Después de la escuela,
con la merienda en la mano
y las canicas en el
bolsillo,
la urgencia del juego
metiendo prisas.
Juan tiene un balón,
pero debe jugar solo o
compartir
lo que con tanto celo guarda
y se reserva el derecho de
elegir.
Todos llevan honrosos remiendos
en las rodillas,
a veces de un tono parecido,
pero siempre visibles a lo
lejos.
La plaza es un hervidero de
juegos y disputas,
donde triunfan los más
habilidosos,
hasta agotar la licencia
con el pobre encendido del
alumbrado público.
Los nietos de aquellos que
jugábamos en la calle,
─si es que salen
una vez concluidas las
extraescolares─
han roto su pantalón por las
rodillas
para uniformarse al
colectivo,
pero teclean en soledad sus
móviles cabizbajos
o se encierran en lo
recóndito de su cuarto:
la misma edad, otras
vivencias.
Los niños ya no juegan con los objetos. Son las cosas las que juegan con los niños, convirtiendo a estos en auténticos objetos.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
La manipulación de terceros es lo triste, sobre todo cuando alcanza a los niños. Gracias, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Lo del roto en el pantalón ya no es por jugar, es moda, ¡¡maldita sea!!.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mí me produce el mismo cabreo, Emilio Manuel. Creo que nadie de nuestra generación entrará por esa moda tan idiota.
EliminarUn abrazo.
Que bien lo dices, " misma edad , otras vivencias"
ResponderEliminarMejores o peores no lo sabes , pero otras seguro.
Un abrazo.
Gracias, Chelo, esa ha sido la pretensión: exponer sin enjuiciar, hablar de la memoria.
EliminarUn abrazo.
Me quedo con mi infancia, mi bocadillo y mis juegos en la calle con la cuadrilla.Saludos
ResponderEliminarEs lógico que te quedes con tu infancia, como posiblemente les pase a los jóvenes de hoy cuando sean abuelos. Dicen que la verdadera patria es la infancia y cada día lo creo más.
EliminarUn abrazo.