Caía la tarde. Bajé a la playa
tras la sombra de un viejo suspiro que perdí el año pasado en el rebalaje, un
suspiro que quedó en el aire prendido en el dorado del poniente, cuando el sol
se incendia, baja hasta el agua y se lava los pies sudorosos sobre la línea del
horizonte.
Este verano no he compartido ni
un solo día la carpa azul de mi primo Paco. Paco está triste, muy triste; no
encuentra los ánimos suficientes para distraer su quebranto y no hace nada por
ocultarlo. Su cuñado Juan está gravemente enfermo y él padece la secuela de la
inerme inoperancia que le tiene angustiado.
Caía la tarde mientras mis pies
se clavaban en la arena aún algo tibia, al tiempo que dibujaba una silueta
alargada de mi cuerpo que se estiraba como melancólico bostezo. A lo lejos, una
figura difuminada y caprichosa jugó conmigo al equívoco y me mostró su cara de
espejismo en trastocada irrealidad. A mis espaldas, el sol se había echado a
dormir y las sombras se fueron adueñando de los espacios anchurosos del mar y
la opacidad cada vez más intensa de la arena. Silencio profundo. Sólo el constante
murmullo del agua y el piar característico y reiterativo de las gaviotas. En la
distancia, únicamente iban quedando siluetas: algunos pescadores con las cañas clavadas
que aumentaban de tamaño según me aproximaba a ellos, y paseantes que
empequeñecían hasta perderse o me alcanzaban deshaciendo mis figuraciones.
En mi mente, los recuerdos de la
carpa azul y en lontananzas más formas deformes que prefiguraban a mi primo
Paco para desvanecerse cuando se hacían cercanas. La luna áurea sobre el agua y
en mi pensamiento un sabor salobre y amargo cuando ya era noche cerrada.
Hola Francisco...cuánta tristeza hay en tus letras...bellas letras...sí, porque la solidaridad es un gesto que hermosea el alma de las personas y tú lo has demostrado en este excelente escrito. ¡Todo pasará! Dios tiene el control. Recibe mi cariño y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarBuena prosa Francisco, con las palabras exactas para traspasar una tristeza que, siendo honda no es convulsa, que parece recibirse con APLOMO. La descripción de los elementos naturales en correlato con el ánimo y el sentir, me parece configuran el ánima del texto.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Hola Francisco, siento no haberme pasado antes. La verdad es que me ha gustado mucho tu entrada y me ha recordado a una situación semejante de " nostalgia " que viví paseando por la playa al caer la tarde. Considero que no hay peor dolor que el de la impotencia hacia algo cercano.
ResponderEliminarUn saludo
En la playa que visito no era habitual ver carpas pero este año parece que se han puesto de moda y se empiezan a ver.
ResponderEliminarAyer, precisamente ayer, al ver una me acordé de ti, de tu primo Paco y de la situación que estais viviendo.
Como siempre, en tus letras dejas ver toda la humanidad que hay en ti y el gran escritor que eres.
Un abrazo para tu primo Paco y otro para ti.
Fíjate Francisco ,que el mar por su paz y tranquilidad , suele evocar momentos donde uno puede pensar , serenarse , y dejarse llevar por esas brumas que a veces la vida injustamente atrae ( dícese enfermedades o problemas familiares que afectan )Mojarse los pies, caminar a la vera de las olas , todo ello, sin duda alguna, es un bálsamo para la mente y el cuerpo.
ResponderEliminarUn fuerte Abrazo.
Me entristecen tus letras, pues bien sé lo que es la impotencia...
ResponderEliminarPero dentro de su tristeza, estas evocaciones tuyas tiene un poso de bálsamo tranquilizador.
Hay que agarrarse a la ola de la vida.
Un fuerte abrazo y muchos ánimos para todos!
Besotes!
;)
Hola Paco, deseo que tu familiar mejore.
ResponderEliminarBellas palabras aunque con muchas pinceladas de gristeza.
Saludos y un abrazo fuerte
¡Ánimo! Solo se me ocurre decir esta palabra: ánimo.
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