Al margen de los
juegos,
─casi todos ellos
violentos─
la niñez y pubertad
eran anodinas
y planas, muy
planas;
sin otros trances
que la aplastante cotidianidad,
solo dulcificada
por el cine los domingos,
las pipas,
caramelos, y los primeros cigarrillos.
Días y días sin que
pasase nada
y así, transitando
el desierto
de los bostezos, la
era,
─castillo inexpugnable─
fue el bastión
donde emular
las grandes gestas
y conquistas
armados de palos y
cañas.
Eran escasos los
estímulos en el medio rural,
salvo los derivados
de las faenas agrícolas;
de tarde en tarde,
un tebeo
jerarquizado por el
Capitán Trueno,
el Cachorro o Hazañas
Bélicas.
Y así, por tierra,
mar y aire, las eras
fueron testigos de
las descalabraduras
de aquella infancia
nacida en la oscura
sombra de la posguerra.
Hola Francisco.El ser humano se hace a la vida. Se hace a las carencias cuando se nace en ellas. Los jóvenes de ahora no reconocen nada de todo eso, afortunadamente. Aun así ellos lo tienen peor creo yo. Lo malo es de tener abundancia y pasar a la escasez. Vuestra generación está hecho a lo bueno y malo.
ResponderEliminarAbrazos
Mi padre decía: "aprende a ganarlo, que a gastarlo se aprende solo".
EliminarUn abrazo, Isa.
No va muy descaminada Isa en su manifestación. aunque con muy pocos años con respecto a tí, soy un pelín mas joven,😜😜 viví esas carencias, pero no me daba cuenta, mi idea y la de mis primos, que vivían cerca de casa, era jugar en la calle tras una merienda de pan con un chocolate terrososo que hoy, ni el niño más tragaldabas, se tomaría, en cambio los niños de no juegan en la calle, no se les deja solos que socialicen; no se si estos niños en el futuro seran mejores o peores que nosotros, ya no estaremos para saberlo, pero el mundo seguirá funcionando, seguirá habiendo marginados, mujeres que son maltratadas, niños abandonados, el dinero seguirá siendo el dios que muchos adoran pero que pocos alcanzan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si repasamos la historia sabremos qué le espera a las nuevas generaciones. Más tecnologías sí, pero las mismas lacras de siempre.
EliminarUn abrazo.
¡Me ha encantado este poema!
ResponderEliminarHe visto a esos niños emulando viejas gestas. Has pintado un recuerdo de tu infancia con toda claridad y belleza, y las eras las he visto convertidas a través de la imaginación infantil en campos de batallas. Seguro que así han sido muchas eras.
Me ha recordado este otro poema de V. Aleixandre:
EN LA ERA
El chicuelo ha salido. Durmió, durmió en la era.
Su rizosa cabeza descansó entre la paja: en lo rubio lo oscuro.
Como un fruto nativo, que delicada cubre
esa masa amarilla, casi volante, y quieta...
Allí suelto ese cuerpo como un don, reposado,
allegado a la noche, bajo las altas lumbres.
Polvo, tamo de estrellas, con el bieldo arrojado
y allí aéreo aún, brillante.
El chiquillo dormita, duerme fuerte: es aún joven.
Más que joven: un niño. Lisa su cara, breve
su corpezuelo suelto, desnudo el pie, y la pana,
corta, cubriendo apenas la infantil pierna extensa.
Se levantó temprano, salió: el sol aún oculto.
Allá abajo las bestias. El con su vara: ¡Hala!
Signo verde en el aire. Y el carro, una mies viva.
Más allá los rodales. El niño trilla: engancha.
Bate la vara: ¡Hala! Como en nieve amarilla.
Allí los cuarzos rompen las espigas cargadas.
Crujen los tallos, quiébranse y heridor suena el trillo,
la tabla que navega sobre ese mar domado,
sufrido. El niño, coronante, bracea.
Los mulos casi ardidos en corceles se apuran,
rojo el sol quema, y arde ese cabello y suda
ese pecho y empapa la tela rota, y ronco
sale el grito: «¡Lucero! ¡Leal!» Y el tronco vuela.
La jornada no acaba. El niño fue ese infante
casi mítico, casi sobre un mar dominado,
con tritones y concha: un Neptuno, y las olas.
La mañana era joven. Largo el día. El sol fuerte.
Y a la noche era un niño, solo un niño cansado,
estrujado. Y dormía.
Y la espuma —la paja triturada, ahora obrada—
recogía esa masa. Las estrellas, arriba.
*
Un abrazo :)
Gracias por tu comentario, Maite, y muchísimas gracias por ese recuerdo a Vicente Aleixandre, poeta de culto para mí.
EliminarUn abrazo.
Hoy me he acordado de esta entrada cuando he leído un artículo de IDEAL, en el que el crítico de gastronomía recuerda visitas a sitios donde comió bien. Habla que, desde Marbella, subió hacia Ojén, que antes tenía fama por sus aguardientes, pero que antes de llegar paró a comer en El Refugio de Juanar y allí le sirvieron un cocido en un puchero de barro individual, que le hizo pedir habitación y quedarse. Cuenta también que ahí pasó dos semanas el general De Gaulle para terminar sus memorias.
ResponderEliminarQue en un lugar tan apartado como es Juanar te sirvan bien de comer es como para dejar huella. Y efectivamente, De Gaulle, al final de su vida se apartó allí para acabar de redactar sus memoria. Lo del aguardiente desapareció hace mucho tiempo, pero fue tanto su eco que todavía hay gentes que lo recuerda.
EliminarUn abrazo.
(Este comentario he intentado dejarlo en la entrada en la que hablas de Ojén, pero no se por qué no me ha dejado, a pesar de escribirlo varias veces)
ResponderEliminarLa informática tienes sus misterios y yo no sé desvelarlos, pero existen-
EliminarOtro abrazo.
Recuerdo con gran nostalgia esos domingos de cine con mi paquete de pipas y un chicle, también tengo recuerdos muy gratos de las aventuras del Capitán Trueno que no podía faltar en casa y cosa aparte eran las vacaciones cuando toda la pandilla jugábamos en la calle a cantidad de juegos, en mi infancia, adolescencia y juventud jamás conocíamos lo que era el aburrimiento.Tiempos felices de os que conservo todavía amistades aunque en la distancia pero seguimos comunicándons.Saludos
ResponderEliminarPertenecemos a otro tiempo, no hay lugar a dudas. Ni mejor ni peor, distinto, y eso es o que he pretendido plasmar, Charo.
EliminarUn abrazo.
Cada cual vive la vida según las circunstancias. Esa infancia del pasado es mucho más sana que la que hay ahora. Se jugaba más al aire libre y no se pasaban la vida pegados a una pantalla.
ResponderEliminarBesos
Éramos más apegados al terreno y ahora son más apegados a las ondas. Todos vamos despertando a la vida, aunque en medios muy distintos.
EliminarBesos.
Mi premio por aprobar el Ingreso fue diez días con amigas en un cortijo y mi mejor recuerdo el montarme en la trilla y tenernos en la era a mirar el cielo.
ResponderEliminarGRACIAS.
Yo no tuve premio, pero vivir en un lugar tan pequeño era tener todo al alcance sin necesidad de trasladarse a ningún cortijo.
EliminarUn abrazo.
Sentidos recuerdos de niñez..... Lindo poema amigo Francisco, saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Sandra.
EliminarUn abrazo.