Me dijiste tierra y recordé al abuelo,
a la bina y la labranza,
a los cestos de uvas y a las naranjas.
Me dijiste injerto, corte y encintado,
y pensé en una rama nueva
de vida proyectada,
brazos verdes al aire y copas
copadas de frutos.
Me dijiste brisa y reviví y me estremeció de nuevo
el revuelo de tu falta.
Me dijiste arroyo y el cristalino de tus ojos claros
se hizo brazo líquido e inquieto
casi serpenteante.
Me dijiste aroma y sentí el embeleso
de tu piel de melocotón, en mi cercanía,
el roce anhelado.
Me dijiste fuego y el rubor de tus mejillas
eran tímidas ascuas temblorosas
que entonaba la oscuridad de mi nostalgia.
Me dijiste cielo y, entre algodones,
blancos y blandos me elevé a la eternidad
de nuestros cuerpos fundidos.
Una palabra tuya bastará para sanarme...
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
¡Pobre de mí, pobre palabra mía! Gracias, Cayetano por la intención que te mueve. pero sabes que bien que nada soy y nada puedo.
EliminarUn abrazo.
Cada palabra la transforma en verso y cada frase del verso descubre la manera de mostrar la belleza que puede estar escondida detrás de una simple palabra.
ResponderEliminarBesos
Es cuestión de darle a cada palabra la luz y el lugar preciso, querida amiga.
EliminarBesos.
Evócame de tal suerte que al respirar me encuentres.
ResponderEliminar❤
Todo un poema, Merche. Esto es mucho más que un comentario, un condensado muy sugerente.
EliminarBesos.
¡Cómo son los recuerdos...!
ResponderEliminarEn nuestra mente, Tracy, una amalgama de recuerdos vividos, oídos, leídos, estudiados... Tenemos la suerte de contar con un disco duro que no se agota nunca.
EliminarBesos.
Eso espero y deseo con toda mi alma.
EliminarLas palabras dichas por persona amada, son capaces de crearnos un mundo.
ResponderEliminarMás besos, Paco.
Y lo hace, Sara, siempre crea un mundo fantástico y en exclusiva para el amado.
EliminarBesos.