03 febrero 2011

LAS CLASES DE HISTORIA

A los doce años todo era ignorancia, así que las clases de historia eran una brisa de aire cargada de novedosas aventuras que insuflaban sus fantasías; a pesar de ello, su gran descubrimiento fueron las clases extras y la proyección de diapositivas. Don Alfonso era un enamorado de su profesión y un magnífico docente; aprovechaba sus vacaciones para tomar él mismo las diapositivas que le interesaba y luego montar aquellas clases extras al anochecer, cuando la luz del día no entraba en disputa con la del proyector.

Silvia había nacido en un pueblo de algo más de mil habitantes, por lo que su mundo era bastante reducido y la única historia que conocía era la que iba descubriendo en los libros de textos. El internado era como una cárcel tediosa, donde estaban muy marcados los periodos a lo largo de todo el día; echaba de menos a su madre y la necesitaba en muchos momentos del día, sobre todo en esos días en los que “la visita” le acarreaba unas molestias insufribles.


El aseo, el desayuno, los rezos, las clases, la comida, el estudio, la cena…  llegaba a la cama cansada, pero con deseos de un sueño que le arrancara de aquel arresto monótono. Por eso, cuando Don Alfonso proponía una sesión de diapositivas, Silvia se sentía trasportada a un mundo onírico al que siempre estaba dispuesta. Hasta entonces no había conocido otro monumento que la iglesia de su pueblo: una única nave, levantada sobre los restos de una antigua mezquita a comienzos del siglo XVI, con un techo a dos aguas, artesonado de madera en su interior y un campanario algo romo. Sillares sólo hasta media fachada del frontal y el resto de paredes de cal y canto. Por eso cuando leía en los textos términos como bóveda de cañón, ábside, espadaña, arbotante, etc. no sabía con qué ni cómo identificarlos.


Con Don Alfonso vio y aprendió lo que era un fuste, una basa, una hoja de acanto, un capitel, una columna salomónica, un rosetón, un arco ojival, y hasta soñó con ser voluta o gárgola por la que fluir de aquel espacio de confinamiento. El profesor les instruía en los órdenes arquitectónicos y les hacía pasear entre Roma y la vieja Atenas. A Silvia le sobrecogió el Partenón y su precisión aritmética, pero se fascinó cuando contrayendo su tronco y afianzando sus piernas y cuello se sintió cariátide en la Acrópolis. No era una estudiante brillante, pero destacaba en las clases de historia, aquellas clases prácticas que la evadían de su confinamiento.

13 comentarios:

  1. Todos hemos tenido un profesor como don Alfonso que nos hizo vislumbrar nuevos horizontes. Deseo de todo corazón que todavía queden muchos don Alfonsos a pesar de la estupidez de muchos padres.

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  2. Si, es necesario que alguien nos haga llegar el estudio de forma entusiasta.Las mismas cosas de diferente modo. Siempre y en todos los órdenes. A ver si hay voluntarios que ejerciten la motivación y los alumnos se queden un ratito más en las aulas.

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  3. Ay, esos profesores que supieron cultivar nuestra curiosidad. Ya ves, yo que soy de letras amo las matemáticas gracias a D.José Molina, mi maestro de EGB.
    Magnífico texto Francisco.

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  4. Esos profesores que imparten el entusiasmo por la materia que enseñan son los que hacen falta en la enseñanza.
    Gracias por recordarlos hoy.

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  5. Dificil lo tenían los educadores antes de que hubiera tantos medios. Realmente, hacer comprender cada uno de esos términos a quien nunca lo había visto no era tarea fácil.

    A mi no me gustaría nada ser cariátide y sujetar con mi cabeza esos pesados edificios!

    Feliz dia

    Bisous

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  6. Tener un buen profesor decide o no gran parte de nuestras inclinaciones futuras. Yo he tenido que aprender a amar la historia y el arte por mi cuenta, mi maestro no disfrutaba nada dando las clase, es más, creo que le aburría soberanamente la asignatura y la docencia. En fín, el hombre tenía que ganarse la vida y no todos tenemos la suerte de hacer lo que nos gusta.

    Un beso

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  7. Mi profesor de Arte fue mi padre, que me llevaba por monumentos, iglesias y museos, y que cuando me llevaba a las procesiones de Semana Santa me hacía ver que tal imagen era mejor que la otra y cual era su autor. Él no disponía de diapositivas ni proyector, pero tenía a mano obras de arte a cientos que enseñarme.

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  8. tan cierto eso de que los profesores deciden muchas veces que los alumnos elijan su futuro, una materia enseñada con el alma deja huellas en quien está escuchando

    besos

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  9. No se si mi profesor de historia era bueno o malo pues nunca le hice mucho caso, de lo que ahora me arrepiento.
    Dicen que el buen alumno es el que aprende a pesar del profesor .
    Los comentarios que hacéis sobre los profesores me afectan muy de cerca pues hasta junio del año pasado he sido uno de ellos. Espero que en mis 38 años como profesora de matemáticas haya dejado por ahí a alguien que hable bien de mi . Como personajes públicos que somos siempre tenemos defensores y detractores . Un abrazo a todos

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  10. Motivación es la palabra. Muchos de los que nos dedicamos a esta noble profesión intentamos que nuestros alumnos se entusiasmen con nuestras clases, para ello hay algo fundamental: creernos nosotros lo que estamos haciendo y contagiar con nuestro entusiasmo a los alumnos.
    Un saludo.

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  11. Yo también soy profesor y coincido plenamente con los comentarios de mis dos colegas anteriores. En la actualidad, aunque existan más medios, motivar resulta más difícil que antes.
    Buenas noches, Francisco.

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  12. En mi caso hubo unos cuantos maestros y maestras en el amplio sentido de la palabra. Dependiendo de cómo han eneseñado así te ha entrado el gusanillo de la asignatura, historia, geografía, literatura, filosofía...
    Siempre les estaré agradecida. Lo suyo es un trabajo de abnegación y dedicación muy pocas veces reconocido y menos agradecido, al menos en los tiempos que corren.
    Un beso

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  13. Voy a permitirme un rasgo de inmodestia total:
    Me he visto reflejada en Don Alfonso, totalmente!
    Creo que mis alumnos saben lo que disfruto cuando les explico Historia, y yo... yo disfruto de ver sus caras, y de su entusiasmo!
    Mi reino por una clase de alumnos entregados, que están dispuestos a tomar la Bastilla contigo y gritar "Liberté, Égalité, Fraternité...!" o "¡Tierra a la vistaaaa!"

    Yo también tuve un par de profes "Don Alfonso" y luego los genes paternos que hacen lo suyo... Por eso la Historia para mí se escribe con mayúscula!

    Me ha encantado tu entrada, Francisco!
    GRACIAS!

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