El verano es un espacio
bronceado
y de escotes profundos,
sed sempiterna, siesta,
ventanas abiertas y pérgolas
arracimadas de generosa
umbría
y pieles curtidas como
badanas.
La primavera tiene mayor
predicamento,
pero el sol juega al
escondite
y se alterna con los días
lluviosos;
la floración ─con frecuencia─
es de consecuencias
asmáticas
que se confunden con las
toses
del gélido e interiorista
invierno,
que se quedó arrinconado
con deshielos
arrepentimientos.
El otoño es un respiro al
agobio
angustioso como transitorio desierto
que llora por los visillos
la melancolía amarillenta
de las hojas inertes que se
bambolean
en sus caídas ocres
de almas que fueron
clorofila.
Por la contraventana del
otoño,
─por una rendija imprudente─
se filtra un cuchillo de
hielo
en el colchón del dormilón
invierno:
quietud absoluta, ventisca en el alero
que silba invitando al
recogimiento;
unas brasas que no dan humo
y unos tizones renegrido
que quedaron al margen…
Descalzo, pisando el césped
húmedo,
abrasado de sol y unturas
protectoras,
pienso en esta cantera a
cielo abierto
en la diversidad climática
de la baraja,
y me quedo con el soleado
verano
como cosecha perfecta para
la holganza.
Así no se vale "! decía Celeste cuando era pequeñita.
ResponderEliminarAhora te lo digo a tí. Tienes el verano en las manos y yo sufro el invierno.
¿Conoces el Ñanduty ? es un bellisimo bordado que tejen las indias del Chaco. Ese bordado es hoy tu poema de oro..
Apapachos.
Cada estación tiene su belleza, pero el verano es la reina de la holganza y la algarabía...La fuerza del sol a veces aturde y nos distrae, pero nos dá la fuerza física que necesitamos para seguir avanzando.
ResponderEliminarMi abrazo de luz por tu constante creatividad, amigo.
M.Jesús