A
Amelia Díaz Benlliure, quien se conmueve
antes
versos vendidos en papelitos.
Plaza
del Progreso, Madrid,
─algunos
dirán Tirso de Molina─
los
días de primavera azotando
inviernos
no tan gélidos
y
la ebullición popular en alza,
─cada
quien con sus siglas─
dando
banderazos en los setenta
y
desafines y exabruptos mitineros
por
la larga afonía contenida
y
las promesas talladas de utopías.
Ignorado,
anónimo, arrinconado;
un
rapsoda cantando al amor
y
a las miserias de la vida
con
su cara tumefacta de tristeza;
en
la mochila un cargamento
de
octavillas rosas, azules y amarillas,
un
arcoíris de letras y ripios
que
se dispensan a peseta
y
abrigan el hambre sin saciarla.
El
hambre es tan antigua como
el
ciego de la pancarta y el puntero,
como
el aedo que endulza el aire
con
sus entonaciones satíricas
en
busca del sustento de la vida:
el
bardo se hace carne en la palabra,
aunque
no alcance el formato libro
y
sus versos sean vida efímera
como
las hojillas sueltas de a peseta
que
aventarán desparramadas los aires.
Hay cosas que no cambian, lamentablemente.
ResponderEliminarUna de ellas es el hambre y la de cosas que han de hacer algun@s para saciarla.
Otra es la poesía que tiene alas y vuela en infinito.
Besos.
Me felicito por tu presencia, Marienel, y te agradezco tu sabio comentario.
EliminarBesos.
Una manera honrada de ganarse el pan. Y poco más que el pan.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Esto que hablo es un hecho real, tanto de la persona como del emplazamiento, lugar en el que vivía.
EliminarUn abrazo.
Entonces serían a pesetas Paco y habría gente que compraría la hojilla, ahora... si se paran a escucharlo ya sería mucho. Un abrazo.
EliminarDoña Carpanta es eterna. Saludos
ResponderEliminarY también la sagacidad de los buscavidas, en este caso un poeta menor.
EliminarSaludos.
Pícaros y genios de las calles que no cambian a pesar del tiempo.
ResponderEliminarUn saludo
Este, no la imagen, sucedía en Madrid en los primeros años setenta.
EliminarUn abrazo, Carmen.
En época de hambre siempre lo que se agudiza es la picaresca y esta la estamos notando en estos últimos tiempos...El Lazarillo de Tormes es un buen ejemplo de la antigüedad de esta practica...esto de escribir versos y publicarlos en una hojilla es una forma más que honrada de ganarse el pan, aunque en estos tiempos ya serían perseguidos grabándoles con impuestos como a esos músicos callejeros.
ResponderEliminarBesos
Más que un pícaro, este era un poeta con hambre y vendía sus versos para tener un pasar.
EliminarBesos.
El título del poema envuelve toda la fragilidad del soporte de muchas personas que sin alternativas, de todas formas inventan cómo seguir... Y sin embargo, somos todos somos igual de frágiles. La vida se nos escapa en un instante, por Mac acomodados que podamos estar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ciertamente todos somos frágiles: unos porque han caído en desgracia y otros porque pueden caer sin ser capaces de evitarlo.
EliminarBesos, Sara.
¡Qué conmovedor! Me quedé con la imagen de ese rapsoda triste pensando : ". . . Esto es lo que sé hacer. . ."
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