invierno,
ni espanta las palomas
que gorjean y hace sobre sí
sus deposiciones;
ni gesticula, ni resopla en
plena canícula.
Hay alguien apostado a la
puerta del súper
con un rótulo de mala caligrafía
sobre un cartón con tantas
faltas de ortografía
como hijos a su cargo.
No se puede asegurar su
origen.
Tiene color cetrino,
pero puede ser una
sobredosis de intemperie,
incluso falta de aseo.
Tampoco del ropero se viste
a la moda
y la talla tiene más que ver
con la suerte y el orden de
llegada.
De tarde en tarde una
pequeña dádiva
con la grandilocuencia
de una canonjía
insustancial.
La indiferencia es esa
mirada de bronce,
o tal vez de mármol,
que deja en el semblante
frío de estatua
y desnuda el alma
de quien pasa sin ver y sin
sentir.
Genial. todos somos un poco estatuas, nos hemos acostumbrado a ver la desdicha ajena. Muy bueno y muy cierto.
ResponderEliminarSAludos.
Muchas gracias, Manuela, por mirar y ver.
EliminarUn abrazo.
Al final, muchos se acostumbran a verlos como parte del mobiliario urbano. Y la indiferencia surge como cuando pasas al lado del buzón de correos y solo usas el correo electrónico.
ResponderEliminarUn abrazo, paco.
Esa es la desdicha: mobiliario urbano. La mayoría ni aprecia lo público y otros hasta lo maltratan.
EliminarUn abrazo.
Poema muito bonito de que gostei muito. Deixo o meu elogio.
ResponderEliminar.
Elogios poéticos.
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Pensamentos e Devaneios Poéticos
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Muchas gracias, Rykardo.
EliminarAbraço.
Es cierto, Francisco. Miramos las estatuas frías, insensibles y distantes, sin darnos cuenta que son un símbolo de nosotros mismos...A veces pasamos por la vida sin ver, ni sentir la realidad que nos grita y reclama nuestra atención...Y estamos en un momento crucial, muchas voces y miradas nos esperan por las calles y rincones de la vida...
ResponderEliminarMi abrazo admirado por tu mirada atenta y solidaria.
Pasar sin ver es como comer sin saborear o beber agua sin saciar la sed. Debemos vivir la realidad que nos rodea y ser un poco solidarios: detrás de cada cartel mal rotulado hay un drama al que cada uno podemos ponerle un poco de ungüento.
EliminarUn fuerte abrazo.
Esa indiferencia de esultura es muy habitual ante cualquier persona que está en la calle con cartel de mala ortografía...y eso nos hace más inhumanos.Saludos
ResponderEliminarAhí es donde quería poner las tintas, Charo.
EliminarUn abrazo.
El único no indiferente es el hombre cetrino del cartel. A saber lo que lleva dentro...
ResponderEliminarCada una de esas personas tiene una historia desgarradora. Parémonos a valorar la suerte de haber nacido y crecido en una familia normal, con padres amorosos que te reprendían cuando era necesario o te colmaban de besos en otras muchas ocasiones...
EliminarUn abrazo.
Aveces al caminar pasamos una estatua y ni nos damos cuenta, somos indiferentes a ellas, al detenernos a observarlas pueden brotar lindos poemas que nos hacen reflexionar como este que hoy compartes amigo Francisco. Saludos.
ResponderEliminarEsa ha sido la intención al escribirlo, que nos fijemos todos que detrás de la estatua hay un corazón que late y sufre, alguien que espera un gesto generoso.
EliminarUn abrazo.
Muy bien descrita.
ResponderEliminar¡Qué bueno, amigo! Sobran las palabras.
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