La ventana no tuvo anoche
sueño
y se quedó entreabierta,
como quien opta con dudas
y no sabe si va o regresa;
por ella se filtraba la
brisa
y se hacía presente el rumor
del mar en la música
salobre.
La mar. La mar tras el
postigo
cada día; la mar sugiriendo
el mundo
y sus encuentros imposibles:
Cariátides en Cuzco
y aztecas en el Peloponeso.
La ventana se quedó
entreabierta
y por ella entraban y salían
sueños anillados de viejas
lecturas.
Me gustan las ventanas entreabiertas, airean la vida.
ResponderEliminarUn beso.
Todo Yo debe permanecer al menos entreabierto: es el único medio de impregnarse de lo ajeno, de lo que viene de afuera.
EliminarUn beso.
Jamás cierro las ventanas y si he de hacerlo por el frío, las persianas están siempre subidas dejando al viento llamar o a la lluvia llorarlas.
ResponderEliminarLa luz, buscan la luz las casas, necesitan de ella hasta en las noches bajo la luna, más si el rumor del mar las arrulla.
Perdona, me ha salido esto leyendo tu precioso poema.
:/
Besos.
No pidas perdón, Marinel, mejor sigue comentando en esa brillante línea.
EliminarBesos.
Pura magia son las ventanas que nos conectan con el mundo exterior. Y si es el mar lo que dejan ver, entonces el deleite es perfecto.
ResponderEliminarHermoso y sereno poema, Francisco.
Un abrazo
Serenamente gracias, Isabel. Muchísimas gracias.
EliminarUn abrazo.
Muy sugerentes estos versos tuyos.
ResponderEliminarEl mar invita al encuentro. Solo entiende de distancias, no de banderas. La ventana abierta es un puente mágico que nos involucra en ello. Soñar despierto es una buena terapia ahora que por todas partes crecen las fronteras.
Un abrazo, Paco.
Gracias, Cayetano, por tu sabroso comentario.
EliminarUn abrazo.
Hasta las ventanas tienen sus dueños y utopías. Es un poema espectacular.
ResponderEliminarUn beso más.
Espectacular, Sara, es que hayas leído todo lo pendiente y te hayas molestado en comentar uno a uno.
EliminarBesos.