Mira mis manos, vacías,
desgastadas.
Sí, estas que antes fueron
tersas
y ágiles, y ahora son
sarmentosas
y con escasas fuerzas.
Hoy vivo la inapetencia,
la desgana, salvo de
entornar los ojos
y prolongar la noche que ya
es pasado.
No podemos vivir instalados
en el ayer,
en el vacío inhabitable;
lo sé y lo tengo
experimentado,
pero cuando el hoy es una
cordillera inaccesible,
cuando mis manos no tienen para
ofrecer
una hoja de trébol o una ramita
de olivo,
cuando los gestos son de asperón
y no caricias recién
elaboradas
como el sutil aleteo de una
paloma,
cuando los ojos buscan la
noche como refugio
y huyen de la página en
blanco
como soldado desarmado y en
retiraba…
La salvación está en las tuyas,
en que me recibas en tu
pecho y me acunes
hasta que descargue esta
tormenta que me aqueja.
Manos queridas que nos acunen en los momentos malos, refugio necesario ante el infortunio, escudo frene a la tormenta. Y todo ello a cambio de no poder ofrecer apenas nada. Creo que eso se llama amor.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Amor es cambiar todo por nada, Cayetano, y por ahí debemos ejercitarnos hasta perfeccionarnos.
EliminarUn abrazo.
La vejez es escalofriante ... pero poder envejecer es atractivo.
ResponderEliminarMuy bello poema que nos impulsa a una reflexión profunda de lo que es la vida.
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Dejando un abrazo
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Pensamientos poéticos y ensueños
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Así es, Rykardo, algunos dicen que la vejez es fea, pero lo feo es no alcanzarla.
EliminarAbraço.
Un poema precioso. La foto hace honor al poema o viceversa. Cuando las manos son jóvenes y fuertes no hay problema, pero cuando las manos no tienen ni fuerzas para sujetar el tenedor, hay que ayudarlas a que se sientan mejor y no alentarlas para que sufran. Una caricia es amor y bondad en las manos de nuestros mayores.
ResponderEliminarAbrazos
Las manos son una avanzadilla de nosotros mismos, las partes del cuerpo que se anticipan, que palpan, que acarician... Muchas gracias, Isa.
EliminarUn abrazo.
Son manos que los años y el trabajo las ha ido cansando pero seguro que todavía tienen fuerza para montones de cosas y además tienes ese hombro en el que apoyarte cuando te sientes flaquear que te llena de fuerza y nueva energía.El poema es bello y emotivo.Saludos
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Charo por tu bonito comentario.
EliminarUn abrazo.
Bellísimo. Tan sentido, tan conmovedor en sus metáforas, y de una humildad y desamparo tan desgarrador que llega muy profundo. Esas manos únicas tienen su trébol, su aleteo delicado, su ramita de olivo en cada palabra que escriben.
ResponderEliminarUn abrazo grande. Mil aplausos aletean admirados :)
Has hecho muy visible tu aplauso y me siento emocionado, Maite. Muchísimas gracias.
EliminarUn fuerte abrazo.
Esas manos que han ido perdiendo fuerzas , aún siguen teniendo capacidad, para acariciar, plasmar con su escritura lo que siente, posarse en el hombro como apoyo a una pesona que ahora está sufriendo. Darle la mano a un niño y caminar despacio con él...hay tantas cosoas que se pueden hacer aunque no tengan la fuerza que se tuvo en la juventud.
ResponderEliminarBesos
Así lo creo, Antonia. Con el vigor no se va todo y puede ser mayor la ternura.
EliminarBesos.
Son esculturas que ha ido cincelando el tiempo están llenas de vida en su quietud y son bellas igual que lo son los sarmientos de la vid.
ResponderEliminarPrecioso poema.
Muchas gracias por apreciar belleza en lo deformado y también en mis palabras.
EliminarUn abrazo.
Francisco, en tu poema tus manos son palomas, que nos traen la luz de la humildad y dando sentido a la vida con la sencilla grandeza de su amor.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo por esta preciosidad que nos dejas.
Paloma y luz. Me quedo con estas dos apreciaciones tuyas, María Jesús, y con toda sencillez me abrigo en ellas.
EliminarUn fuerte abrazo.
Manos llenas de recuerdos, que precioso poema. Saludos amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Sandra, por ver belleza en esas manos agotadas.
EliminarUn abrazo.