Ayer fue jueves
y viene el viernes finiquitando
julio
con el rigor ardiente
de este agostado verano
que llena las carreteras
de automovilistas
y van dejando las ciudades
desoladas.
En verano, los mendigos no
sudan,
lloran la orfandad de la
gran estampida
camino de las playas,
donde todos queremos
hacinarnos
para seguir viviendo
la saturación humana
y un descanso muy poco
sosegado,
pero poder contarlo a la
vuelta.
Sin óbolo, el calor es más
riguroso,
más sediento e ignorado,
se ridiculizan las
dimensiones
en el caldo del olvido
y los mendigos quedan a
merced
de quienes no tuvieron para
vacacionar;
tal vez por eso, sin
habérmelo propuesto,
estoy pensando en lo ajeno.
Gran verdad, como todas las que sueles decir, calor hace para reventar, no recuerdo que aquí haya hecho nunca tanto calor.
ResponderEliminarHola Francisco, espero que nos veamos este año, el pasado nos vimos de refilón por el casco antiguo ¿te acuerdas?
Un besazo y otro para tu mujer.
No solo lo pensaste, lo profundizaste hasta la médula, adoro tu humildad, independientemente de tu arte.
ResponderEliminarUn beso de anís.
AY Dios qué poema tan profundo ! ¡cuánta sensibilidad !
ResponderEliminarDichoso aquel que siempre piensa en ajeno. Ese sentimiento nace de la compasión que estremece.Ojalá fuera contagioso.
¡Bello domingo !
Apapachos.
Hola Francisco. Es cierto. Llegan las vacaciones y la estampida humana va a las playas y ahí se hace amiga del sol. El sol no quema tanto en las playas como en las ciudades.
ResponderEliminarSiento que los mendigos se sientan huérfanos. Yo creo que los mendigos se sienten huérfanos incluso cuando hay muchas personas a su alrededor y ellos son invisibles a los demás. Si cuando vemos a un mendigo les dedicáramos una sonrisa, seguro se sentirían menos solos porque se habrían hecho visibles a los demás.
Buen verano. Buen poema.
Saludos y abrazos