Últimamente se levantan voces en contra del repique de las campanas. Quienes hemos nacido casi a la sombra de un campanario, quienes nos hemos despertado y acunado con el tañido de las campanas y el revoloteo de los pájaros al primero de ellos, hemos sabido del momento final del vecino moribundo, nos han anunciado el alumbramiento de un nuevo paisano o el arrebato de una situación de emergencia, el repique de campanas forma parte de esa melodía que, como los años de juventud, son las piedras angulares de nuestra vida.
En la época en la que los relojes no eran tan abundantes como hoy, las campanas cumplían con la misión de complementar la información que proporcionaban el órgano de las tripas y el alargamiento o acortamiento de las sombras. Con el primer toque de la mañana era hora de despertar para asearse, desayunar e ir a la escuela; la hora del ángelus la de sincronizar la estrechez de las sombras con la hora cabal del medio día; llegado el momento oportuno de la merienda llamaba al Rosario y al anochecer la vespertina. Las campanas iban informando del curso del día, así como de los acontecimientos tristes o alegres, festivos u ordinarios, solemnes o rutinarios de nuestras vidas, y sólo silenciaban la tarde del Viernes Santo.
He sabido que hace unos meses un juzgado pamplonés ha desestimado el recurso que presentaron dos vecinos por el ruido del repique de las campanas de la iglesia de San Agustín, denuncia que no llego a comprender. Como decía, me he criado a escasos metros de la iglesia de la Encarnación de Ojén (Málaga) —cuya foto adjunto—, y las campanas forman parte rutinaria del acontecer diario. Ahora estamos llenos de muchos otros ruidos y suele ser abundante la contaminación acústica, pero en el lugar de Sevilla en el que habito suelo oír las campanas de un par de iglesias y otros tantos conventos cercanos, una música que me retrotrae a la infancia, a los juegos en la plaza, junto a las palmeras, y a la melodía que forma parte de mi patrimonio sonoro.
Es que está de moda perseguir todo lo que suene (nunca mejor dicho) a la religión católica y tolerar e incluso alentar lo que pertenece a otras (y no quiero señalar). Yo no me considero religioso pero no soporto esa actitud, si debemos ser tolerantes con lo nuestro con mayor motivo.
ResponderEliminarDe lo de Pamplona no te extrañe, para cuando se anuncia un proyecto ya han salido cuatro coordinadoras anti lo que sea.
Un saludo
No es posible!!
ResponderEliminarPero es que también van a empezar a prohibir las campanas??
Yo alucino pepinillos, ya es lo que nos faltaba.
Además es que para mí es uno de los sonidos más bellos que existen. Cuando voy por la calle y escucho campanas, a menudo me detengo, cierro los ojos y me imagino en otro tiempo en que el ruido del tráfico no enturbiaba la paz del momento.
Esto ya es demencial.
Feliz dia, monsieur
bisous
Con tantos ruidos molestos que hay en las calles no tiene sentido prohibir el de las campanas. Deberian pensar que seguramente ellas llegaron antes al lugar que aquellos que no las quieren oir.
ResponderEliminarQue en este día las campanas marquen tus horas.
Sí, señor. Yo tengo muchos recuerdos de mi infancia asociados al repique de campanas. Tardes interminables de juegos en la calle. Otra cosa es que te quieran colocar un campanario al lado de tu ventana y no te dejen dormir con las horas y los cuartos.
ResponderEliminarUn saludo.
En mi pueblo, las campanas avisaban la hora de los actos religiosos y aún recuerdo lo mal que me sentó cuando dejaron de hacerlo.
ResponderEliminarSon cosas incompresibles, pero no me extrañaría que hubiera algún juez que les diera la razón y las prohibiera.
El sonido de las campanas es agradable, pero no lo es tanto esos altavoces que las sustituyen algunas veces con sonidos grabados que no tienen el menor parecido.
ResponderEliminarno vivo en un pueblo, vivo en plena city y la verdad Francisco, las campanas de la iglesia de Cristo Rey, iglesia del barrio que tengo a tres cuadras, prácticamente no se escuchan. Pero no porque haya ruido ambiental sino porque nadie las hace tañir. Solo las he escuchado en Navidad o en Pascua, a lo mejor estos curas se pliegan a los que las consideran ruidos molestos...
ResponderEliminarSeguro que el recuerdo de oírlas tañir es imborrable. Hoy en día no se oyen con el mismo agrado, se quiera o no el mundo cambia y lo que nos gustó en un momento, desagrada hoy, en todas las vertientes
ResponderEliminarDonde vivo no se oye nada, pues es un sitio apartado lejos de los ruidos del trafico y ruidos callejeros.
ResponderEliminarPero si que alguna vez, he añorado el repique de campanas de alguna iglesia, por aquello que, al igual que tú, ese tañir de campanas tambien forma parte de mi patrimonio sonoro, pero ni modo, la iglesia queda muy lejos y si tocan las campanas, desde aqui no las puedo oir.
Un fuerte y calido abrazo
Prohibir es lo único que sabe hacer bien la gente que nos "desgobierna". Menos mal que se autodefinen tolerantes porque si no...
ResponderEliminarSaludos.
Una pena!! poco a poco, nos están robando nuestra libertad.
ResponderEliminarGracias amigo Francisco por tu visita y comentario a mi blog.
Un abrazo
En los pueblos las campanas marcaban el "tempo": la oración del alba, ángelus, vísperas, ánimas, bautismos, arrebato, agonía, etc. La gente se regía por los toques de las campanas. Francisco, ahora nuestra sociedad está desquiciada y ,a veces, no sabe ni lo que quiere.
ResponderEliminarBuenas noches.
Siempre me ha gustado el sonido de las campanas. De hecho, una de las cosas que se perdió con los traslados a las ciudades fue esa forma de comunicación tan característica. No entiendo que haya personas a las que les moleste tanto como para meterse en pleitos, la verdad.
ResponderEliminarUn abrazo!
No he podido pasar ayer, pero ¿Es que la gente no tiene nada que hacer?
ResponderEliminarCerca de casa han construido una Iglesia moderna y repican las campanas. Poco rato cierto y es una maravilla escucharla.
Igual lo que les encanta es escuchar el ruido de la motos y de los coches:)
Un beso