Yo era niño y llovía mucho;
el monte ardía en ocasiones
—siempre fortuitas—
y las gentes lloraban la desgracia
de los pinos, los algarrobos y los matorrales.
Yo era niño y llovía mucho;
antes de que se secaran los charcos,
los chapoteábamos
y la verticalidad de las canales
de la cabeza a los pies;
luego las regañinas
y puede que hasta los mocos.
Ahora llueve poco
y el monte arde —casi
siempre—
con toda intencionalidad
y en los más recónditos parajes.
Ya no hay charcos; los juegos
no son compartidos en la calle,
sino ensimismados
de profunda soledad.
En el ciberespacio no llueve,
no hay charcos;
los montes arden como la pólvora
y alguien saca provecho
de las grotescas cenizas.
Yo era niño y llovía mucho;
ahora —cuando llueve—
doy de lado a los charcos;
todo ha cambiado:
yo era un niño y ahora soy viejo.
Precioso! Francisco.
ResponderEliminarTu nunca serás viejo. Viejo es alguien triste, abandonado, sin horizontes ... y tu tienes todo eso y mucho más. No hay más que asomarse a esta ventanita que nos muestra tu alma.
Un abrazo fuerte y buena noche.
P.D.- ¡Qué bonitas botas!!
Recuerdo cuando era niña que llevaba mis botas cachuscas y cada vez que veía un charco me metía en él saltando de felicidad, era un auténtico gozo.
ResponderEliminarTodos vamos siendo cada vez más viejos, desde que nacemos, y van pasando los días.
Un beso.
Perdona María, le doy a responder a tu mensaje porque de otra forma no puedo escribir comentarios.
EliminarHola Paco, muy bonito lo que cuentas. Es cierto, los abuelos cuentan que antes llovía mucho y nevaba mucho. Mi padre cuenta que en pleno invierno iban con albarcas, siempre con los pies mojados, y tenían los pies llenos de grietas. Antes eran otros tiempos y llovía cuando tenía que llover, ahora hasta las nubes están secas y sin trabajo.
Y no se ven niños jugando en la calle compartiendo balón, ni coches, ni sueños, estan en sus casas con las consolas o los ordenadores.
Saludos y un abrazo, que tengas un buen fin de semana
Me ha puesto nostálgica y reflexiva tu entrada...recordar tiempos de infancia siempre tiene esa doble sensación entre dulce y amargo..
ResponderEliminarAyer vi la película Hotel Marigold.A muchos quizás la trama les parezca lenta y los jóvenes me imagino que dirán "aburrida"...pero para nosotros que ya vamos doblando la esquina (que aun cuando nos sentimos jóvenes el cuerpo nos pide a cada momento mantenimiento) esta película es muy especial...
Aparte de los bellos escenarios de la India, expone el tema de la madurez con mucha realidad..y deja un mensaje muy bello:
"Las cosas siempre salen bien al final, y si no han mejorado, si aún no están bien , es que no hemos llegado al final"
Mi deseo esta noche es que sientas de nuevo esa alegría de chapotear en un charco...solo serán un par de calcetines y zapatos...bss amigo Francisco
Ay, Francisco! Qué hermosos recuerdos me traes con tu sentido poema. La infancia al aire libre, con sus charcos y sus travesuras; la inocencia de la niñez disfrutada en su esencia divertida y despreocupada, aunque no exenta de ciertas catástrofes que nos marcaron para siempre...¡yo al menos debo admitirlo!
ResponderEliminarEnvejecemos, es cierto, y el cuerpo nos traiciona, pero el cliché "lo que vale es el espíritu" sigue vigente, y tu lo conservas, Francisco. Gracias por compartir estos versos nostálgicos. Abrazos enormes, Sylvia
Ahora, en los "charcos" que nos metemos son otros, igual no lo hacemos intencionadamente, pero acabamos de agua hasta las cejas.
ResponderEliminarTus versos están llenos de mensaje y melancolía. Un abrazo desde la seca Castilla, que a pesar de que la lluvia ha sido generosa en el inicio del verano, no pierde sus colores oro y ocre. Besos.
Ah, Francisco. Yo tuve unas catiuscas (aquí en Castilla llamamos así a las botas para el agua) azules que mi madre guardaba cada año e iban pasando de un hermano a otro según nuestros píes se hacían más grandes. Sabes? yo era la mayor, por lo tanto, al menos aquellas catiuscas, las estrené yo. Por aquel entonces, estaba acostumbrada a "heredar" casi todas mis cosas de mis primas mayores y aquello fue todo un acontecimiento. Gracias por el recuerdo.
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ResponderEliminarCuando yo era niña, creo recordar que por esta latitudes también llovía más que ahora y los inviernos eran más fríos y la plaza donde iba a jugar era...Eran los ojos de una niña. Sin embargo, reconozco que en esa, "burbuja", no tenía noción de ninguna calamidad.
ResponderEliminarHay un niño nostálgico como hablas en este maravilloso texto. Hay otro niño solapado que nunca se va y siempre está esperando que lo saquemos a pasear. Cuando le damos la mano, nos nutre con infinitas aunque, sutiles satisfacciones.
Saludos
En el ciberespacio llueven lágrimas, Francisco. Cada vez la gente se siente más sola. Y buscan en la red consuelo para sus penas.
ResponderEliminarTanto tiempo cruzando nuestras letras y nunca había recorrido el camino hasta tu casa. Me ha gustado ver tu ventanas abiertas de par en par.
Un abrazo.