Pocas cosas en la vida son tan
sustanciosas como el amor entre la familia, por alejada que sea ya la
parentela. Y no es así; llevamos la misma sangre y el mismo apellido. Habíamos
vivido distanciados, no sólo físicamente, sino que también los ancestros
metieron palos en las ruedas y se enfrió el sendero de una casa paterna a la
otra, como si las cosas materiales fuesen capaces de sustituir la verdad por
unos intereses tangibles que finalmente se esfuman con el tiempo.
No hicieron falta explicaciones
ni excusas y hace años que recuperamos lo que debiera no haber dejado de ser
nunca. Ya hemos convertido en costumbre hacer una multitudinaria comida
familiar cada verano, en cada encuentro, donde el mayor gozo no está en la
mesa, sino en los comensales, en el compartir y en el vivir como quien absorbe
las bocanadas de aire que las circunstancias de las que ni siquiera hemos llegado
a hablar ni a esclarecer nos habían impedido.
Fue el pasado domingo. Mis primos
se han ido con sus camiones a mil kilómetros de distancia persiguiendo al
trabajo y sorteando las dificultades económicas del momento. Vinieron dos días
para un encuentro familiar como robado al calendario y nos encontramos en el
campo de uno de ellos. Y comimos y bebimos y charlamos… y no te vayas todavía… Tomamos casi de todo, pero sobrenadando a la
comida y bebida, la ternura de ese encuentro esperado desde hace un año que
saboreamos al tiempo que el pulpo asado al estilo de la abuela Isabel, sobre ascuas de carbón, y un arroz meloso
a cuatro manos con muchos ingredientes y muchísimo sabor. Llegaba la noche
cuando nos despedíamos, pero nos quedaba la prórroga del lunes, cita que nos
dimos a las 12 de la mañana. Un año más, hasta que Dios quiera.
¡Qué buenas son esas reuniones! Francisco. Y qué poco las hacemos ...
ResponderEliminarUn beso y buenas noches!
Hola Francisco...es hermoso tu relato, definitivamente, compartir con la familia y fortalecer los lazos familiares es una enorme bendición. Ojalá esta experiencia tan bonita pueda repetirse otro año más. Recibe un fuerte abrazo.
ResponderEliminarHala mi querido Francisco, un relato de la vida en familia, aunque sea una vez al año , es algo muy entrañable y hay que luchar para que no se pierda ese vínculo de amor.
ResponderEliminarSea feliz.
Con ternura
Sor.Cecilia
Hola Paco, que bonito como cuentas el reencuentro familiar.
ResponderEliminarES bueno que no se pierdan los vínculos familiares, claro que para ello tienen que querer las dos partes.
Bonita fiesta fiesta familiar.
Saludos y un fuerte abrazoooooooooo
felicidades Francisco, no todos tienenesa suerte
ResponderEliminarbesos
No hay mejor día que el reencuentro familiar en torno a una buena mesa, excelente vino y no menos fenomenal sobremesa. Con eso se pasan las males, se olvidan los roces y se recupera el tiempo perdido. Me alegro de que lo hayas pasado bien, Francisco.
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegro por este reencuentro Francisco. Hay momentos en la vida en los que estos pequeños instantes se graban a fuego y dejan sabores muy dulces. ¡Me alegro mucho!.
ResponderEliminarUn besote.