Cuando el automóvil
era escaso
y su frecuencia distaba
mucho
de aglomeraciones,
anunciándose con ruido
metálico
y hasta con voz cantarina
del claxon,
las carreteras eran
escuálidas
y en los caminos
eran pocas las piedras,
algunos los trancos
y nula la hierba.
Ahora las carreteras
son autovías saturadas,
los caminos
se han vestido de sorda
soledad,
hay más piedras
porque nadie las aparta
y la hierba sale al paso
revistiendo el desnudo
y ocultando el falso talud
de trancos,
mientras las zarzas
delimitan
lo infranqueable:
caminos y carreteras
viajan en sentido inverso.
Y los conejos han tenido que sobrevivir entre asfaltos y cunetas ante tamaña invasión asfáltica.
ResponderEliminarUn saludo, Paco.
Y los conejos con la veda por la mixomatosis: la vida es cambio y la Naturaleza por un lado y el hombre por otra nos empeñamos en demostrarlo.
EliminarUn abrazo.
¡Y tan inverso!
ResponderEliminarGracias, Tracy, por tu comentario
EliminarY sobre todo cuando llegan las vacaciones de verano, donde te puedes encontrar gandes embotellamientos.
ResponderEliminarBesos
Tienes toda la razón, querida amiga.
ResponderEliminarBesos.
Vamos en retroceso, se nos perdió el destino.
ResponderEliminarUn beso.
O sea, que no siempre el progreso es avance humano, sólo técnico.
EliminarBesos.
Eso es el "estar civilizados". Ya verás cuando exista el coche teledirigido. Entonces será la era de Un mundo feliz
ResponderEliminarVamos hacia ese "mundo feliz", que es un mundo cada día más desafortunado. No estoy contra el progreso, por supuesto que no, pero un progreso que aporte menos insatisfacciones, de menor consumo y menor despilfarro de algunos.
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