Echado sobre la hierba,
el cielo es un cobertor
inmenso,
azul inmaculado
con evoluciones de algodón
que mueve la brisa.
En esta postura decúbito
supino
todo es más accesible y
confortable;
se agiganta el misterio
cuando la bóveda celeste nos
cobija,
cuando somos conscientes de
ello.
El sol juega a hurtadillas y
no hiere,
las ramas del olmo danzan si
cansarse:
ahora blancas, ahora verdes.
Y así, un juego infinito de
complicidades;
la araucaria es un cono que mira
al infinito
juntando las manos en forma
de plegaria
y mi ocio acaba en
recogimiento.
Echado en la hierba,
la vida parece pasar de
manera inadvertida,
pero acabo siendo consciente
de que la tierra me sostiene
y enraíza,
mientras mirar al cielo me
da alas.
Hola Francisco. bonitos versos. Es cierto, y si contemplas el cielo de noche el silencio de la noche y las estrellas brillando y de vez en cuando alguna camina para ir al otro lado, es tal la serenidad que te ofrece ese momento que te apetecería estar así toda la vida. Ya si hay luna llena y el mismo espectáculo con una pequeña brisa, es divino como te sientes ante tanta inmensidad.
ResponderEliminarAbrazos
Imaginé que te gustaría, porque te supongo en similares circunstancias, observando lo que la naturaleza ofrece en cada instante.
EliminarUn fuerte abrazo.
Una sensación muy placentera. Saludos
ResponderEliminarSin duda alguna, Antorelo.
EliminarUn abrazo.
Qué preciosidad..
ResponderEliminarHoy me tender a experimentar todo eso.
Besos
Seguro que lo vas a disfrutar mucho, Tracy.
EliminarUn abrazo.
El tumbarse y observar el cielo es una delicia tanto de día cómo de noche, lo he hecho infinidad de veces.Saludos
ResponderEliminarSi tienes práctica no me extraña que me des la razón, ya sabes lo que implica y significa.
EliminarUn abrazo.
No hace falta bienes materiales para ser feliz. La Naturaleza, nos ofrece gratuitamente muchas cosas y que proporcionan una gran paz.
ResponderEliminarBesos
Es cierto, Antonia. En este tiempo de confinamiento hemos descubierto que estamos rodeados de cosas superfluas y que no valoramos adecuadamente lo que de verdad son los pilares de la vida.
EliminarBesos.
La contemplación es sustento para el alma. La tierra y el cielo... un compendio perfecto que nos inspira e induce a amar la vida.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco y gracias por poetizar bellamente.
Así es, Ceciely, sustento para el alma. No sólo somos materia.
EliminarUn abrazo poético.
Que hermoso poema, que bella sensación echado sobre el césped ver el cielo..... Saludos amigo Francisco.
ResponderEliminarTe animo a practicarlo de vez en cuando, Sandra.
EliminarUn abrazo.
Hemoso momento de solaz, lo había comentado pero parece que no lo publiqué. Te decía que la última estrofa es el corolario perfecto para el poema. Aquí lo hago en la terraza, especialmente me encanta mirar las nubes y hasta llegué a fotografiarlas. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu insistencia en dejar un comentario, también por esa contemplación que es sin dudas maravillosa.
EliminarUn abrazo.
Desde la hierba tu mirada nos describe el encanto singular de cada árbol, de las nubes y el cielo. He podido sentir tu reflexión con forma de nube cambiante... La araucaria ahora la veré distinta y .
ResponderEliminarMuy mística!
¿Has probado a hacer prosa poética? Casi lo es ya...