No habla. Se lava poco
y guarda sus pelambreras
en un sombrero de segunda o
quinta
mano que ha roído el tiempo;
sobre su barba revestida de
abandono
y grasa vieja, se encenizan algunas
guedejas
apelmazadas y mesadas por
escapes de vino.
Todas sus pertenencias
en dos bolsas de plástico
rancias
de contenido indefinido y
menos valor;
su hogar es un banco del
parque
por el que merodean tres
gatos
a los que da de lo que no le
sobra;
su tesoro, un cartón de vino
peleón
que acaricia en sus manos
con quien traba amistad
mientras dura
y engarza con el siguiente;
su gesto adusto,
ensimismado,
mira esquivo y no
abiertamente porque
debe saber que tampoco a él
le ven
sino que sólo sospechan
hasta pasar desapercibido.
Fuma cuando puede
y cuando la necesidad
aprieta
se aproxima a la puerta de
un supermercado
donde suelen caer algunas
migajas.
O no tiene nombre o no se le
conoce,
ni nadie siente necesidad de
nombrarle;
y así, habitado de ese
silencio,
pasa anónimamente
por un elemento más del
mobiliario urbano.
Hola Francisco. Una imagen y poema que ponen los pelos de punta. Pobre hombre. Algo muy duro de la vida le ha llevado a esa situación. Es una pena que las personas andes así por la vida. Nadie se merece esto, pero la vida es así de injusta.
ResponderEliminarAbrazosss
Te agradezco mucho tu comentario, Isa. Veo que te ha conmovido y eso es lo que pretendía al escribirlo, que nos demos cuenta que hay gente en la calle que no son mobiliario urbano.
EliminarAbrazos.
Nadie conoce su historia ni tampoco el motivo que le ha llevado hasta allí, pero todo el que pasa mira para otro lado. Es molesta su presencia.
ResponderEliminarBesos
En algunas ciudades y en algunos momentos se han tomado medidas de rechazo contra ellos, pero ahí están, como acuse de recibo de una sociedad que no siempre es justa con sus hijos.
EliminarBesos.
Nos enseñan a leer y escribir, a sumar, restar... conceptos, datos geográficos, naturales,
ResponderEliminarhistóricos.., olvidando lo realmente esencial. Si a una sola generación se enseñara a amar, ya nunca habría hombres anónimos, pobres, marginados, excluidos, o 'malos'...
Creo que es muy acertado lo que dices, Merche. También creo que esa es la solución universal de todos los males y no sólo para el caso de las personas sin techo. De momento parece que estamos lejos de conseguirlo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Es una pena que abunden tanto...
ResponderEliminarLa pena es que no se les detecte en el comienzo de ese abandono de sí mismos, pues cuando llevan tiempo en la calle se hacen irrecuperables por el deterioro mental que alcanzan.
EliminarBesos.
Demasiado real ,demasiado triste y demasiado duro.No sabemos el motivo por el cual llegó a esa situación y cuando pasamos lo ignoramos.Y si fuésemos uno de nosotros?.Creo que abundan porque los ignoramos.
ResponderEliminarReal como la vida misma. Las causal son muy variadas, pero finalmente todos tienen en común una falta de arraigo mayúsculo. Gracias, Katiuska, por sentir por ellos.
EliminarBesos.
Una pena, mil penas. Millones de gente penando y muriendo por el mundo en abandono total.
ResponderEliminarBesos con trusteza.
Me resisto a ignorarlos, al menos así no caen sobre mi conciencia.
EliminarBesos de miel.