Supondrás, lector, que me refiero a las crisálidas, a esas criaturas casi angelicales que se pasean de flor en flor libando el néctar delicadísimo de las flores, a esas que tan maravillosamente capta con su cámara de primerísimos planos mi amiga Ema Bustamante, y que plasma en su blog http://enlosencilloestalavida.blogspot.com; pero eso es sólo la escusa para mostrarte el regalo que me ha hecho y que a su vez ofrezco a todos.
Hoy quiero referirme a la ancestral costumbre de encender una pequeña mecha fijada a un disco flotante en su recipiente con aceite. De muy pequeño creía que era algo exclusivo de mi abuela, quien hacía presente a sus mayores alumbrándoles la oscuridad del otro lado de la vida, hasta que tuve ocasión de visitar otras muchas casas y comprobar que se trataba de un gesto devocional muy extendido, una manera de hacer pervivir la existencia de los muertos entre los vivos.
También se usaban estas mariposas como ofrenda devocional ante el cuadro de la Virgen del Perpetuo Socorro o cualquier otra advocación, así como iluminando la presencia de aquellas hornacinas viajeras que circulaban de casa en casa por veinticuatro horas llevando la presencia de la Virgen. Eran tiempos de escasez y precariedad, tiempos en los que la luz eléctrica nos brindaba apagones continuos que nunca sabíamos la duración que tendrían; entonces se echaba mano a la cajita de mariposas, se ponía un poco de aceite en un tazón y ésta ofrecía una luz tenue que facilitaba la conversación y la intimidad. No había llegado aún la tele y todo era más propicio para la comunicación; bajo esa luz, los cuentos de la abuela tomaban una naturaleza desconocida y hasta resultaba más fácil imaginar los mundos que sugerían.
He tratado de localizar una cajita de esas mariposas con las que evocar el pasado y a las personas que tanto amé y me amaron, pero no las he encontrado, así que tendré que hacérmelas yo mismo. Es fácil; un trocito de hilo grueso o cuerda fina de algodón, un disco de cartón, como del tamaño de una moneda de cincuentas céntimos, un agujerito en el centro para pasar la mecha y un recipiente con un poco de aceite; en tanto me decido, que quedaré recreándome en la otra mariposa, la que me ha regalado mi amiga Ema.
Hola Francisco esa costumbre no la conocía, Pero si suelo emplear estas velitas que ya las venden perfumadas, y las pongo en un cuenco con agua, a veces con pétalos de flores y flotan. Dan un ambiente muy cálido y acogedor a las cenas con los amigos.
ResponderEliminarBonito rgalo que si encima van entrelazados con recuerdos es más bonito aún.
Un beso
En mi pueblo aún las venden Francisco. Mi madre siempre tiene en casa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra que te haya gustado el regalo mi consecuente amigo es un detalle con todo cariño y gracias por plasmar en tus lineas tantas maravillas.
ResponderEliminarFrancisco leyéndote me fui a mi infancia, cuando iba a la hacienda de unos de mis tíos y donde pase mis mejores vacaciones durante muchos años, nos alumbrábamos con velas pues en el campo no había electricidad, era muy relajante sentarnos todos a conversar, escuchar el sonido del viento, de la noche con su música de insectos cantando, gracias por llevarme a este recuerdo de mis años en que jugaba a ser exploradora observando cada cosa que me encontraba en los montes de mi tierra.Un abrazo cálido de aquí hasta allá, feliz día =)
Que interesante, desconocia a esas mariposas o por lo menos que esas velitas se llamaran así.
ResponderEliminarSiempre hay mucho que aprender de los recuerdos.
Un abrazo.
una tradición o costumbre/necesidad totalmente desconocida para mía. Te noto algo nostalgioso en estos últimos posteos, será?
ResponderEliminarbesos
Unos la desconocías, otros como Elena aún la tienen a su alcance. Esta mañana me levanté con la idea de escribir lo que publicaré mañana o pasado, nada que ver con los recuerdos, sino pura ficción, pero me encontré un regalo de mi amiga EMA y pensé que esta era una buena forma de agradecerle su fotografía dedicada en mi e-mail.
ResponderEliminarQuiero decir, Laura, que no es propiamente nostálgico mi estado, sino que los ejercicios de memoria, cuando se vuelve la vista atrás, siempre tienen un tono de añoranza.
Gracias por todos vuestros comentarios, y a los silenciosos, gracias por buscar cada día esta página.
Me encantaban esas mariposas nocturnas, al igual que los candiles y en la casa de campo de mi familia, la luz blanquecina del carburo con ese olor especial... ¡Ah, cuántos recuerdos!
ResponderEliminarEn mi casa también se usaban esas mariposas ¡Qué recuerdos!
ResponderEliminarPreciosa la mariposa que nos enseñas y por cierto dile a tu amiga Ema , que me quedo con la dirección de su blog para dársela a mi hijo que es biólogo. Un abrazo a los dos
Me acabas de recordar cuando era niña y guardaba gusanos de seda en una cajita que después del tiempo se convertían en mariposas.
ResponderEliminarUn beso.
Yo tengo un vago recuerdo de todo esto pero no llego a concretarlo. A veces se me entrecruzan las imágenes.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Qué bonito! No tenía ni idea, aunque sea de los tiempos de estrecheces, es una imagen que alude a buenos momentos familiares. Beso
ResponderEliminarAún se utilizan, también se llaman velillas. El día de difuntos era costumbre encenderlas en todas las casas.
ResponderEliminarSaludos
Qué tierno recuerdo y qué preciosa foto.
ResponderEliminarSaludos, compañero.
Esas velitas las usaba mi madre en los días de los difuntos y todos los santos, las tenía encendidas tres días, si, las recuerdo muy bien, no amigo, ya no están, no se fabrican y es una pena porque resultan más baratas que las velas de cera, es lo que tienen los cambios, "hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad"
ResponderEliminarCuando era niña y tenía un examen mi madre encendía una mariposa para pedir que saliera bien, pero creo que no las he visto desde entonces. Por cierto, que como eran malos tiempos y el aceite estaba escaso, recuerdo que se ponía agua y encima un poco de aceite que era lo que se iba consumiendo.
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