El tren hacia el aeropuerto me
ofrece la verdadera dimensión de la ciudad y su aspecto más modesto cuando
abandona el ámbito del tercer anillo. No sabría calcular la distancia recorrida
de manera cansina y metálica, pero gradualmente va cambiando la fisonomía del
caserío: los grandes bloques siguen erigiéndose en el camino como moles
gigantescas y oscuras como paralelepípedos trazados con escuadra y cartabón. Un
millón de ventanas —tal vez algunas menos— otean el horizonte desde la supuesta
languidez del hacinamiento. Son pocos los bloques pintados de blanco y éstos
hace tiempo dejaron de estar albos y muestran el descascarillado con el que aja
el tiempo; la mayoría son grises con la rugosa palidez del cemento fraguado y
no enlucido.
En el paso a nivel, media docena
de autos entre los que ya no están los BMV, Toyotas y Mercedes del centro
urbano. La marcha es cansina pero sin ninguna parada hasta el destino. Bosques,
enormes bosques a izquierda y derecha del convoy en los que se pierde la
mirada; de tanto en tanto, algunos claros salpicados de viviendas unifamiliares
de madera pintadas de vivos colores y con parcela posterior o anterior a estas.
En la arboleda ha escrito el otoño su marca inequívoca con una gama de
amarillos y ocres, de cárdenas y rojos, de pajizos y rosados como una paleta
cromática de viveza natural.
De repente unas chatas chimeneas
exhalan una fumata gris que habla de industria, bajo la que se agazapan naves
industriales y maquinaria pesada en movimiento del entorno. Una vieja chimenea
abandonada toma oficio de antena de comunicaciones, oteando por encima de los
tejados de chapa ondulada o de fibrocemento. ¿Cómo será bajo esas cubiertas el
vecino invierno? El tren aminora la marcha y se hace más parsimoniosa y
metálica en los oídos. En el compartimento se inicia el movimiento de maletas y
pasajeros: sin dudas hemos llegado al aeropuerto.
Maravillosa la descripción del otoño que has plasmado. Yo hice este mismo recorrido en autobús y era primavera y el arbolado no tenía esa amplitud cromática, dominaba el verde. Un saludo desde mi mejana
ResponderEliminarPreciosa la descripción del entorno. Ha sido un placer leer esta crónica.
ResponderEliminar¡FELICIDADES POR TU SANTO! Que San Fracisco el santo de los pobres te guie por la senda de la vida.
Un beso
Ya de vuelta? Nosotros hicimos este recorrido en coche y en verano y la visión era otra muy distinta.
ResponderEliminarFelicidades.
No sé por qué, pero me ha recordado al tren del Doctor Zhivago atravesando las estepas rusas.
ResponderEliminarTe estás convirtiendo en un estupendo cronista de aquellas tierras con esa colección de textos y fotos. Y es que viajando se aprende mucho.
Un saludo.
Bonito y rebonito tu escrito. Me encanta la segunda foto, qué colores más espectaculares!!! Besos cariñosos primo!!!
ResponderEliminarUna buena colección de fotos para el recuerdo, que pena, ya has llegado al aeropuerto, el fin de un bonito viaje supongo, bonito y bien aprovechado, me encanta tu reportaje
ResponderEliminarBsss
Si llegas hasta el aeropuerto, es que se acaba esta gran colección de post sobre el viaje a Moscú. Todo se acaba, Francisco. Abrazos.
ResponderEliminar"En la arboleda ha escrito el otoño su marca inequívoca con una gama de amarillos y ocres, de cárdenas y rojos, de pajizos y rosados como una paleta cromática de viveza natural."
ResponderEliminarAsí, justo así es el otoño.
Preciosa descripción.
Un abrazo y felicidades Francisco.
Buen viaje de vuelta!
ResponderEliminarFin de trayecto. Tus palabra suenan a eco lejano ya de lo vivido, recorrido y experimentado. Lo importante es la vivencia que traes y que tan generosamente has compartido con todos.
ResponderEliminarBss
A mi reloj le faltan horas para hacer todo aquello que me gustaría. No me alcanza el tiempo para leer todos los blogs amigos cada día y comentar en ellos, ni siquiera me alcanza para responder a los comentarios que hacéis en el mío como me gustaría. En cambio me siento bastante satisfecho de llevar más de dos años (no recuerdo y las estadísticas me harían perder el tiempo) publicando a diario.
ResponderEliminarPercibo el afecto y a todos os estoy muy agradecidos, por eso hoy quiero dejaros una clave: algunos veis en la publicación de hoy el final del viaje; otros piensan que todavía sigo viajando... El viaje fueron 12 días, del 4 al 15 de septiembre: uno de ida y otro de vuelta más diez de estancia, pero ese acercamiento a ese país lejano y con bastantes diferencias y curiosidades, del que en mi infancia y juventud eran poco menos que demonios, da mucho para hablar. Hoy me he quedado en uno de los cuatro aeropuertos de la ciudad de Moscú, pero quedan cinco horas de vuelo para llegar a Madrid. No voy a ser más pesado, pues llevo hoy un mes hablando de este viajes de forma ininterrumpida; solo adelantaros que mañana encontraréis la coletilla. Podría seguir reflexionando sobre todo lo visto y vivido, pero ya está bueno lo bueno.
Muchas gracias a todos por vuestra paciencia y seguimiento.
Preciosa llegada al aeropuerto a bordo de un tren que te sirve de hilo conductor para narrarnos el paisaje de ese lugar tan lejano.
ResponderEliminarBuenas crónicas Francisco, mañana volveré para ver la coletilla.
Ha sido un viaje fantástico y muy bien contado por tu pluma.
Un abrazo.
Hola Paco, si que han aprovechado bien el viaje.
ResponderEliminarMuy bonito lo que cuentas, un paisaje precioso.
Supongo que por esos lares el invierno será muy crudo y todo el santo día con las chimeneas a tope.
Me encanta el bosque que has fotografiado.
Saludos y un abrazo muy fuerteeeeeee
Monsieur, qué envidia me da pensar que ha conocido esos bosques inmensos con los que hasta ahora yo me he limitado a soñar.
ResponderEliminarY por cierto que llego a tiempo de felicitarle por su santo! Muchas felicidades :)
Buenas noches
Bisous
Muy ameno recorrido que nos ha dado el tren de moscu, através de tu descripción.
ResponderEliminarMe encanta viajar en tren, se aprecia mucho mejor los paisajes.
Besos de Mariposa. இڿڰۣ-ڰۣ—Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ