Ella no volvió nunca más
a ser aquel ángel con
trenzas
de sus tiernos dieciséis
años,
cuando la vida era una
constante
en crecida de curvas con
derrape.
Cada día que pasaba iba como
descubriendo los intríngulis
del mundo
y el mundo le abría a ella
las ventanas del saber de
par en par.
Como juegan los chiquillos,
me columpié de sus trenzas
y vine a quedarme
en esa cascada que se
derrama
sobre los hombros abrigando
mis días.
Ha pasado el tiempo, mucho
tiempo,
y nada es ahora como fue
en aquel pretérito de
almíbar;
todo es un discurrir
continuo,
aunque nada es ahora como
fue
sino pura firmeza y
terquedad.
A veces es mejor no indagar mucho acerca de qué de esa chica de las trenzas. Mejor la imagen que nos dejó en su día.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Con el tiempo uno sabe que las cosas son así, pero se olvida de los pormenores, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
La mayoría de las veces tras la firmeza o terquedad hay mucha dosis de amor.
ResponderEliminarBesos tercos (uy, cómo suena eso)
Quizá sea esa terquedad la que nos mantiene, pero aún así es necesario otra motivación más fuerte por debajo para que pasen 50 años.
EliminarBesos.
Pues eso, el amor que subyace debajo.
EliminarEl amor es algo que llega a pesar nuestro, sin que podamos evitarlo, Tracy.
EliminarBesos.
Siempre queda algo en nuestro interior, de aquella chiquilla que un día fuimos.
ResponderEliminarBesos
Es cierto, yo así lo aprecio cuando la miro con los ojos del alma.
EliminarBesos.
Prefiero no indagar más allá...
ResponderEliminarSaludos
Hay bien poco que indagar; en el fondo una larga sucesión de días con el denominador común de un mismo interés.
EliminarUn abrazo.
Todos evolucionamos, Francisco...El tiempo no pasa en valde. Pero, la esencia permanece y estoy segura de que esa niña de trenzas te mira con gran cariño y comprensión a través de los años.
ResponderEliminarMi abrazo y mi ánimo siempre.
Lo bueno es que a ambos nos pasaron el mismo tiempo y las mismas cosas. Hemos crecido de la mano. Mil gracias, María Jesús.
EliminarUn fuerte abrazo.
Cambiamos mucho con el andar... la esencia permanece, en ocasiones se esconde por instinto de conservación, se arrincona en lugar secreto del alma.
ResponderEliminarBesos de anís.
Lo permanente es lo que de aquellos dos jóvenes seguimos teniendo hoy ella y yo, Sara.
EliminarBesos anisados.