Llegué con la antelación
necesaria
para disponerme al
encuentro.
Un tropel de viajeros se arracimó
en el andén rodando sus
maletas
y, de entre todos, Apolo y
Artemisa
llenaron de esplendor el
primer plano
como si descendieran del
Olimpo.
Apolo tiene un porte que
hiere de lejos
y hace que en su entorno,
cuantos le contemplan, se
vean forzados
a volver con asombro sus
miradas.
Artemisa, en cambio, desarma
el arco,
le hace con dulzura guardar
la aljaba
y carameliza el aire con el
polen de su mirada.
En sus semejanzas y
divergencias,
ambos vástagos de una misma
simiente,
de un mismo polinizador gen
divino
de difícil comparanza. Se
percataron;
la alegre sonrisa de sus
miradas
se habían vuelto luminosas
como tea
en noche de luna nueva. No
tuve opción
a la duda cuando visiblemente
se dirigían hacia mí con
alborozo.
Ignoro qué ocurriría en el celeste
cielo
en ese preciso y precioso
instante,
pero el reencuentro con mis
hermanos,
Juan e Isabelita, es tal y como
lo he descrito.
Cuanta felicidad se desperende esn tus palabras con el reencuentro de tus seres queridos.
ResponderEliminarBesos
Tengo la suerte de sentirme muy querido por mis hermanos y yo a ellos.
EliminarBesos.
¡Qué amorosa maravilla Francisco!
ResponderEliminarMuchas gracias, Adriana.
EliminarBesos.
Me alegro por ese encuentro con halos entrañablemente divinos, Francisco.La familia es una bendición cuando nos apoya y nos impulsa a seguir adelante con su palabra y su cariño.
ResponderEliminarMe alegro leerte de nuevo y sentir tu energía y tu amor por las letras.
Mi abrazo y mi cariño, amigo.
Muchísimas gracias, María Jesús, por tus palabras tan afectivas como siempre.
EliminarUn fuerte abrazo.
Disfrútalos a tope!
ResponderEliminarUn día seré como ellos, pero ahora me llevan la delantera, Tracy.
EliminarBesos.
Imponente su aparición, a través de los ojos de tu corazón poético.
ResponderEliminarMás besitos.
Mis hermanos son para mí como dioses, Sara.
EliminarBesos anisados.