En este solaz de soledad
y de silencio, la mar es
caracola
audible que mece las aguas a
ritmo
con la voluntad del
seguidismo pautado.
Amanece; el sol quiere
ser amarillo pálido, pajizo,
incipiente,
todavía desarmado de saetas
hirientes sobre el piélago
verdoso.
No hay huellas en la playa;
la goma de borrar del agua
ha peinado el rebalaje
y la ha planchado de todo
indicio.
Este regocijo, este silencio
es enturbiado
con el eco lejano
de un barco sin silueta;
poco después, en el infinito,
va apareciendo una leve
mancha
parda, que acentúa el
machaqueo
de un motor que, al poco
es presencia en movimiento
y va dejando una estela
desdibujada
que acaba por apagarse sin
estridencias.
Ahora, más cerca, le sigue
una formación
de gaviotas con inquietud de
búsqueda.
Ya ha amanecido, el sol es
presencia
rígida, todavía no rabiosa,
pero pronto
será acicate para llenar
este espacio de bañistas
que atropellarán esta
deliciosa melodía.
Comienzas en largo acorde de flautas, punteando el amanecer y poco a poco vas añadiendo nuevos instrumentos, hasta conseguir una sinfonía poblada de voces, murmullos y vuelos, que nos hacen sentir la vida en plenitud.
ResponderEliminarMi gratitud por hacernos partícipes de tu visión y emoción, amigo.
Mi abrazo de luz y feliz semana.
M.Jesús
En vez de un comentario, María Jesús, haces una nueva composición cuajada de bellas imágenes. Gracias por tu lectura, por la escucha atenta de cada instrumento y la ordenación en un pentagrama.
EliminarMi agradecimiento y un beso.
Puedo escuchar la melodía . Acaricia mi alma.
ResponderEliminarPreciosos versos. Un gozo leerte.
Apapachos.
¡Qué alegría cuando logro que puedas mecerte o danzar en la melodía de mis letras, María del Carmen. Me hace muy feliz tu comentario.
EliminarApapachos.