La tarde de verano es larga
agonía
de un sol rosáceo que escapa
por poniente,
un largo transitar desde el
oriente
que sigue la precisa órbita
solar cada día;
un largo camino, al parecer
infatigable
en constante caminar sin
desgana,
un tránsito que se inicia
cada mañana
y que en la tarde se hace
amable.
Se tapa por la noche, mas
sigue su camino,
según descubrimos al apuntar
la alborada,
una fijeza que Dios le dio
por sino.
Mas al leer lo que del sol
dijo un rabino,
no es éste quien se
traslada,
que es la tierra la que
traza el camino.
Momento para ir pensando en esos boquerones al limón con una cervecita bien fría. Más poético el pensamiento mío es imposible.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
¡Lo has clavado, Cayetano, eres genial! Un consejo, no pidas boquerones al limón, salvo en sitios de tu plena confianza: el limón desfigura la edad y suelen ser al menos del día anterior y no frescos.
EliminarUn abrazo.
Sí, es curioso a pesar de que no nos paramos a pensarlo.
ResponderEliminarPues sí, Tracy, pararnos a pensar tiene sus recompensas.
EliminarBesos.
Hombre Francisco, por fin te he "pillado" en esto del Internete. Un abrazo chaval
ResponderEliminarPor aquí ando marbelleando, aunque algo recluido.
EliminarUn abrazo.
"Una fijeza que Dios le dio por sino" para memorizar la frase.
ResponderEliminarMás besos.
Mil gracias, Sara, dulce lectora.
EliminarBesos.