Había dormido en el parque.
Llevaba
consigo sus escasas
pertenencias.
Se despertó a las primeras
luces del día
como con una caricia, sin
violentar la escena,
sin ningún aspaviento;
dulce, quedamente.
Al echar los pies del banco
de madera,
las hojas caídas sobre él
durante la noche
saltaron en su levedad para
caer de nuevo al suelo
y perderse en el anonimato
de la abundante alfombra.
A los primeros pasos, un
redoble crujiente
de ocres, verdes macilentos
y cárdenos ojerosos
envolvían sus pasos en entidad
de mendigo.
Aquella sombra que desplazaba
parsimoniosa
parecía no dirigirse a un
lugar concreto;
junto a la fuente, antes de
beber,
se agachó a recoger una
colilla
que acarició entre sus dedos
con deleite.
Tiraba del esqueleto metálico
y desvencijado
de lo que fuera un posible
carrito de la compra,
con un par de cartones
mugrientos
y otras tantas bolsas de
plástico repletas de… cosas.
De repente la lluvia nos sorprendió
a ambos:
yo me dispuse a cerrar con diligencia
la ventana
y él desapareció de mis
vista para ser de nuevo
tan invisible como siempre
son estas sombras.
Hola Francisco. Un poema duro al que nos estamos acostumbrando a ver y verlo como algo normal. Cuando nos debería de poner en alerta, ya que, nadie estamos a salvo de que un día tengamos esta vida de mendigo.
ResponderEliminarAbrazos fuertessssssss
Esto está pasando de manera invisible junto a nosotros sin que nos demos cuenta, mientras nosotros nos dedicamos a discutir que si galgos o podencos. Así es de dura la vida para bastantes personas, Isa.
EliminarUn abrazo
En un banco del parque, en un rincón de una estación, en un portal entre cartones y sus escasas pertenencias en una bolsa de plástico...normalmente ya mayores, peinando canas, con una historia que desconocemos a cuestas, que tal vez sea lo que más les pesa de todo su equipaje. ¡Qué triste que es la vida y como la desaprovechamos cuando es alegre!
ResponderEliminarGracias por solidarizarte con la desgracia de otros, Angalu.
EliminarUn abrazo.
Dura y cruel la vida de tantas personas que deambulan sin rumbo fijo por la ciudad. Detrás de cada una de ellas una historia que les hizo tomar ese camino...
ResponderEliminar-Cruel caminar por la vida
triste condena su soledad
vagabundo que deambula
por la sombría ciudad-
Un cálido abrazo
Me gusta las personas que se percatan del dolor ajeno, que para ellos no forman parte del mobiliario urbano sino que son personas que requieren toda su dignidad de persona.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hay Banqueros y banqueros.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
...y bancarios que ni pinchan ni cortan, amigo Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Como nadie lo remedie, cada vez serán más las personas sin hogar, la clase media va desapareciendo y ya la sociedad se divide ne grandes fortunas y gentes que lucha para sobrevivir....como hemos llegado a esta situación?....que hagan examén de conciencia los señores políticos.
ResponderEliminarBesos
Ese drama está en estos momentos solapado por la gresca política instalada en Cataluña, pero va en crecimiento cada día. ¡Qué triste!
EliminarBesos.
Dos personas iguales y dos vidas distintas.
ResponderEliminarAl menos no debemos olvidar la utopía de la igualdad, aunque cada día sea mayor el número de personas que caen en ese precipicio social.
EliminarUn gran abrazo.
Que pena que comos sociedad hacemos invisibles a los olvidados, a los que no encajan, aquellos despreciados por la normalidad, cerramos nuestros ojos, preferimos mirar a un lado, nos hace más feliz pensar y nos creemos que no existen, y con aquello desaparece el problema... es todo tan triste en lo que nos hemos convertidos...
ResponderEliminarDices bien, Carlos. Todos debemos meter la mano en nuestro pecho y analizar nuestra postura ante este hecho incuestionable, buscar soluciones y luchar por ellas.
EliminarUn abrazo.
Bello poema, triste realidad,y y mas triste conque facilidad nos acostumbramos a ella.Y si un día nos toca a nosotros o a alguien cercano? Nada hay imposible.Un abrazo
ResponderEliminarEs un asunto que necesita de que todos nos concienciemos sabiendo que algo podemos hacer, al menos no dejar de concederles la dignidad de persona.
EliminarUn abrazo.
No lo llamaría poema. Es una descripción perfecta del día a día de tantos abandonados por el destino y la sociedad. Tremendo. Bss
ResponderEliminarLlámale como quieras, a condición de que te sientas herida por el sufrimiento ajeno.
EliminarBesos.
Tus letras nos van pintando ese paisaje humano y abandonado a su suerte, lo acaricias con sumo cuidado, lo sigues, lo acompañas y lo dejas marchar con el dolor de no poder hacer nada...Sin embargo, tus letras son huellas vivas de su anonimato y sus carencias...
ResponderEliminarMi felicitación por tu profundidad y tu sensibilidad.
Mi abrazo, Francisco.
Muchísimas gracias, María Jesús. A veces están tan deteriorados que poco se puede hacer por ellos, pero algunos casos son recuperables y vale la pena intentarlo.
EliminarAbrazos.
Y nos olvidamos pronto, después de cerrar la ventana. Y al saborearnos el desayuno, ya ni rastro queda ni de la sombra.
ResponderEliminarBesos.
La sociedad actual tiene pendiente derribar los muros y abolir las fronteras para las personas; también la distancia con aquellos que tienen por techo el cielo. Se trata de construir una sociedad más humana.
EliminarBesos.