Llegó a la farmacia algo compungida. Las lívidas ojeras eran, imagino, acuse de recibo de las noches de insomnio. Abrió el billetero y sacó un par de recetas que entregó en las manos de la manceba, mientras perdía la mirada por los estantes atiborrados del establecimiento. Vestía una falda gris con una blusa blanca y llevaba sobre los hombros una rebeca negra que no ocultaba su delgadez ni su posible desgana. “¿Qué te ocurre?” -le preguntó la señorita al tiempo que le entregada una bolsita con los medicamentos- “Te veo muy triste y desmejorada, Aurora”.
Llevaba en las manos un trozo de papel con unas anotaciones garabateadas. Quiso hablar, pero no le salía ni siquiera un resuello, Entornó los ojos; bajó la mirada y la perdió sobre la nota; luego las lágrimas emborronaron la tinta y todavía fue peor al tratar de secarlas con el pañuelo de papel que sacó del fondo del bolsillo. Desde mi posición cercana, pero respetuosa, sólo pude apreciar que se trataba de una pequeña lista para la compra, pero quedó tan ilegible que terminó por tirarla, junto con el pañuelo de celulosa, a la basura, como quien ha cambiado de planes. Finalmente, como vomitando cada una de las palabras, le dijo: “Hace dos meses que ha fallecido Antonio, mi marido, y aún no lo he podido superar”. Se tragó el resto de las palabras, guardó la cartera y salió haciendo sólo un gesto de agradecimiento del que se traslucía el aguijón de la soledad.
la tristeza como todo forma parte de nuestra vida y hay que darle su espacio y su tiempo..
ResponderEliminarme emocionó ..
un beso
La soledad no escogida es un proceso duro.
ResponderEliminarEn cualquier caso los duelos hay que vivirlos a solas, cada uno el suyo.
Un beso
Y ese aguijón de la soledad se te clava en el corazón y apenas lo deja bombear, hasta que el tiempo actúa paliando los síntomas de la enfermedad.
ResponderEliminarUn abrazo.
No andamos ajenos a estos pasos , dos meses son muy poco tiempo. Cerca de mi hay muchas pérdidas, hijos jóvenes y menos jóvenes, maridos, padres... que demandan atención y cariño.
ResponderEliminarEl tiempo cierra las heridas.
La muerte es ley de vida, pero tambíén las pesonas deben hacer por asumir la realidad de la vida: "Que aquí no nos quedamos nadie"
Y cada uno nos llega la hora.
Un beso
Asumir la soledad no es fácil, se necesita tiempo, si, pero algo de compañía para cicatrizar.
ResponderEliminarLe llevará bastante más de dos meses, pero al final el tiempo es el mejor balsamo. Eso y el cariño de familia y amigos.
ResponderEliminarFeliz fin de semana, monsieur
bisous
Es muy duro.
ResponderEliminarY difícil.
Y cada tristeza, cada soledad, es/son distinta/s.
Hoy se me ha encogido un poquito el corazón. Todo esto me agobia mucho, me da miedo pensar en ello... pero sé que ha de llegar, siempre llega, como bien dice katy, aquí no nos quedamos nadie.
Ay, es que suspiro de verdad!
Un abrazo, amigo!
;)
Y muy bien el relato, corto pero ya ves... nos has desatado algo por los adentros!
Los vecinos que vivimos años en el mismo barrio ya nos conocemos, vemos como comienzan a salir las clásicas goteras que se van complicando conforme avanza el tiempo; sabemos cuando fallecen nuestros vecinos más próximo y los más lejanos, esto es como la familia, los hay con más y menos confianza en función de la proximidad o lejanía. A estas edades, sobrepasando los sesenta, siempre tenemos un punto en común, la botica o farmacia por la que hemos visto pasar, primero a la madre boticaria y ahora a los hijos farmacéuticos, algo más distantes como son los nuevos profesionales, a pesar de esa distancia los conocemos desde que eran niños y enredaba entre los productos de una botica que hoy se ha modernizado pero ha perdido el sabor de antiguo que antes tenia.
ResponderEliminarCreo que esta es una historia que casi siempre se repite.
Saludos
Emilio
No es fácil superar un golpe así. Sólo el tiempo es capaz de mitigar un poco el dolor de la separación final.
ResponderEliminarSaludos.
Las farmacéuticas/os son siempre el paño de lágrimas de sus clientes y tienen que oir -y consolar- a muchas personas en situaciones semejantes de enfermedades y muertes.
ResponderEliminarNo es buena compañera la Soledad.
ResponderEliminarSaludos
Hay duelos que cuesta cerrar, creo que el mejor remedio es la comunicación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una historia como muchas pero no por ello menos dura, esa pérdida realmente no se supera nunca, solo se aprende a vivir en soledad, se aprende a vivir con esa parte de tu vida mutilada, no solo es la soledad, es además la falta de el compañero que no la cubre nadie. Es más duro de lo que parece
ResponderEliminarFeliz fin de semana
El duelo dura tiempo, sobre todo si quien se va es el amor del otro.
ResponderEliminarUna bonita manera de describir con maestría la tristeza-soledad.
Besos
Hola, Francisco:
ResponderEliminarTriste tu relato, la perdida de la pareja es un golpe muy duro, más aún cuando ya los años pesan sobre las espaldas y la soledad nos agobia.
Abrazos.
Duro, muy duro quedarse sin el compañero (o compañera) de mil batallas, de mil ilusiones, de tantos y tantos planes. Y qué grande debe hacerse esa casa vacia, ese vacio en el alma. Un abrazo en este sábado gris y lluvioso, Francisco.
ResponderEliminarUna fuerte y dolorosa soledad, difícil de superar.
ResponderEliminarTodos en algún momento dado pasamos o pasaremos por ello y es difícil muy difícil.
Un abrazo.