A
José A. C.
Su imagen de gladiador
es un pretérito imperfecto
que hoy no encuentra
conjugación verbal posible.
El furor de sus ojos de
antaño
hoy es vencido abatimiento
que se derrama de angustias,
mientras su fibra muscular
es lasa debilidad extrema
y fragilidad de hierro colado.
También ha desaparecido
el acero de sus cuádriceps
y sus brazos se arrebujan en
cobijo
más que en airado desafío.
En su cabeza, un confuso puzle
de diluidos recuerdos que
han de ser
maquinaciones diabólicas
en lo recóndito de su espesa
niebla;
mientras que la ventana de
su mirada,
le invita a mantener los
ojos entornados,
Su agresividad, es hoy
dormida farmacopea que
bosteza,
y el reloj se emborracha
de monotonía aturdida y doliente.
Sólo su coleta ─más rala─
le da semejanza al coloso que
fue.
Su boceto, en tres tristes
trazos,
voces afónicas e inconexas del
ayer al hoy.
Sombra del pasado.
ResponderEliminarSaludos, Paco.
Una sombra a la que visité ayer en el asilo (residencia de mayores es más políticamente correcto, pero este es el nombre propio), y me dejó marcado, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Hay que asumir que la vida tiene principio y fin, es uno de los factores que la hacen emocionante y maravillosa. Saludos.
ResponderEliminarEs cierto, Manuela, pero hay momentos y edades que uno entiende como más propicios y otros que llaman más la atención.
EliminarSaludos.
Todo por servir se acaba irremediablemente.
ResponderEliminarUn beso de anís.
Es cierto que todo se acaba, pero cuando acontece de forma inesperada... Muchas gracias, Sara.
EliminarBesos de anís
Recuerdo que en mi juventud, tenía un especial parecio a una persona que por entonces me parecía mayor (50 años). Cogeniamos bastante y por esas cosas de la vida con el tiempo dejé de verla. Me encantaba su sentido del humor que era contagioso. Cierto día me encontré cou conocido que me habló sobre ella, se había quedado viuda y su vida había dado un cambio radical, era algo gruesa porque tenía problemas de tiroide; tenía una hija y un hijo a los que yo conocía. El hijo era militar y un mal día murió en un accidente mientras pilotaba el avión. En seguida fui a visitarla, era la sombra de lo que era y había adelgazado notablemente. Años más tarde ingresó en una Residencia para mayores y ni siquiera me conocía, ahora ya no está entre nosotros pero conservo el recuerdo y el afecto que le profesaba.
ResponderEliminarBesos
Una historia dramática, sin dudas. Todas las historias tienen algo en común y otro tanto dispar.
EliminarBesos.
Realidad bien descrita. El tiempo puede con todo y hay que asumirlo. Nos guste o no (nacer, crecer multiplicarse y morir me enseñaron en el cole) Lo de multiplicarse ya no se lleva pero morir de eso no se libra nadie.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu opinión, Katy.
EliminarBesos.
Tremendo futuro que nos espera y peor si no nos espera.
ResponderEliminarCon toda lógica, nos asusta lo desconocido y no es para menos. Pero como la meta es la muerte, Tracy, pensemos en vivir agradablemente el día de hoy y ya nos pondremos luto cuando toque.
EliminarUn fuerte abrazo.
La verdad es que le temía a la muerte, mas bien, a Dios que me juzgaría con una balanza. Hoy Dios no es el Padre que conocía que era. Y la muerte ha dejado de ser temida pero sí muy tomada en serio.
ResponderEliminarMe gustó tu poema.
Gracias.
Muchas gracias, Vicente. Disculpa que tardé en darte respuesta a tu comentario. El Dios del A.T. era de miedo, pero el del Nuevo es Amor. Seguro que seremos tratados como hijos y no como súbditos. ¡Ánimo!
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