Como la veladura de una
película
en blanco y negro. Unos
clichés sepia
que viven como lapa en la
memoria
de aquel ayer con vocación
de perpetuidad.
Éramos casi niños.
Pubertad disimulada
con poses de adultos.
Desde entonces
esa mirada de ternura, ese
favor
incondicional que siempre
inclina
el fiel de la balanza y no
me permite objetividad
y también nos mantiene en
equilibrio estable.
Tu boca sigue siendo aquel
alarido
que urge en mi sangre y me
transforma.
Nos perdíamos en las
sombras
y nos tomábamos de la mano
antes de que nuestros
pasos mullidos
cambiaran de sonoridad
bajo los millares de
agujas del pinar
que se interponía camino
de la playa.
Lo recuerdo. Sigo viendo
hoy
tu bañador amarillo
y la turgencia sonrosada
de ti piel inmaculada e
inmadura.
La carne no era alimento
apropiado
y había que esperar a las
bendiciones,
pero el deseo era rescoldo
vivo
que con fortuna supimos
modular.
La vida estaba en tus
ojos. Toda ella.
Toda. Toda la inocencia
atemperada.
Toda la fragilidad. Toda
la ternura.
Toda la dicha y toda la larga
espera.
Tú lo eras todo y toda tú,
al completo,
sigue siendo el todo al
que aspiro.
Siempre queda el poso de lo que fue.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Aunque en la foto de antaño o mas bien en la de hoy no nos reconocemos.
EliminarUn abrazo, Cayetano.
"aquel ayer con vocación de perpetuidad..." Qué bonito lo dices todo, Paco. Cuando acabé de leer el poema, vino una palabra a mi mente: AMOR. Felicidades por ese todo.
ResponderEliminarMe has hecho llorar con esas maravillas de recuerdos de aquella época en la que todos los recuerdos se hacen uniformes.
ResponderEliminarQue poema tan maravilloso has hecho de tus recuerdos de enamorado Francisco, te felicito por ello y por ese romanticismo que anida en tí.Saludos
ResponderEliminarPasan los años y esos momentos vividos de la pubertad, nunca se olvidan, ni tampoco las ilusiones que teníamos en esa época.
ResponderEliminarBesos
La pureza intacta a través de los años juntos. Una vida de amor creciente y muy afmirable.
ResponderEliminarBesos.