“Mi propia profecía es mi memoria;
la
esperanza de ser lo que ya he sido”
J. M. CABALLERO BONALD
Uno no sabe hasta qué punto el olfato
hace una huella profunda en la memoria hasta que sin saber cómo se ve
sorprendido por un aroma que le retrotrae a estadios o circunstancias de otro
tiempo. Algo de eso es lo que me sucede con el aroma a jazmines, tan del sur
como yo mismo y de mucha mayor raigambre histórica que la mía.
Mi padre cuidaba un huerto
cubierto en su mayoría de naranjos; por delante de él estaba también la huella
del abuelo en el limonero, en el durazno, en la parra… mi padre se hizo un experto en cítricos y esa
fue durante algún tiempo su fuente de vida. En el huerto, una casita de aperos
a dos aguas donde guardaba las herramientas, el maíz y otros granos destinados
a la cría de animales; a todo el derredor de la casa, sembrado de plantas
ornamentales, de donde ofrecer a mi madre continuos obsequios de su agrado. El
jazmín llegó a tomar consistencia arbórea y trepaba por el lateral este
encaramándose por encima del tejado si no le metía la tijera de podar. De esta
planta, indefectiblemente cada tarde, a la caída del sol, regresaba a casa con
un ramito de jazmines que le entregaba con una sonrisa a mi madre y sin más
palabras. Ella lo tomaba y lo ponía en agua de forma inmediata.
La casa paterna en Ojén da a dos
calles; junto a la ventada de la cocina, con la misma orientación que aquel
viejo jazmín del huerto, un vástago de aquel mismo tronco se expande por la
pared de la casa y aroma todo el vecindario. Cuando murió mi padre —demasiado temprano para ser visitado por la
parca—, fue ella quien tomó el relevo y le llevaba asiduamente un ramito de
jazmines al cementerio o en su defecto se lo ponía en un jazminero delante de
su fotografía.
No tengo un jazmín en mi casa por
imposibilidad física, pero su aroma me resulta tan familiar que siempre me
evoca esa estampa de mi padre regresando
de la faena agrícola, al caer la tarde, trayendo un ramito de jazmines a mi
madre. Ahora, sin proponérmelo —posiblemente
con la esperanza de ser lo que ya he sido —, cuando voy a Ojén, de ese mismo
jazmín de la ventana de mi madre, voy cortando tallos hasta formar un ramillete
que le entrego a mi mujer y ella lo recibe con ese mismo agrado ancestral, lo
pone en agua y lo coloca en un lugar preferente de la casa.
Hay recuerdos que se quedan impregnados para siempre en la memoria, y basta con tener en frente algo que los simbolice, para que todo aquellos sabores, olores, texturas... vuelvan a sentirse nuevamente.
ResponderEliminarBesos y aleteos.
Hola Paco, muy bonito lo que cuentas. Tienes razón, hay olores que nos evocan a tiempos pasados. Que con ese olor los recuerdos afloran y la memoria se despierta sobresaltada acunando lo vivido.
ResponderEliminarEs muy bonito que tú ahora hagas lo mismo que hacía tu padre con tu madre. Seguro tu esposa está encantada de esos ramilletes de Jazmines.
Mi compañero, en el huerto, plantó un jazmín que me regalaron, y está muy bonito. Me gusta el olor del jazmin porque pasé unos días inolvidables en Granada, y ese olor andaba por todos los sitios.Asocio el Jazmín a la felicidad de esos días.
Saludos y un abrazo fuerte
Entrañables recuerdos, Francisco, tal vez sea que siempre deseamos volver a lo perdido y entonces... Aflora la nostalgia.
ResponderEliminarLa casa de mis abuelos maternos tenía mucho parecido a la tuya, paterna.
Un abrazo.
Francisco, hermosas letras que me traen recuerdos con aromas de jazmines. Un ramito de jazmines secos conservo en uno de mis libros de versos, recuerdo del dia en que me comprometi en matrimonio, hoy te leo y se perfuma mi alma con aromas de jazmines. Que belleza. Un placer leerte amigo. Cuidate.
ResponderEliminarHas nombrado jazmín y me han venido todos los olores, una gran flor que no tiene el prestigio de otros, como siempre lo famoso es lo grandilocuente y no lo pequeñito como es el caso de esta florecita de hondo perfume.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay tradiciones espontáneas que no deben romperse, sino alimentarlas por la belleza y significado que encierran.
ResponderEliminarA mí los jazmines me encantan porque me recuerdan a mi madre,apasionada de las plantas de todo tipo,pero particularmente de los jazmines, de los que teníamos en la terraza varias macetas.
Siempre tomaba con esmero un ramillete para colocarlo dentro de un pañuelito de tela-que aún conservo- dentro de su bolsillo.
Yo lo llamaba el bolsillo perfumado y se reía.
Aysss,qué recuerdos tan bonitos me has traído con tu preciosa entrada...
Besos.
Leerte me lleva a mi niñez, y soy feliz, no vivo del pasado pero regresar me llena de felicidad, y de olores.
ResponderEliminarLas celindas, las rosas, las azucenas y los jazmines en forma de moña en el pecho de mi abuela son los olores de mi niñez.
Precioso texto, mejores recuerdos.
Un abrazo Francisco.
Jazmines en el pelo...hasta la canción de la "Flor de la Canela" los resalta.Es que su olor es tan intenso junto con la lavanda que en mí jardin tengo y que dan tanta paz.Hay aromas que producen tranquilidad como estos.
ResponderEliminarUn saludo.
Los jazmines eran el ambientador natural de casa duarnte mi nfancia. Mi madre ponía un platito en mi mesita de noche para que los mosquitos no se acercaran. Mi adolescencia está marcada por un ramito de jazmín engarzado en una horquilla de moño y colocado en la solapa.
ResponderEliminarEl jazmín y el azahar son mi mejor recuerdo olfativo.
Un beso
Bonita estampa nos traes hoy con el olor inconfundible de Andalucía. Echo de menos ese perfume. Por qué nos domina la albahaca, el romero, tomillo, espliego, lavanda, sándalo y alguna otra hierba, que tampoco están mal. Un saludo desde mi mejana
ResponderEliminarParece ser que tenemos cosas común,la primera de ellas es que ambos somos andaluces.
ResponderEliminarYo también recuerdo el aroma del jazmín en mi niñez.No he tenido ninguno en casa pero cuando me sentaba en el patio de mi tía podía sentir el aroma de esta planta.
Un limonero y un naranjo había en el patio de mi casa. No hay nada mejor que tomar la fruta recién cogida del árbol.
Ahora solo tengo recuerdos de esos tiempos. La niñez quedó atrás. Ahora soy madre de familia y en vez de casa habito en un piso.
Un abrazo amigo
http://ventanadefoto.blogspot.com.es/
Los recuerdos son la mejor manera de huir de los fantasmas del presente. Dicen que estos suelen estar en el pasado, pero a veces no es cierto.
ResponderEliminarSaludos
YO RECUERDO LOS JAZMINES DE MI ABUELA, EN SU CASA TENÍA DOS PLANTAS ENORMES QUE TODAVÍA DAN FLORES.
ResponderEliminarSIEMPRE ME LOS DABA EN UN RAMITO Y YO LOS PONÍA EN UN FLORERITO.
QUE BELLEZA, ADORO LOS JAZMINES, SON MIS PREFERIDOS.
BESOS QUERIDO FRANCISCO.
Qué lindo recuerdo, qué maravilloso aroma, qué entrañable tradición.
ResponderEliminarEs un placer reencontrarte después de nuestro largo descanso.
Saludos, compañero.
Ahora vivo en un piso y no tengo ocasión de cultivar un jazmín y oras muchas flores, pero eso no quita para que te haga entrega de este ramito de jazmines virtual, con su inconfundible aroma, en agradecimiento por venir continuamente a mi humilde hogar de letras.
ResponderEliminarAbrazos
Que lindo lo que nos trae Francisco! Trae la sensación al leer del aroma del jazmín, que parece ser muy significativo para muchos, a mi me recuerda a la navidad porque en el fondo de mi casa de crianza había un enorme jazmín que florecía en esa fecha y de niña notaba que cuando florecía llegaba la navidad.Que orgulloso ha de estar su padre desde la estrella de donde lo mira,usted no siembra jazmines, siembra palabras y cultiva amigos.
ResponderEliminarSaludos!
Ese mismo recuerdo de ratos familiares me lo trae a mi el Galán de noche, no se si lo conocerás, aqui es muy frecuente que se tenga en los jardines y en el verano ese olor te recibe desde mucho antes de llegar a tu casa, es un olor irrepetible
ResponderEliminarBssss
Querido Francisco, he sentido tan cercana tu historia, que incluso he creído percibir el maravilloso olor a jazmín. Tus letras evocan recuerdos hermosos y me llevan al que fue el hogar de mi abuela, donde el jazmín era siempre la planta que adornaba su patio, y que cuidaba con tanto esmero. Hoy, siempre cada vez que tengo cerca esta hermosa planta, su olor me trae el recuerdo de su imagen sonriendo, y colocando un ramillete en el centro de su mesa.
ResponderEliminarGracias por compartir unos recuerdos tan bonitos y cálidos.
Un abrazo