Los 800 km/h de la aeronave no impiden
un largo tiempo de espera dentro de la TS4: desplazamientos cansinos en
pasillos móviles y ascensores transparentes, tiendas, muchas tiendas, bullicio
y megafonía; el tiempo de tránsito es largo y premioso como la pista de
despegue y con la misma sensación de claustrofobia y estrés inevitable. Consigo
un asiento junto a una señora grande y oronda que lee en caracteres cirílicos
y que bien podría ser Catalina la Grande, en cuanto a la envergadura. Cuando
estás en zonas comunes son pocos los asientos, como poniendo en duda la calidad
que uno tiene como cliente; muchos de estos asientos están ocupados por maletas
y bultos de personas que están a la espera de regresar de sus pesquisas o por
avariciosos que llegaron primero y los ocupan indiscriminadamente. Frente al
mostrador para conseguir la tarjeta de embarque una interminable fila de
personas, maletas y otras pertenencias.
En algún lugar, antes del primer
vuelo he perdido la muleta que tan larga y necesariamente me acompaña,
eventualidad no contemplada entre las incidencias aeroportuarias; me ofrecen
una silla de ruedas para llevarme hasta el avión, pero no es posible conseguir
prestada, comprada o alquilada una muleta que me siga siendo útil el resto del
viaje: no hay solución. Tras hacerme que me desprendiera de todo material
metálico, paso al control policial sujetándome los pantalones con una mano y
las pertenencias en una bandeja de plástico como quien llega ante la ventanilla
de la casa de empeño. La radiografía ha debido ser válida y me dejan seguir
adelante; luego vendría la entrega de pasaportes con algún recelo, pero más
protocolaria que otra cosa, para acabar en una densa espera ante la puerta de
embarque.
Ya en la aeronave, un A320, ocupo
un asiento de ventanilla sobre el ala izquierda entre una masa de unas
doscientas personas. Tiendo la mano al periódico que me ofrecen y entre los
desconocidos arabescos cirílicos sólo identifico el nombre del Putin bajo su propia
fotografía. La comida, a la hora de la merienda, muy correcta y envasada como
cajas chinas, —una cajita bajo otra cajita, todo perfectamente encajado— como también
ha sido correcto el personal de cabina, mayoritariamente rubias y con los ojos
celestes. Tras la comida un leve embeleso de inconsciencia y ya nos encontramos
a la mitad de la distancia, según dice el reloj. Discurrimos por encima de las
nubes, como sobre un suelo de algodones, sensación que me sobrecoge; me habían dicho en
algunas ocasiones que estaba en las nubes, pero ahora me sientía por encima de
ellas. Cuando desaparecen las nubes vuelve a aparecer la tierra como en un óleo
rústico con sus manchas de colores ocres y verdes de distintas tonalidades:
desde arriba todas las divisiones son geográficas, como si el Hacedor no
hubiera pensado en fronteras ni registros
de la propiedad. Esas cosas desde arriba son inapreciables.
Vamos viajábamos hacia la noche y
el sol se pone de cola, como despidiendo nuestra marcha hacia el oriente, hacia
donde nace el frío, donde a la llegada es noche cerrada. A la salida del avión,
esa prenda que se pasó molestando todo el día en la mano se hace
imprescindible. Ha llovido y el suelo está reluciente, también ha bajado la
temperatura y acaricia el rostro con un tiempo casi invernal en el que nos
hemos adentrado. Ahora llegaría el caos: una masa ingente de personas con
caracteres mongoles, siberianos y caucasianos nos apretujan ante las
ventanillas de inmigración. El caos es total y la gente salta con toda
impudicia la serpenteante cola para colarse por delante con todo descaro.
Después de dos horas de espera y algunas preguntas que solucionamos mostrando
el pasaporte y los documentos de la agencia de viajes, salimos a la caza y
captura de las maletas que fueron desembarcadas hace dos horas y que fuimos
localizando una aquí y la otra allá cuando temíamos haber sido desvalijados. Ha
comenzado la aventura: el viaje no es el destino, sino todo su curso desde la
ida a la vuelta. Desde Moscú (Rusia), para todos mis lectores con amor.
Que tu estancia en Moscú os sea muy placentera. Abrigaros bien que allí 0º es solamente "fresquito" y cómprate una nueva muleta. Un fuerte abrazo desde mi mejana también con amor.
ResponderEliminarSuerte y paciencia. Tengo allí una sobrina viviendo hace años y es un país difícil y complicado, pero bellísimo.
ResponderEliminarMucha suerte en ese viaje, empapate de todo lo bonito que hay que ver y ya nos contaras
ResponderEliminarun abrazo
Que disfrutes mucho y cuídate, segura estoy que veras cosas maravillosas y nos traerás fotos e historias, un abrazo
ResponderEliminarEspero que todo salga bien y se divierta. Buena entrada...y es el principio de la historia. Un saludo
ResponderEliminarEs un viaje para disfrutar de lo lindo. Espero que no paseis frío que ya se sabe que por esos lares aprieta que da gusto, cuidaros mucho no os resfrieis con los aires rusos.Y si puedes comprate una muleta, que acostumbrado a ir con ella te sentirás mas seguro.Suerte en el viaje, que lo paseis divinamente, saludos a Carlos y no dejes de mantenernos informados de como va el viaje.
ResponderEliminarUn fuerte y calido abrazo para todos
Para viajar sin duda hay que pagar un peaje que incluye todos estos inconvenientes que narras. Es una carrera de obstáculos, nada divertido por cierto hasta que llegas y te ubicas.
ResponderEliminarPero ya pasó el mal trago y a partir de hoy a disfrutar de la movida y de la Plaza Roja.
Desde España con amor.
Bss
Primoooooooooo!!! que ya habéis llegadooo!!!!
ResponderEliminaresos viajes son así, repletitos de peripecias pero el hecho de llegar al destino y abrazar a un hijo es lo que nos mueve a seguir.
Feliz estancia familia!!!! y a disfrutar de lo que Rusia os puede dar!!! Besitos cariñosos desde Jaca.
Me alegro que esteis bien, por aqui todos nos acordamos de vosotros, estamos pendientes de conocer las proximas aventurillas,pasadlo muy bien y abrazos para todos incluida a la motera que se que estais con ella jejejeje, muchos besos desde Marbella
ResponderEliminarA disfrutar, y no te olvides del gorro de piel de zorro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un saludo cálido como nuestro clima desde Gran Canaria para que caliente en lo posible el frío que -espero que no- puedan ustedes pasar. Ángel
ResponderEliminarHola Paco, precioso como has escrito la estancia en el aeropuerto y en el avión. Te deseo, os deseo a ti y a tu esposa que tengáis una estancia muy feliz y que no te incomode mucho lo de la muleta. Tal vez puedas conseguir allí mismo una o en su lugar un bastos. O un paraguas grande que sirva para reguasdaros de la lluvia y para que camines mejor. Que disfruten mucho del viaje.
ResponderEliminarsaludos y un abrazo
Por fin llegó el esperado y deseado viaje y por lo que veo la entrada no ha cambiado demasiado desde que estuvimos nosotros por allí.
ResponderEliminarPasadlo bien y cuéntanos muchas cosas para que disfrutemos con vosostros o para que pasemos envidia.
Un abrazo a los cinco aunque solo conozco a dos.
¿Tienes ya otra muleta?
Afortunado tú entre los mortales que puedes viajar en estos días. Cuidado con Vladimir y con su hija, la "hija de Putin".
ResponderEliminarUn saludo.
BUEN VIAJE QUERIDO FRANCISCO. TE FELICITO POR TU AMIGA, ERES PRIVILEGIADO, ASÍ DA GUSTO...QUE BONITO SALIR Y DEJAR UN POCO TODO LO QUE NOS ABRUMA.
ResponderEliminarBESOS Y MUCHA SUERTE.
QUISE DECIR POR TU VIDA... UFFF ME EQUIVOCO DE TAN RÁPIDO QUE ESCRIBO
ResponderEliminarFrancisco,
ResponderEliminarFeliz estancia en la madre Rusia. Aprovecha! dale muchos achuchones y disfruta de ese gran pais.
Un abrazo.